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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Tras las elecciones, el PP asegura la hipoteca de la soberanía y el resto calla. Plataforma Global contra las Guerras

La noticia  aparecida en los medios sobre la visita del Secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, a Madrid resulta de lo más preocupante:

Tras las elecciones, el PP asegura la hipoteca de la soberanía y el resto calla. Plataforma Global contra las Guerras

La noticia  aparecida en los medios sobre la visita del Secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, a Madrid resulta de lo más preocupante: inquieto ante un posible vuelco electoral que les privara de su mayoría parlamentaria, el Gobierno de España acelera los trámites para modificar el vigente Convenio Bilateral de Defensa con los EEUU, de manera que se autorice el estacionamiento permanente en la Base de Morón de la Fuerza Especial de Respuesta de Crisis del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos (SP MAGTF Crisis Response).

Esta fuerza aerotransportada de despliegue inmediato, a las órdenes inmediatas del USAFRICOM (Mando de los Estados Unidos para África), constaría de un retén permanente de 850 marines con sus medios de proyección, ampliables a 3.500 en caso de crisis, con capacidad de desplegarse en 9 horas al corazón de África, como cabeza de puente para una intervención a mayor escala. Pero podría también ser puesto a disposición del USCENTCOM (Mando Central de los Estados Unidos) para un despliegue semejante en cualquier punto de Oriente Medio o del Mediterráneo oriental.

El actual Convenio de Defensa no permite la presencia permanente de tropas americanas en suelo español; por esta razón, el Gobierno del Partido Popular había concedido hasta dos autorizaciones de un año para contingentes reducidos de esa misma unidad. Sin embargo, el interés de los EEUU en disponer permanentemente de este punto de proyección estratégica para África en un punto accesible y a salvo de las posibles turbulencias políticas en ese continente, hacen de Morón la opción preferible. Pero requiere la modificación del Convenio, que ha de ser aprobado por el Congreso de los Diputados. 

La mayoría absoluta del PP en el actual Congreso hace muy difícil el bloqueo de semejante iniciativa. A pesar de ello, se echa en falta un posicionamiento claro de los partidos institucionalizados y de los emergentes contra ella, y trasladan la responsabilidad histórica de combatirla a las fuerzas políticas que surjan del proceso electoral. La ausencia casi absoluta en el discurso de las fuerzas políticas mayoritarias, durante los pasados procesos electorales, de la cuestión de las alianzas militares y la consiguiente dejación de la soberanía nos hace ser muy pesimistas al respecto.

Hay que señalar con toda contundencia, sin embargo, que el actual Convenio de Defensa (al igual que el otro tratado internacional preconstitucional, el Concordato con el Vaticano), proyectan hasta nuestros días la herencia franquista (y, por tanto, su origen fascista), que se ha visto apuntalada por los partidos del régimen del 78. Lo que el Convenio (y el Concordato) necesita no es una revisión, sino su denuncia.

En los actuales momentos es comprensible una cierta euforia postelectoral, que aunque ha reducido el poder nominal de las fuerzas del bipartidismo en municipios y comunidades autónomas, dista mucho de ser una victoria contundente. El panorama ante las generales que se aproximan resulta muy incierto. Pero las fuerzas que se arrogan ser de progreso tienen que ser muy conscientes de que  las alianzas militares constituyen un asunto central en cualquier propuesta de alternativa seria.

El Convenio con los EEUU (mucho más tras la modificación en ciernes) y nuestra participación en la OTAN convierten al Estado Español en cómplice de las intervenciones militares, abiertas, encubiertas o en forma de amenaza, que está llevando a cabo el poder financiero internacional y de las grandes corporaciones (esto es, el auténtico poder) para sostener su hegemonía planetaria, en tiempos en que su pujanza económica y su capacidad de influencia declinan ante los nuevos actores globales.

La guerra global se ha desatado, aunque su existencia pase desapercibida entre los medios de comunicación de masas, que muestran sus diferentes episodios como sucesos inconexos cuya culpabilidad corresponde siempre a otros. La disponibilidad de ejércitos profesionales, a los que se paga para mantener el ruido alejado de nuestros hogares, permite a las sociedades de las potencias centrales seguir ignorando una realidad que es ya insoportable para buena parte del planeta. 

Los partidos del régimen del 78 aceptaron en su día, bajo chantaje, la herencia de las bases de los EEUU en España y la ampliaron después con el ingreso en la OTAN, en una maniobra destinada a ponernos a la sombra del más fuerte y justificándola como el mejor antídoto contra las tentaciones golpistas de su jerarquía militar. Eran otros tiempos, en los que la amenaza de un resurgir de los conflictos en Europa se conjuraba a base de la disuasión nuclear. Hoy, las intervenciones imperialistas riegan el planeta de conflictos en los que nos vemos obligados a participar, directa o indirectamente, sin reparar en las consecuencias en términos de complicidad en la guerra de expolio contra los pobres.

Es hora ya de que los ciudadanos tomen conciencia de sus propias responsabilidades por un silencio cómplice que acepta esta realidad impuesta y que le permite vivir, en su pequeño ámbito personal cotidiano, una aparente sensación de paz. No resulta fácil, desde el poder político, resolver este dilema. Pero las fuerzas que hoy se postulan como los paladines del cambio auténtico tienen que transmitir a la sociedad, de una vez por todas y con absoluta claridad, que no hay cambio posible que no pase por una denuncia del Convenio con los EEUU y la salida de la OTAN. El camino estará trufado de dificultades y los más poderosos harán uso de toda clase de estratagemas para frustrarlo, como está sucediendo ya en tantos lugares del mundo. Pero es más urgente que nunca el desarrollo de una potente cultura de la paz basada en la resistencia; emprender una nueva estrategia de alianzas y cooperación con los pueblos que resisten y sus gobiernos, en lugar de entregarnos atados de pies y manos a los EEUU. No es únicamente una cuestión de dignidad, es también la conciencia de que el mantenimiento de estas alianzas militares únicamente conduce a la propagación de las crisis, a la desposesión de los pobres y, en definitiva, a la propia destrucción.

 

 

 

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