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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Lo que dice Francisco va a misa ¿o no? - por Chema Tante

 

FRASE TANTE PAPA

Lo que dice Francisco va a misa ¿o no? - por Chema Tante

Yo no soy católico y me da igual que lo haya dicho el Papa, obispo de Roma o el Rabino Mayor, el Obispo de Canterbury, el Patriarca de Moscú o el de Atenas, el Imán de Al-Azhar o el Dalai Lama. Esto no es una cuestión de jerarquías ni dignidades, ni de confesiones, sino de decir la verdad. Y de reconocerlo a quién la dice.

Y Francisco, el jesuita Bergoglio, en su encíclica Fratelli Tutti, ha dicho verdades grandes, como grande ha sido el silencio que ha acompañado la aparición de la carta papal. Porque la verdad irrita. Y poca gente, católicos, cristianos, judíos, musulmanes o budistas, de los gobiernos y de las grandes empresas, que viene a ser lo mismo, le prestarán la más mínima atención a quien reconocen como uno de los líderes espirituales  del planeta. Pero que le agradecerían que no dijera estas cosas. Y, desde luego, que no asumen toda la razón que tiene. Tanta gente que alardea de su religiosidad, que besan el crucifijo, pero que incumple con todo descaro el mandato de su Iglesia.

Bergoglio, Francisco, ha predicado, otra vez, el mismo mensaje de justicia social que siempre predicó -generalmente con escasa coherencia- la Iglesia. Fraternidad entre todas las personas, incluyendo migrantes ("acoger, proteger, promover e integrar"), responsabilidad social de la propiedad, porque "Dios ha dado la Tierra a todo el género humano", respeto a las identidades individuales y colectivas y al "sabor local"reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente". declarar "la injusticia de la guerra y de la pena de muerte"

Cosas que a algunos de estos jueces que siguen administrando la justicia en nombre del rey heredero de Franco, les deben dar ganas de empapelar al Pontífice. Porque ojo, que Francisco, el jesuita Bergoglio, ha dicho nada menos que esto: Y copio textualmente

Reproponer la función social de la propiedad

118. El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos. Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral.

119. En los primeros siglos de la fe cristiana, varios sabios desarrollaron un sentido universal en su reflexión sobre el destino común de los bienes creados[91]. Esto llevaba a pensar que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando. Lo resume san Juan Crisóstomo al decir que «no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos»[92]; o también en palabras de san Gregorio Magno: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo»[93].

120. Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno»[94]. En esta línea recuerdo que «la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada».[95] El principio del uso común de los bienes creados para todos es el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social»[96], es un derecho natural, originario y prioritario[97]. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, «no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización», como afirmaba san Pablo VI[98]. El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica.

Y ha seguido el Obispo de Roma, Papa, el líder de la grey católica predicando la fraternidad, la solidaridad con la gente migrante.

Basa con citar los títulos de algunos de los acápites.

Sin fronteras

Derechos humanos no suficientemente universales

Sin dignidad humana en las fronteras

Esperanza

El prójimo sin fronteras

El valor único del amor

Sociedades abiertas que integran a todos

Libertad, igualdad y fraternidad

Amor universal que promueve a las personas

Promover el bien moral

El valor de la solidaridad

Reproponer la función social de la propiedad

Derechos sin fronteras

Porque, aparte de recordar que la propiedad privada no confiere total autonomía e impunidad en su administración, porque quien tiene las riquezas debe entender que ellas también pertenecen a toda la Humanidad, Francisco, obispo y Papa, dice algo que ojalá la gente racista, intolerante  y xenófoba, entendiera y asumiera.

Entonces nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades. Los límites y las fronteras de los Estados no pueden impedir que esto se cumpla. Así como es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer, es igualmente inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sí determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo.

Derechos de los pueblos

Esto supone además otra manera de entender las relaciones y el intercambio entre países. Si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país. 

 

El límite de las fronteras

Cuando el prójimo es una persona migrante se agregan desafíos complejos[109]. Es verdad que lo ideal sería evitar las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo integral. Pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también realizarse integralmente como persona. Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.

Las ofrendas recíprocas

133. La llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto, se convierte en un don, porque «las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos»[115]. Por esto «pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano»[116].

 

El fecundo intercambio

El sabor local

143. La solución no es una apertura que renuncia al propio tesoro. Así como no hay diálogo con el otro sin identidad personal, del mismo modo no hay apertura entre pueblos sino desde el amor a la tierra, al pueblo, a los propios rasgos culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato donde estoy firme y arraigado, porque desde allí puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo verdadero. Sólo es posible acoger al diferente y percibir su aporte original si estoy afianzado en mi pueblo con su cultura. Cada uno ama y cuida con especial responsabilidad su tierra y se preocupa por su país, así como cada uno debe amar y cuidar su casa para que no se venga abajo, porque no lo harán los vecinos. También el bien del universo requiere que cada uno proteja y ame su propia tierra. De lo contrario, las consecuencias del desastre de un país terminarán afectando a todo el planeta. Esto se fundamenta en el sentido positivo que tiene el derecho de propiedad: cuido y cultivo algo que poseo, de manera que pueda ser un aporte al bien de todos.

 

Populismos y liberalismos

155. El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas.

 

La política que se necesita

El amor político

Recuperar la amabilidad

La memoria

Perdón sin olvidos

La guerra y la pena de muerte

255. Hay dos situaciones extremas que pueden llegar a presentarse como soluciones en circunstancias particularmente dramáticas, sin advertir que son falsas respuestas, que no resuelven los problemas que pretenden superar y que en definitiva no hacen más que agregar nuevos factores de destrucción en el tejido de la sociedad nacional y universal. Se trata de la guerra y de la pena de muerte.

La injusticia de la guerra

256. «En el que trama el mal sólo hay engaño, pero en los que promueven la paz hay alegría» (Pr 12,20). Sin embargo hay quienes buscan soluciones en la guerra, que frecuentemente «se nutre de la perversión de las relaciones, de ambiciones hegemónicas, de abusos de poder, del miedo al otro y a la diferencia vista como un obstáculo»[237]. La guerra no es un fantasma del pasado, sino que se ha convertido en una amenaza constante. El mundo está encontrando cada vez más dificultad en el lento camino de la paz que había emprendido y que comenzaba a dar algunos frutos.

 

257. Puesto que se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras, recuerdo que «la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos.

 

Texto completo de la Encíclica "Fratelli Tutti"

Lo escribe y lo sostiene Chema Tante

CHEMA TANTE

MANCHETA 21