Muchos y muchas hemos repetido que la única manera lógica, justa y efectiva de salir adelnate es potenciar los servicios sociales y la inversión pública -productiva, no especulativa- que deben financiarse mediante la carga fiscal a las grandes empresas y fortunas.

Hasta aquí, lo que diría Keynes. Pero desde las posiciones de izquierda decimos mucho más. Por ejemplo, que la única manera de aumentar la productividad viene por la satisfacción y bienestar laboral de los trabajadores y las trabajadoras. Que la competitividad no se consigue reduciendo salarios y derechos del trabajo. Que los beneficios empresariales sin freno pervierten la actividad económica. Que la especulación financiera y los paraisos fiscales, creando y acumulando riquezas artificiales, significan el suicidio de toda una sociedad. Que los mercados no pueden cumplir con su cometido de manera sana si no son sometidos a un control estricto. Y, en definitiva, que un sistema que permite a los poderes económicos colocar y manipular a gobiernos favorables a sus tesis, es la destrucción de la democracia.

Y los ultraliberales saben esto tanto o más que nosostros y nosotras. Lo que ocurre es que su arremetida no busca la recuperación económica, todo lo contrario. Lo que busca la ofensiva de los ricos, en esta luchas de clases reanudada desde arriba, es la pauperización de la gente de abajo, para mejor poder dominarla.

Esto Keynes, no se lo podía ni imaginar. Por eso, nadie sabe qué diria en estas circunstancias, que son muy distinas a las que él vivió.

http://www.expansion.com/2013/09/06/tendencias/1378473025.html