Junto con los rápidos recortes de emisiones, la inevitabilidad del colapso climático hace que la adaptación sea desesperadamente urgente. Ahora debería ser el momento de una inversión gubernamental masiva en infraestructura resistente y la preservación de la salud y el bienestar, pero hay pocas señales de esto. Nuestro parque de viviendas sigue sin estar preparado para las nuevas temperaturas del verano y las llanuras aluviales todavía se están cubriendo con hormigón para nuevas urbanizaciones; mientras tanto, las redes de transporte y energía siguen estando peligrosamente expuestas a los caprichos de las inundaciones, el viento y el calor excesivo. Tampoco existen planes para una red nacional de agua que pueda aliviar futuras condiciones de sequía. La conclusión es que cada decisión, desde el gobierno local hacia arriba, debe tomarse a la luz de la creación de resiliencia al colapso climático, así como la reducción de las emisiones. Pero esto simplemente no está sucediendo.

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