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jueves, 25 de abril de 2024 09:47h.

Volver a Fitur - por Max Estrella

Max Estrella viajó a FITUR y nos deja sus impresiones, que van más allá de ámbito ferial, para reflexionar sobre el hecho turístico y de como esta austeridad mal entendida cercena nuestras potencialidades de diferenciación competitiva por la vía de lo cultural 

Volver a Fitur

 Nada más llegar a la puerta norte me tropiezo con Esperanza Aguirre que pasa por mi lado derecha como una vela, la mirada altiva, y fingiendo una media sonrisa bien maquillada. Me sorprende el poco revuelo que hay a su alrededor, con los guardaespaldas y algunos curiosos que se acercan, pero echo de menos el clásico arremolinamiento de interesados en saludarla, dedicarle vivas o intentar la osadía de darle la mano. O, ya no digamos, plantarle dos besos en su piel rejuvenecida por el arte del estiramiento. Entonces, caigo en la cuenta de que el recato y la austeridad van a constituir la tónica general en ésta nueva edición de Fitur. Vuelvo la cabeza por última vez y veo alejarse a “la cólera de Dios” (no puedo evitar acordarme de esa película sobre Aguirre, aquel violento colonizador y quien sabe si antepasado de la susodicha) y me digo que ésta mujer nació para ser presidenta de lo que fuera.

La ausencia de grandes eventos marcará la principal diferencia con lo acontecido hasta ahora en el interior de los ovarios institucionales; lejos quedan los tiempos de la fecundidad, cuando se preñaban de centenares de invitados a las fiestas multitudinarias pagadas con dinero público para alegría (entre otros y otras) de los taxistas, que hacían su particular agosto pleno de carreras de ida y vuelta por la ruta gastronómica y lujuriosa que comenzaba desde el mediodía en los ágapes pletóricos de mariscos, hasta el más allá etílico y estupefaciente de la nuît madrileña.

Todo eso se acabó, hasta tal punto que las visitas programadas de los políticos se ciñen a un guión estricto: el discurso de rigor seguido de la foto de familia (regional o provincial) y sin mayor exceso de protagonismo.

Vaya, vaya, como han cambiado las cosas. Resulta que la feria internacional de turismo vuelve a ser lo que nunca debió dejar de ser: un encuentro de profesionales del sector, con sus contactos comerciales, su buena dosis de relaciones públicas, y hasta ahí.

El trabajador del taxi que me lleva hasta el hotel me habla del ambiente que se respira en la calle con una afirmación seguida de una pregunta y de otra afirmación, en un lenguaje que es a la vez sencillo y demoledor: “la gente está muy asustada, porque no saben lo que va a pasar, y lo que yo me pregunto es a qué nos vamos a dedicar en este país, porque nadie nos ha dicho en qué van a trabajar todos los parados, si lo único que hay viene por el turismo y la hostelería, entonces de que vamos a vivir, ya le digo que la gente está muy cabreada y como esto siga empeorando, saldremos todos a la calle y no los indignados solamente”

Mientras apuro el zumo de frutas naturales con aloe que José prepara con mimo en el refugio tropical del stand canario, aprovecho para hacer un giro de trescientos sesenta grados y reconocer que la representación de nuestras islas no ha perdido un ápice de calidad en cuanto a la ubicación, ni en lo que se refiere a su diseño innovador. El espacio central ocupado por un islote volcánico con un espectáculo de imagen, luz y sonido en su interior, supera la mejor de mis expectativas. Creo que si volcásemos siempre nuestros esfuerzos tanto como lo hacemos en la gestión de este escaparate mundial, otro gallo nos cantaría respecto a los estándares de calidad, acordes con la excelente imagen que ofrecemos en Fitur, respecto de la oferta final que se encuentran nuestros turistas (clientes) al llegar a Canarias.

El nivel de exigencia ha aumentado muchísimo y los usuarios ya no se conforman sólo con ir a la playa y comerse un remedo de papas arrugadas con mojo picón, sino que buscan más atractivos, otras alternativas, esa diversidad que, en el pabellón de Fitur, aparentamos garantizar. Creo que la presentación del producto es correcta, pero luego viene la satisfacción del visitante, y en eso queda mucho camino por recorrer aún. La gestión inteligente de la industria turística en Canarias es nuestro único salvavidas económico, al menos para una parte de la población. El resto se quedará con la pregunta sin respuesta del amigo taxista.

He quedado con unos conocidos para comer en uno de los restaurantes del pabellón diez, donde previamente he recorrido los stands de las principales cadenas hoteleras que bullen de gente, en su mayoría profesionales, parece que la tarde se presenta fuerte. Llego tarde a la mesa y cuando me siento advierto la presencia de dos personas que no conozco. Mi amigo Félix hace las presentaciones: ellos son Guillermo y Teodoro Ríos. Claro, digo yo, dirigiéndome al mayor, usted, perdona, tú y tu hermano rodaron Guarapo, nunca podré olvidar esa película y la impresión que me causó. Además, se da la circunstancia de que mi tío Emilio fue un emigrante palmero, y actualmente vive en Canadá, su hijo se llama Ríos precisamente, en honor al segundo apellido de mi abuelo materno. Teodoro se muestra interesado por mi familia y charlamos durante un rato sobre la importancia de poner a un pueblo enfrente de su propia historia, una vez transcurrido un tiempo prudencial, tras procesar toda esa información que nos llega a través de unos personajes tan creíbles, conseguimos formarnos una opinión contrastada sobre lo que ocurrió en aquella Canarias rural de nuestros bisabuelos, la denuncia social de la pobreza, el caciquismo y la huida provista de una maleta y un vacío en el alma. Guillermo, el sucesor de ésta familia de cineastas canarios, me cuenta que anda metido en un nuevo proyecto de difícil ejecución, pues ya sabemos que no hay presupuesto para la cultura, ese bien escaso sobre el que nos quejamos por la poca consideración oficial que se otorga a los beneficios intangibles que reporta, y no sólo a los económicos. A la cultura hecha en Canarias se le viene encima un tiempo muy gris, aunque espero que la creatividad y el enorme talento que existe en estas islas, sepa también escapar del aislamiento y encontrar fuera lo que aquí nadie valora. Ya se han cargado el MiradasDoc que se celebraba en Guía de Isora, y en este punto vuelvo a pensar en la feria de turismo y en la necesidad de marcar diferencias complementarias al “sol y playa”, como era el caso de este interesantísimo festival de cine documental, que incluía la participación de conferenciantes de talla mundial, como Eduardo Galeano. Su desaparición es un atentado contra nuestro desarrollo cultural y también contra el perfil de los turistas que algunos queremos atraer, sin querer menospreciar la enorme rentabilidad que nos proporcionan los educados hooligans ingleses por no mencionar el carácter amable de los nuevos ricos rusos.

En mi segundo día en Fitur, aprovecho para darme una vuelta por el resto de stands, y realmente me sorprendo del grado de sencillez que presentan muchos, resultando incluso cutres, quizás con la intención de hacer creer a los visitantes que no hay dinero ni para montar un módulo con un mínimo de gusto estético. La única excepción que me encuentro es el de Portugal, donde han derrochado imaginación y originalidad, incluyendo la presencia de dos músicos que interpretan canciones de fado en directo.

Regreso al stand de Canarias y me pasan un ejemplar del Diario de Avisos, el periódico que ha hecho un especial sobre la inauguración de la feria, y leo la noticia en titulares que ha caído como un jarro de agua fría sobre la delegación canaria: Air Europa ha informado que reducirá de forma drástica el número de vuelos con el archipiélago canario. Suena a vendetta. El propietario de la compañía, Juan José Hidalgo, ha escogido intencionadamente el peor momento para realizar ésta declaración. Se la tenía guardada a Paulino, oigo decir a alguien. El daño ya está hecho, especialmente porque este año, se buscaba aumentar el debilitado turismo peninsular.

Hay poca gente, la feria está semidesierta. El lema “volcanic experience” parece menos impactante que ayer. El mini-stand de Gran Canaria es una isla aparte pero se encuentra integrado en la marca Canarias, y no tengo muy claro que fortalezca mucho su posición como destino independiente. La ocupación hotelera del invierno ya se había cerrado con anterioridad y se mantendrá muy alta. El verano parece que irá bien, aunque una incógnita en mayúsculas es la palabra que planea sobre este complejo 2012.

En el vuelo de regreso coincido con una despedida de soltero. Han organizado el viaje para diez amigos que han secuestrado al novio para llevárselo de fiesta al sur de Tenerife, algo verdaderamente simbólico, pues consiguieron una oferta de todo incluido para un fin de semana que les sale tirado de precio. Se trata de un plan económico en un lugar con lo que necesitan para este fin de semana: discotecas, alcohol barato y juerga hasta altas horas. En la agencia ya les advirtieron que si se decidían a recorrer la vertiente norte de la isla, se encontrarían un ambiente muy diferente al de Playa de las Américas, en un eternamente moribundo Puerto de la Cruz, donde pasean jubilados alemanes y alguna pareja de recién casados que no conocerá el festival Mueca, otro magnífico evento cultural con grupos internacionales de teatro y clowns actuando en plena calle, que fue sepultado el pasado año bajo la desidia generalizada.

Acabamos de aterrizar en Los Rodeos y ya estoy pensando en volver a Fitur el próximo año, y es que no hay nada como observar tu tierra, a tus paisanos y a ti mismo desde la distancia.