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viernes, 19 de abril de 2024 07:36h.

Mirar para otro lado... - por Benito Maceira Cruz

Se han conseguido avances extraordinarios en el tratamiento de la enfermedad renal avanzada. Las técnicas de diálisis son de casi ciencia ficción comparadas con las de hace cuarenta años...

  Mirar para otro lado... - por Benito Maceira Cruz, Jefe del Servicio Nefrología Hospital Universitario de Canarias

Se han conseguido avances extraordinarios en el tratamiento de la enfermedad renal avanzada. Las técnicas de diálisis son de casi ciencia ficción comparadas con las de hace cuarenta años y el trasplante renal progresa en número y calidad asegurando una mejor supervivencia y calidad de vida. Pero contrastando con estos magníficos logros , en los mismos cuarenta años, el número de enfermos que tienen que dializarse cada año  ha aumentado claramente aún teniendo en cuenta el aumento de la población, de la esperanza de vida y el mayor acceso a la diálisis. Y en los últimos diez años, la incidencia de entrada en diálisis apenas ha disminuido, pasando de 129 enfermos por millón de población a 121. Es decir, conseguimos tratar mejor a los enfermos renales pero no hemos conseguido que  menos españoles se libren de la diálisis.

Como consecuencia de ello, y afortunadamente,  el número de enfermos en diálisis y trasplante va progresando. Pero esto no es lo deseable. Lo deseable sería que dializáramos y trasplantáramos menos  porque tuviéramos menos enfermos con necesidad de ello. Y eso solo se consigue previniendo la enfermedad renal. Visto así, el éxito de nuestros programas de diálisis y trasplante no es sino la expresión de un fracaso: el fracaso en la prevención de la enfermedad renal.

Llevo casi cuarenta años dedicado a tratar el enfermo renal. Puse en marcha, hace treinta y dos, el programa canario de trasplante renal. He contribuido muy modestamente a crear la marca “Trasplante España” y me siento orgulloso de ello. Este largo recorrido me permite, quizás, tener una visión global y estratégica del problema. No podemos seguir limitándonos a poner puntales al final, en la desembocadura, para arreglar los destrozos de la riada de la enfermedad renal;  tenemos que hacer un esfuerzo ingente para que ésta no se produzca; debemos construir una presa arriba, en lo alto, en los terrenos donde se crea la enfermedad.  

La diabetes tipo 2 y las enfermedades vasculares, con la hipertensión arterial a la cabeza, suponen la causa de casi la mitad de los ingresos anuales en diálisis, y son enfermedades prevenibles. Evitando su aparición o tratándolas precoz y correctamente conseguiríamos un ahorro espectacular de sufrimiento humano y de gasto público. A pesar de estos incontestables beneficios, la inversión española  en la prevención de estas enfermedades crónicas es prácticamente inexistente. Solo adquieren presencia pública “ el día de..”.

¿Cómo una empresa  como la Sanidad Pública, a borde de la ruina, consciente del tremendo agujero  que provoca  estas enfermedades en sus arcas no hace nada por taponarlo?  ¿No supone esta dejación una actitud suicida?, ¿Por qué no se agarra a la prevención como a una tabla de salvación ?.  Mi respuesta es que no lo hace porque sencillamente no interesa…, pero, ¿a quién no le interesa? No le interesa al “Gran Hermano”… y ¿ quién es “El Gran Hermano”?,  “El Gran Hermano” es el sistema  neoliberal que nos controla.  

  La obesidad y sus satélites (la diabetes y el resto de enfermedades cardiovasculares) constituyen en nuestro mundo la principal causa de muerte. Avanzan espectacularmente a medida que una comunidad se incorpora al estilo de vida impuesto por el sistema. Desde un satélite, en visión nocturna, los territorios de nuestro planeta brillan en función del grado de desarrollo adquirido. Paradójicamente, cuanto más intenso sea este brillo y, sobre todo, cuanto más rápidamente se haya instalado, mayor será la presencia de estas  dolencias crónicas.   

¿Y por qué mata el estilo de vida “desarrollado”? Nos enferma porque nos hace sedentarios, nos impide el acceso a la comida sana y nos estresa. El Gran Hermano nos hace neuróticamente consumistas trastocando nuestra escala de valores: antes lo aparente que lo importante ; antes la Play Station que las verduras y el pescado…Todo no cabe en el exiguo salario que nos proporciona y como lo sabe, para que no nos rebelemos por hambre, él mismo se inventa, con ingentes beneficios, la comida basura: barata, hipercalórica, engordante. ¿Cómo no se va a disparar la obesidad y sus consecuencias ante semejante panorama? ¿ Cómo va a disminuir la entrada en diálisis por diabetes, la  hija predilecta de la obesidad?. ¿Cómo vamos a mejorar nuestra salud si la mayoría de la población sufre este auténtico abrazo de oso del sistema?.

Pero el control de la alimentación mundial es solo una parte de las ganancias. Otra inmensa  tajada la obtiene proporcionando los medios diagnósticos y terapéuticos para que no nos derrumbemos. Un botón de muestra: el tratamiento de la  obesidad, en todos sus aspectos, es, a nivel mundial, el quinto negocio más rentable. ¿Cómo el Gran Hermano va a hacerse el harakiri favoreciendo las medidas para que no enfermemos, para poner en práctica una política global de prevención?. Pensándolo  bien, en este mundo sin valores, el único beneficiario de la prevención es la población, pero, paradójicamente, la población no es la que decide. La prevención no es, en absoluto, rentable…

Ya sabemos , a mi modo de ver, por qué no se tapa el agujero a pesar de que el no hacerlo pone en peligro la supervivencia de la Sanidad Pública. Los que deciden, la clase política dirigente, no importa de que signo, está abducida por el Gran Hermano, cumplimenta diligentemente sus directrices, actúa de mesero del Poder Global y, naturalmente también sale muy beneficiada…  Quizás ahora comprendamos mejor por qué no disminuye el número de enfermos renales, por qué seguimos con la necesidad de dializar y trasplantar cada vez más.

Corren muy malos tiempos para el arreglo. Si en los tiempos de bonanza no se le metió mano a la prevención, el esfuerzo para ponerla en marcha en la actualidad ha de ser titánico. Las principales enfermedades que causan nefropatía tienen un gradiente social. Su presencia va aumentado a medida que lo hace el grado de precariedad social, a medida que aumenta la desigualdad social. Pero no se limita a las clases pobres o muy pobres, ataca con fuerza a partir de la clase media-baja. En los tiempos que corren hay un dramático deslizamiento de la población hacia las clases más menesterosas y en España, la desigualdad social ha aumentado como en ninguna otra nación en Europa. La gran mayoría de la población está siendo y va a ser víctima de sus ataques.  

Canarias es la región - exceptuando las ciudades autónomas- con más enfermos en insuficiencia renal avanzada. Triplicamos la media nacional. La mitad de su población en diálisis lo está como  consecuencia de una diabetes descuidada. Yo vivo a diario con angustia el drama de los enfermos destrozados por las complicaciones de esa enfermedad. Me ha costado años de trabajo llegar a la conclusión de que el principal factor de riesgo para sufrir una nefropatía diabética es la minusvalía social. La base originaria  del problema radica en la situación social de Canarias: es líder en población bajo el umbral de la pobreza y sufre el mayor grado de desigualdad social del país.  

Si queremos zafarnos del abrazo del oso no queda otra que hacer la revolución ciudadana. Sin eufemismos, es una cuestión de vida o muerte. Tenemos que convertir en clamor intimidante nuestra exigencia de la puesta en marcha, con hechos no con proyectos, de una estrategia global para prevenir la enfermedad renal. Tenemos que crear la suficiente masa crítica reivindicativa para impulsar las políticas informativas, laborales, alimentarias, medioambientales, de transporte, etc, que hagan posible adoptar un estilo de vida más sano y consigan un retroceso significativo de las enfermedades causante de nefropatía.

Ha de ser una lucha global con implicación de todos los sectores sociales mucho más allá que las puras estrategias sanitarias. Ni que decir tiene que las asociaciones de enfermos renales deben jugar un papel esencial en la misma. La Sanidad Pública – la prevención ataca por definición los intereses de la privada – con la imprescindible presión ciudadana, debe ser la encargada de coordinarla y conseguir la implicación del resto de los actores necesarios. En manos de los médicos no está la solución del problema, pero como testigos del sufrimiento de los enfermos y como valedores máximos de la salud de nuestra población, tenemos la obligación moral y profesional de denunciar por qué no se avanza en la prevención de estas enfermedades. Ante esta alarmante situación, que se agravará aún más en el futuro, no podemos limitarnos a  mirar para otro lado.      

Benito Maceira Cruz, Jefe Servicio Nefrología Hospital Universitario de Canarias