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viernes, 29 de marzo de 2024 08:39h.

11 de septiembre de 1973 - por José Antonio Déniz

 

ALLENDE 11 SEPTIEMBRE

josé antonio dénizAños estuvimos en que el once de septiembre se celebraba en el dolor y en el silencio; ahora no, porque la poderosa máquina de propaganda del imperio nos invita a recordar y a llorar el crimen de las torres gemelas. Y, cómo no, también dedico mi pensamiento al horror de Nueva York, pero hoy no, hoy sólo deseo reivindicar con toda la fuerza de mis sentidos el honor y la memoria de Salvador Allende, de su socialismo y de todos los que con él sufrieron, Nixon mediante, la barbarie del miserable Pinochet, aquel once de septiembre de 1973 cuando aquí, en España, soportábamos aún otra iniquidad como la que ese día empezó a sufrir el pueblo de Chile.

11 de septiembre de 1973 - por José Antonio Déniz *

Años estuvimos en que el once de septiembre se celebraba en el dolor y en el silencio; ahora no, porque la poderosa máquina de propaganda del imperio nos invita a recordar y a llorar el crimen de las torres gemelas. Y, cómo no, también dedico mi pensamiento al horror de Nueva York, pero hoy no, hoy sólo deseo reivindicar con toda la fuerza de mis sentidos el honor y la memoria de Salvador Allende, de su socialismo y de todos los que con él sufrieron, Nixon mediante, la barbarie del miserable Pinochet, aquel once de septiembre de 1973 cuando aquí, en España, soportábamos aún otra iniquidad como la que ese día empezó a sufrir el pueblo de Chile.

 

Y en esto llegó Garzón…

PINOCHET SILLA RUEDASPINOCHET CON MILITAR

[La imagen de un miserable anciano desvalido en silla de ruedas saliendo de territorio británico contrastó con su figura erguida tras aterrizar en el aeropuerto de Santiago de Chile el 3 de marzo de 2000.] (1)

Y la pétrea faz del miserable se transfiguró en cuanto pisó tierra andina. Fuera la silla de ruedas y los bastones y las muletas; fuera la pesadumbre calculada y el rictus de dolor tenazmente ensayado ante los grises espejos de su mansión londinense. Todo quedaba atrás en cuanto el avión tomaba tierra en el aeropuerto de Santiago; y atrás quedaba también la sonrisa amiga de Thatcher, el malabarismo del ministro de interior de su graciosa majestad y la no menos gloriosa intervención de la fiscalía general del señor Aznar. Fueron unos meses que, sin embargo, el miserable no olvidaría nunca. Había oído muy cerca el rugido de la justicia internacional, el aliento memoriado de Núremberg. Ya no sería necesario recurrir a la simulación permanente, a tener que humillarse alegando hipertensión arterial, demencia senil o incontinencia urinaria.

PROTESTA VÍCTIMAS PINOCHETPero en Chile le esperaba un pueblo que no quería pasar en blanco la página de la indignidad, que no quería que la carrera criminal del miserable concluyera con el asesinato también de la memoria. Vuelta, pues, a empezar; a la acojonada contrición del miserable, escudándose, ahora, como prueba de su valor supremo, en la acusación a sus subordinados, ante el desprecio silencioso de los propios y el implacable cerco de la justicia y de la historia.

 

(1) de la prensa de entonces

* En La casa de mi tía por gentileza de José Antonio Déniz

josé antonio déniz reseña