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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Acaso poco trabajo en el Parlamento canario - por Nicolás Guerra Aguiar

Algunas señorías del Parlamento de Canarias (portavocea el señor Corujo, psocialista) consideran muy restrictivo el reglamento que les impide dedicarse a actividades privadas retribuidas si tienen dedicación exclusiva como parlamentarios.

Acaso poco trabajo en el Parlamento canario - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Algunas señorías del Parlamento de Canarias (portavocea el señor Corujo, psocialista) consideran muy restrictivo el reglamento que les impide dedicarse a actividades privadas retribuidas si tienen dedicación exclusiva como parlamentarios. (Por tal razón cobran sin racanerías, dicho sea de paso; y a la Cámara se presentaron voluntariamente.) No obstante, profesores e investigadores están exentos. Se quejan, además, de agravios comparativos, y con más razón que un santo: ¿por qué hay dos excepciones? (Cabe otra observación: sus señorías disfrutan de espléndidos privilegios de los cuales, como en La vida es sueño, “yo no gocé jamás” en mi vida profesional. Y como yo, millones de trabajadores.)

  Desconozco las explicaciones oficiales que permiten tal diferencia. Supongo que en ellas figura algo absolutamente obvio: la información privilegiada de que gozan sus señorías sobre temas económicos, sociales, proyectos… Así, cualquier parlamentario relacionado con una empresa constructora puede volverse imprudentemente locuaz ante sus socios porque tiene información aún no pública sobre proyectos de cualquier consejería. O hace interesantes comentarios mientras cena con clientes a quienes asesora en cuestiones mercantiles.

    A fin de cuentas, la preciosa información proviene de sus actividades en comisiones parlamentarias (Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas; Industria, Energía, Comercio y Consumo; Obras Públicas y Transportes; Política Territorial, Sostenibilidad y Seguridad; Empleo, Políticas Sociales y Vivienda…). Porque como en cosas de dineros las relaciones se usan para beneficios propios, algún desaprensivo cliente de sus asesoramientos puede mostrarse muy interesado en ciertos detalles. Y ya se sabe: quien paga... O, acaso, el diputado puede interceder para su empresa (o compañía “asesorada”) si el reglamento no lo impidiera con riguroso acierto… aunque algo relajado, según algunos.

   Elemental, señor Corujo, señoría psocialista que defiende la “flexibilización”. El susodicho reglamento no solo debe imponerse: necesita fortalecerse y ampliarse ante la picaresca (a fin de cuentas, “creación” española) y ciertos subterfugios legales. La SER denunció un inmediato ejemplo de lo anterior: el embajador en India y un político segoviano (ambos del PP) andan envueltos en tales intermediaciones desde su etapa como señorías nacionales… y con aparentes beneficios euriles de muchos cientos de miles. Pero afirman que la comisión parlamentaria correspondiente estaba al tanto. Nada ilegal, pues, cometieron desde su punto de vista. Lo cual, dicho sea de paso, fue considerado como “normal” por el señor Rajoy… 24 horas antes de que el partido les abriera expediente. Porque para el señor candidato del PP lo “normal” puede no ser, a veces, lo prudente. O lo otro.

   Me parece muy bien que usted, señoría, defienda lo que defiende, aunque me causa cierto estupor que desde su partido no le hayan contestado, qué cosas. Más: si usted quiere cobrar por su actividad privada, nadie le niega su derecho. Pero antes abandone la política pues estética, sentido común y la tal reclamación son incompatibles. Ya pagamos con esplendidez para, precisamente, contrarrestar ciertas debilidades humanas: sobrepasan sus nóminas, con mucho, a las de millones de ciudadanos a quienes les gustaría encontrar una segunda limosna para cubrir elementales necesidades.

  Y si a usted le subliman los asesoramientos a empresas sin cobrar un duro del Parlamento, lo mismo: abandone el escaño. Porque no creo a estas alturas y harturas, señor Corujo, en el desinteresado sacrificio por los demás. Ni profeso cual creyente en la dadivosidad hacia los ciudadanos o en emotivas fraternidades humanas  como para entregarse al Parlamento sin nómina (que no nominilla), salvo que esta venga cubierta por consorcios o alianzas empresariales.

   Es más, señor Corujo: no justifico ni tan siquiera las excepciones que se hacen con profesores y estudiosos. Acaso las entendería en quienes se dedican a la investigación literaria, por ejemplo. Dadas las cotizaciones económicas en torno al verso esdrújulo de Cairasco o la obtención de beneficios a través del compromiso social de Antología cercada, tengo la impresión de que ni habrá tentaciones ni, por supuesto, corruptelas o aprovechamientos de conocimientos oficiales reservados. Aunque si se trata de laboratorios (no solo se investiga sobre cuestiones químicas o físicas, que también), la cosa ya puede mercantilizarse en cuanto que podrían suponerse beneficios económicos (ayudas oficiales, becas de investigación en empresas no estatales, mercado comprador…). De todas formas, una pregunta: ¿a qué profesor de instituto y con dedicación exclusiva –funcionario, laboral o contratado- se le permite compaginar su horario oficial de clases, visitas, reuniones departamentales… con otro en un centro privado?   

   Se alternen presidencias cabildicias o alcaldías con parlamentos y Senado; se vaya al aula, al laboratorio, al despacho privado o se ejerza de libre asesor, tengo como cierto que no debe haber excepción alguna en la tal absoluta incompatibilidad. Las clases, por ejemplo, exigen muchas horas diarias para prepararlas; la continua puesta al día en didácticas, contenidos y estrategias de aula no permiten de ninguna manera la alternancia con el Parlamento. Mucho menos en profesores universitarios: de tal desajuste se quejan los alumnos. Estos hablan de pergaminos sobre las mesas de algunos profesores - políticos.

   De la misma manera sucede en la llamada investigación científica: también requiere de mucha concentración como para dejar laboratorios o salas en momentos de intenso trabajo mientras el investigador – parlamentario mezcla componentes químicos y, a la vez, repasa mentalmente su intervención en la Cámara para discutir sobre el reparto del ITE. Y a la inversa: si la actividad parlamentaria (que no solo son sesiones plenarias) coincide en las horas con la universitaria, ¿cuál tendría preferencia? La respuesta cae por el peso de los euros: si no asiste a clase, no pasa nada. Si falla en el Parlamento, acaso no cobre el incentivo.

   Por tanto, mi máximo respeto al señor Corujo, faltaría plus. Pero, a la vez, mi rechazo a tal desajuste racional, pues hace suponer que la actividad parlamentaria exige poco ante la realidad de Canarias. Lamento saber de él por tales planteamientos, no por impactantes intervenciones en el Parlamento. Pero está a tiempo de dimitir y, después, podrá dedicarse a las sociedades limitadas.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar