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martes, 23 de abril de 2024 10:22h.

Africanos - por Teodoro Santana

 

teodoro santanaLa ideología dominante en España (esto es, la ideología de su clase dominante) aún sigue poseída por su visión imperial, por su propia mitología de cómo llevaron graciosamente “la lengua, la civilización, la religión y la cultura” a los desarrapados de medio mundo, fueran amazigh de Canarias, indígenas americanos, “moros” o filipinos. Dentro de sus cabezas, el sol sigue brillando eternamente en sus dominios.

 

Africanos - por Teodoro Santana *

La ideología dominante en España (esto es, la ideología de su clase dominante) aún sigue poseída por su visión imperial, por su propia mitología de cómo llevaron graciosamente “la lengua, la civilización, la religión y la cultura” a los desarrapados de medio mundo, fueran amazigh de Canarias, indígenas americanos, “moros” o filipinos. Dentro de sus cabezas, el sol sigue brillando eternamente en sus dominios.

Por eso el imperialista español, el godo, erigido en supremo estandarte de la “madre patria” y los “valores occidentales” del hombre blanco, se sigue considerando superior a esos “atrasados” latinoamericanos, a los que les puede explotar y encima dirigir por el “buen camino”.

Y por eso, un rey español impuesto por el dictador fascista Franco, se consideró con derecho a mandar a callar públicamente a un presidente electo de una nación soberana, con el regocijo y el aplauso de los medios de comunicación imperialistas. Da igual que de aquel imperio colonial español sólo les quede Canarias y las plazas militares de Ceuta y Melilla. Son blancos, son europeos, son superiores.

Esa mentalidad imperialista no decae por el hecho de que España sea un simple apéndice subordinado del imperialismo euro-norteamericano, sumida en una brutal recesión, con un sistema político posfascista en descomposición y devorado por la corrupción. Manteniendo el arquetipo de hidalgo que Quevedo describe en La vida del buscón llamado Don Pablos, el casposo imperialismo español sigue erre que erre.

Lo malo es que muchos españoles, aún pasando miserias, asumen como propia esa ideología imperial de sus explotadores. Y lo patético es que, como demostración patente del síndrome del colonizado, muchos canarios lo hagan también.

A quinientos años de dominación colonial se sumaron cuarenta años de dictadura fascista. Y a estos otros cuarenta de monarquía postfranquista. Por eso no debe extrañar que lo que más teman los canarios es ser confundidos con moros o con negros. Y que en lo que más insistan es en ser "europeos", negándose a sí mismos hasta geográficamente.

Cuando se expone la evidencia de que somos africanos –saque el mapa, Gregorito–, en seguida se recure a que "políticamente somos europeos", lo que en realidad no es sino reconocer de facto que somos colonia de un país europeo, por mucho que queramos evitar ser maúros (mauros), magos o africanos.

Pero, claro, si lo que se nos presenta como África no es otra cosa que el infierno en la Tierra, y si Europa se nos vende como el epicentro de todos los bienes celestiales, ¿quién va querer ser pobre, hambriento, miserable? Seamos blancos, españoles, europeos. Donde vamos a comparar: negacionismo a toda costa.

Vaya usted a decirle a esa burguesía colonial intermediaria, o esa pequeña burguesía isleña, o esa burguesía burocrática que copa los altos puestos de la administración y de la universidad en las Islas, que son africanos. Eso es atentar contra la representación vital que se han impuesto. Y que nos han impuesto.

Igual de triste y, lo que es peor, alienado, es que los canarios traten de presentarse como europeos, como que los asalariados nieguen ser proletarios para pretenderse clase media. Las trabajadoras y los trabajadores canarios, que no son dueños de su propia tierra ni, por lo tanto, de sus medios de susbsistencia, deambulan como fantasmas irreconocibles, sin razón de ser (salvo pretender ser, ellos mismos, "colonos").

Lo que esconde esa ansia por ser "europeos" no es más que el desarraigo, la desposesión y el complejo de inferioridad soterrado. Mientras no nos conozcamos –y nos reconozcamos–, dificilmente podremos cambiar, abrir el futuro, liberarnos como seres humanos.

Cualquier camino revolucionario en Canarias pasa, en primer lugar, por emanciparnos de la autorrepresentación colonial, del relato imperialista. Por plantearnos como objetivo ser quienes somos y, por lo tanto, ser dueños de todos los medios materiales que hacen posible la transformación radical de nuestra sociedad.

Y recordarnos a nosotros mismos como un mantra: ¡Soy africana! ¡Soy africano! ¡África, África, África!

* En La Casa de mi tía por gentileza de Teodoro Santana

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