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jueves, 25 de abril de 2024 00:27h.

Agustín Bautista y el busto a Pérez Galdós - por Nicolás Guerra Aguiar

  Si en la del alba del Renacimiento (allá en la Florencia del siglo XV) los grandes maestros empezaron a llamar “primer pensamiento” a lo que hoy se denomina boceto (fase preliminar de un proyecto), Agustín Bautista Sosa tuvo desde los inicios la mente clara y las manos ágiles para entrar, incluso, en el paso anterior, el preapunte, que culminaría en el busto a Benito Pérez Galdós inaugurado el viernes pasado en el instituto que lleva el nombre de este novelista-dramaturgo. 

Agustín Bautista y el busto a Pérez Galdós - por Nicolás Guerra Aguiar

      Si en la del alba del Renacimiento (allá en la Florencia del siglo XV) los grandes maestros empezaron a llamar “primer pensamiento” a lo que hoy se denomina boceto (fase preliminar de un proyecto), Agustín Bautista Sosa tuvo desde los inicios la mente clara y las manos ágiles para entrar, incluso, en el paso anterior, el preapunte, que culminaría en el busto a Benito Pérez Galdós (foto Arcadio Suárez, Canarias7) inaugurado el viernes pasado en el instituto que lleva el nombre de este novelista-dramaturgo.   

   Así, la entrada al Centro es, desde aquel día, otro inmenso espacio al que se asoma la crítica mirada galdosiana, oteadora del diario acontecer en Paseo de Tomás Morales, avenida inexistente en Las Palmas que Galdós conoció. No es, pues, el Madrid novelado y retratado por nuestro paisano desde las interioridades de un manicomio (La desheredada); el demencial fanatismo religioso (Doña Perfecta); una campaña electoral con apoyo de la Iglesia católica al candidato ultraconservador que se apoya en ella pues la religión controla “a las masas estúpidas e ignorantes” (Gloria). Ni el Madrid del triunfo de Electra en los escenarios, inmediata inquietud en el ministro de la Gobernación porque el teatro de Santander en el cual se va a representar queda cerca de la Residencia de los Jesuitas  y en el camino del Convento de las Carmelitas. Y por eso el ministro apela en carta “al amigo” y le suplica que controle previsibles exaltaciones del público, tal como había sucedido en Madrid.

   Allí pasó la mayor parte de su vida, y en Madrid entró con bisturí diseccionador para mostrar miserias y bajezas humanas. Y aunque los madrileños lo consideran su novelista más destacado, a Galdós no le gustó el Madrid de corrupciones, escándalos, desvergüenzas de la Corte, banalidades de la magistratura, envilecimientos a los pies del trono, vicios de las clases acomodadas, superstición, frivolidad, ignorancia… (Así lo escribió en “El Audaz”; mas no se refiere, claro, a estos iniciales años del milenio en que vivimos.) Pero él también denunció al Madrid popular, el que había reclamado decenios atrás las cadenas del absolutismo monárquico, Fernando VII, Borbón perseguidor de liberales y derogador de la Constitución de 1812. 

   Sí, es el mismo don Benito que aquí, en la Gran Canaria, desde los iniciales años setenta del siglo pasado casi es causa directa de excomunión para varios intelectuales isleños (don Alfonso de Armas Ayala fue el guía grupal) empeñados en recuperar su figura física, su nombre y su palabra, ya desde el monumento erigido en la Plaza de la Feria (tiene los rasgos definidores de Pablo Serrano, autor que también lo es del monumento a Unamuno en Salamanca), ya en el callejero de las que nominan al barrio de Schamann, en la acrópolis; e incluso su Casa-Museo, centro de estudio e investigación.

   A solo dos años del primer centenario de su fundación, el instituto Pérez Galdós (don Benito era diputado a Cortes en 1914, y a él acudieron, y se empeñó en lograrlo) emprende caminos para celebrar tal acontecimiento en cuanto que significó el primer instituto de Gran Canaria, aunque los historiadores tienen la última palabra por si acaso hubo uno anterior. Pero, aunque así fuera, este es el oficial, el de siempre, en cuyas entrañas se guardan y protegen los expedientes académicos de miles de canarios de nuestra provincia (a fin de cuentas, todos los alumnos de todos los centros dependieron administrativamente del “Pérez”), casi todos anónimos, destacados prohombres muchos de ellos. Es un trabajo de investigación que completa el que en torno a todas las variantes del instituto llevan a cabo profesores del Centro con vistas al año 2016.

   Y quizás como  desagravio a la imposible concesión del Premio Nobel de Literatura en 1912 (Iglesia, Monarquía, Ejército, estamentos ultraconservadores y envidiosos escritores hicieron lo imposible para que no se le concediera), la figura monumental –serena, apacible, de mirada inteligente y escrutadora, exquisita obra escultórica de Agustín Bautista Sosa- se siente desde el viernes acompañada por las nobelísimas palmeras que en la zona oeste del Centro compactan el Palmeral de los Premios Nobel, diez phoenix canariensis plantadas en el jardín por otros tantos prohombres universales en Medicina, Literatura, la Paz, desde sus inicios allá en 1994. 

   Está en buenas manos el instituto Pérez Galdós. Quienes a él le entregamos decenios de nuestras vidas –Agustín, toda su carrera en el aula- y por razones cronológicas nos hemos marchado, sentimos plenas satisfacciones porque la novísima generación que nos sustituye está formada por gentes de bien interesadas en lo fundamental de un centro público: la rigurosa formación de sus alumnos en saberes, poliglotismos y libertades; en letras, ciencias, música (el coro, regulado), artes en general, nuevas tecnologías… y cuya realización práctica se vio en las participaciones de los alumnos el mismo día de la inauguración. Se palpa que también inculcan en ellos el respeto a los demás; y educaciones literaria, escénica (rigurosa dramatización), musical (afinados instrumentistas), formaciones a la manera del amigo Manso y sentimientos orgullosos que dignifican la enseñanza pública vista desde mi atalaya externa, muy exigente porque al “Pérez” le entregué casi tres decenios de mi juventud-madurez.

   Al fin, por fin, Agustín Bautista Sosa –Maestro en las artes, Profesor en las aulas- ve culminada su aspiración de años atrás. Cierto es que hace un tiempo a punto estuvo de perderse la monumental obra agustiniana por aturdimientos, subrepticios procederes y limitadores afanes de individuales protagonismos. Pero el loable empeño de este equipo directivo; el desinteresado afán de Agustín Bautista; el trabajo de varios departamentos, alumnado y personal más la colaboración oficial permitieron el afianzamiento del busto galdosiano.  Gracias sean dadas al sentido común y al empeño en cuanto que “el Pérez” es un símbolo que debemos engrandecer: es de todos. Y tienen suerte los alumnos, muchos de ellos vitalmente entregados a los papeles que les tocó representar aquel día. Hoy, insisto, está en muy buenas manos. Y eso sosiega, y se agradece. 

 

También en

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=337378

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/30719-agustin-bautista-y-el-busto-a-perez-galdos