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jueves, 18 de abril de 2024 01:15h.

Agustín Millares Sall, una voz de Antología Cercada (En el centenario de su nacimiento) - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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nicolás guerra aguiarEn julio de 1980 yo estaba de paso en un colegio mayor de Madrid. Debía soportar tales meseteros calores forzosamente, obligado a elevar a condición de algo imposible -un sueño, una quimera acaso- la zona sardinera de El Roquete, Gáldar, relajantes aguas marineras…

Agustín Millares Sall, una voz de Antología Cercada (En el centenario de su nacimiento) - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

En julio de 1980 yo estaba de paso en un colegio mayor de Madrid. Debía soportar tales meseteros calores forzosamente, obligado a elevar a condición de algo imposible –un sueño, una quimera acaso- la zona sardinera de El Roquete, Gáldar, relajantes aguas marineras…

madrid 1980el roquete gáldar

pce feria del campo 80  Me encontraba opositando a una de las plazas para profesor agregado de instituto y, como había aprobado el primer ejercicio, debía esperar a la convocatoria del siguiente. Una tarde me llamó Santiago Escudero Pereda (entrañable cura salesiano): supo por alguien que Agustín Millares Sall –yo le había hablado mucho de él en Las Palmas- iba a intervenir en un acto político – cultural organizado por el PCE en La Casa de Campo. Sin dilación alguna concretamos para el viernes de la misma semana. (El curilla era rebelde, acaso por cristiano. Hoy es ex.)

  (Una estrofa de “El martillo del minuto” -No existió más color que el de los lutos / ni había otra estación más que el invierno, / el traslado a la tierra del infierno / y el martillo infernal de los minutos- sembró aun más el silencio entre los asistentes y vi cómo por muchas cabezas se repitieron escenas personales, tragedias familiares, nocturnidades de sus propias vidas no vividas… mientras las banderas rojas de la hoz y el martillo –allá a lo lejos, una incipiente tricolor- cantaron en silencio otra estrofa de 1960: Si, entre las fauces de un trueno, / tu garganta se quebró, / mi corazón sigue lleno, / rebosante de tu voz / para que siga bebiendo / la luz de tu corazón.)

  Tras una guagua y un par de metros llegamos. Por el camino le hablé (acaso por segunda vez) de mi amistad lagunera con su hijo Agustín; también de la casa en que vivíamos seis estudiantes (“People House”); y de cómo, gracias a él, era la vivienda más protegida de La Laguna: muy cerca del número 64 (calle Tabares de Cala) un repetido Peugeot 403, negro, velaba por nuestra integridad. Desde el coche, con relevos a horas marcadas, dos miembros de la social le hacían el seguimiento por su significado papel en las huelgas de estudiantes y la manifestación universitaria la tarde del 5 de noviembre de 1970.

  Días antes yo había conocido a través del hijo a Agustín padre, invitado por la Universidad a un recital en el paraninfo: su palabra sonora, potente, dominante sin necesidad de micrófono se expandió por el salón de actos repleto de una juventud ansiosa que aplaudió con impactos emocionales e interrumpía al propio poeta. Aquella tarde – noche lo tuve claro: necesitaba conocer toda la obra escrita de Agustín Millares Sall.

  Su hijo y su mujer me abrieron en julio y agosto las puertas de su casa. Y Agustín, además, me permitió el acceso al material celosamente guardado, ordenado y protegido: recortes periodísticos, cartas comprometidas, fotos, revistas, comentarios de casi endiosados poetas peninsulares (Celaya, por ejemplo) y un sinfín de documentos manuscritos o mecanografiados absolutamente desconocidos por críticos, estudiosos y obreros de su palabra.

  De entre ellos destaco dos cartas de Gabriel Celaya (él y Blas de Otero habían sido proclamados desde 1955 iniciadores de la poesía social española de posguerra). Dice así una parte de la primera: “San Sebastián. 10 de Julio de 1947.  […] Germán Bleiberg me dio a conocer Antología Cercada. Después de leer el librito he sentido la necesidad de testimoniarles mi simpatía y admiración […] ¿Cómo les han permitido publicarla? […] Como ustedes son poetas de verdad […]”. De la segunda también entresaco algunos párrafos: “A los poetas de Antología Cercada. 23 de Septiembre de 1947. […] Es evidente la primacía que la lírica tiene en esa región […] Ustedes están a la cabeza de un movimiento para mí conmovedor […] Y es como cifra de una poesía humana y caliente, comprometida, que está exenta de la superficialidad de que amplios sectores de nuestra poesía adolecen”.

 ¡Cuánta razón la del poeta vasco!  Antología Cercada vio la luz en 1947. En aquella década las publicaciones estaban no solo al margen del drama social sino, incluso, de la propia sociedad. Así, a la ordenada y serena visión del mundo está dirigida la revista Garcilaso (amor, sentimientos, belleza… a la manera del maestro renacentista). Para otros, el canto fúnebre y fascista al fundador de Falange Española (Corona de sonetos en honor a José Antonio Primo de Rivera). Dámaso Alonso ve el mundo como un caos y una angustia (acaso la existencial): “Hemos gemido largamente en la noche”. De ahí, Hijos de la ira. Los republicanos “arrepentidos” de sus veleidades políticas se integran en la revista Escorial. Valbuena Prat publica Antología de la poesía sacra: en ella participan poetas de los años 40... Y otras publicaciones más, claro, como Espadaña, Proel…, cuyo estudio pormenorizado es imposible en este trabajo de recuerdo.

    Pero ninguna bajó a la calle, insisto, con el compromiso de Antología Cercada. Así lo proclama Vicente Aleixandre –premio nobel de literatura- en carta enviada a Agustín Millares (mayo de 1982) tras el homenaje a Antología Cercada en el instituto Pérez Galdós con intervención de todos ellos (el propio Agustín, Ventura Doreste, José María Millares y Pedro Lezcano) salvo Johan, muerto años atrás: “Fuisteis los verdaderos pioneros de un movimiento que había de dejar un hondo surco en la marcha de nuestra lírica y además me atrevería a decir que en el mismo decurso de la cultura social”.

 

agustín millares nicolás guerra

 

(Agustín Millares es el tercero por la izquierda, con gafas oscuras)

 

   Más: “El martillo del minuto, I y II” (poema de Agustín Millares) es el pórtico de la obra que inaugura el compromiso social de la poesía española de posguerra, ocho años anterior a la consideración oficial sobre Otero (Pido la paz y la palabra) y Celaya (Cantos iberos). Se trata de el mismo Agustín que 33 años después levantó puño (nos contagió al cura y a mí), palabras y poesía la calurosa tarde en La Casa de Campo. Jamás había visto al poeta tan “Pájaro y hombre a la vez, / donando al pueblo su sangre”, tal como define a Miguel Hernández.

 

     

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA