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jueves, 25 de abril de 2024 15:48h.

Antonio Concepción Pérez - In Memoriam - por Francisco Javier González

 

FRASE FCO JAVIER CONCEPCIÓN

 

Antonio Concepción Pérez - In Memoriam - por Francisco Javier González *

Cuando uno, como es mi caso, se convierte en octogenario, se le va encalleciendo el alma con cada nuevo golpe que significa la muerte física de los seres queridos, de los miembros de la familia,  de aquellos amigos que son como hermanos y que uno voluntariamente acoge  como tales y hasta de aquellos compañeros que compartieron los juegos infantiles o los escarceos de la adolescencia en los bancos del Instituto en una época  en que veíamos la vida con la alegría de la poca experiencia. Debería estar uno acostumbrado pero no es así. No puede el ánimo habituarse al golpe de las separaciones de aquellos a quienes amamos y, mucho menos, cuando esos golpes ni siquiera vienen espaciados para que vayamos  asumiendo ese hecho irreversible. En la misma luctuosa noche de este 9 de agosto dos de esos que eran más hermanos que amigos, uno en Lanzarote y Antonio en Tenerife, emprendieron ese viaje definitivo del que solo se regresa por la memoria de los que quedan para mantener su recuerdo.

Antonio Concepción Pérez era el prototipo de amigo sereno, que nos va comunicando su saber –en su caso vasto y diverso- sin alarde alguno, como con cierta timidez en mostrar su sabiduría. Hicimos juntos el bachillerato en el que todavía era el Instituto de Canarias y nos unía el entusiasmo por conocer nuestra tierra y nuestras raíces. Palmero de corazón y lagunero de adopción, bastantes pateadas compartimos por los riscales de la costa norte de Tenerife y por las Cañadas de Echeyde buscando los rastros de nuestros antepasados. Pedazos de cerámica esparcidos por los alrededores de los auchones o tabonas de negra obsidiana que clasificábamos, tranquilamente bajo la atenta mirada de su hermano Rogelio, en su casa de la calle Núñez de la Peña, o en la mía de Cabrera Pinto. Con Bonilla, otro compañero tacorontero, encontró Antonio un enterramiento en los riscos de Mesa del Mar de los más interesantes que se conocen, que se exhibe hoy en el Museo Arqueológico de Tenerife aunque ni siquiera figura el nombre de sus descubridores. Después del primer curso en la ULL, común para todos los de “Ciencias”, Antonio salió fuera a estudiar medicina y yo me quedé en químicas en nuestra vieja Aguere, aunque reanudábamos los encuentros cada verano. Más tarde, casados y con hijos ambos y con un desarrollo profesional diferente, no pasaba mucho tiempo sin que nos sentáramos en La Laguna a compartir todo aquello que nos unía, aparte de la amistad que nunca disminuyó.

Lector voraz de todo lo que se refiriera a la biología y la naturaleza canaria, por su influencia me suscribí a “Vieraea”(Folia Scientiarum Biologicarum Canariensum) que, por el año 1970 fundó Wolfredo Wildpret  y en que, además de Antonio Concepción, colaboraban otros amigos comunes como Checho Bacallado, Paco García-Talavera o Carlos Silva y luego, ya por el 98, a “Macaronesia”, el Boletín de la Asociación de Amigos del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife en la que también participaba, publicaciones estas que me consta que Antonio, a sus expensas, remitía a interesados de bastantes partes del mundo de habla hispana. Su afán de conocer abarcaba muchos otros campos, además de la psiquiatría su especialidad médica, era un verdadero experto en nuestra flora y fauna, en especial las aves.  

Los 20 triunfos de Vasco Díaz Tanco.Portada

Nos compartíamos muchas noticias y publicaciones. Por su contacto conocí los primeros viajes chinos fuera de Asia y viajes de hispanoárabes por el norte de nuestro continente. Me regaló una copia de la parte “de las islas del Océano Atlántico, y primero de las Canarias” de la antigua edición de 1950 de la “Descripción de África y de las cosas notables que en ella se encuentran” de León el Africano y, años más tarde, la nueva edición completa de la obra con un prólogo de Amin Maalouf que había novelado la vida del escritor, viajero y diplomático granadino Al-Hasan Ben Muhammad Al-Wazzan Al Fasi, bautizado en Italia por el Papa con el nombre de Juan León de Médicis y conocido como “León el Africano”. Recuerdo que le correspondí al encontrar en mi casa, coleccionados por mi padre, varios números de las primeras “Revista de Historia” de los años 1924 a 1926 que estaban repetidos. Si encontrábamos algo fuera de lo normal, aun estando en islas diferentes, nos lo remitíamos. Valga como ejemplo que en el año 84 se publicó por la Editorial Crítica de Barcelona el Diccionario Oxford de Literatura Española e Hispano-americana, en que Antonio encontró las referencias a Vasco Díaz Tanco (1490-1573) (o Vasco Díaz Fregenal por adoptar como apellido su localidad de nacimiento, Fregenal de la Sierra ). Buscó la publicación original de “Los veinte triunfos” de 1530 y encontró la reproducción del ejemplar de la Biblioteca Nacional que había hecho la Junta Técnica de Archivos y Bibliotecas. Encontró también que la Revista de El Museo Canario (Año II nº4 de Diciembre de 1934) había publicado una reproducción crítica de Rodríguez Moñino con “Los Triunfos Canarios”. De ese trabajo de paciente y sabia hormiga me remitió una fotocopia del artículo del Museo Canario y otra del original de la Biblioteca Nacional que contiene el “Triunfo Gomero”. Salvo al Conde, sus agregados y sus aquellados, no experimenta el extremeño ningún afecto a los naturales de la isla “onde aquellas gentes brutas/de tamarco son indutas”. Comentamos entonces la diferente grafía con la que aparecen los nombres de las localidades gomeras que Vasco visitó: val de Armigua, Chapude, Archereda, Loera, Alaeró, Arure,Menchehigua, Chehalipes, Agando… y quien constituía la población “Los naturales isleños/tienen bivienda tereste/entre gomeros, herreños/assaz guanches y palmeños/ con su logela silencio”. 

Trinfo Gomero

Nuestros antepasados creían que los hombres sabios, los amusnaus, en realidad no morían. Volvían de los Montes Claros como “Machiales”o “Machales” para seguirnos alumbrando y guiando con su consejo. Aquí en Gomera, hasta hace muy pocos años, se daba de comer a “los Cuervos de Machal” porque se creía que transportaban de vuelta a esos Machiales. Antonio era un intelectual integral, curioso e inquieto, explorador de saberes como aquellos renacentistas ávidos de conocimientos variopintos, era, en resumen, un Amusnau que por lo tanto seguirá compartiendo con nosotros todo aquel saber que atesoraba.

Artimlilit amidi Antonio. Talwit fell as. Hasta la vista Antonio. Descansa en paz. 

Francisco Javier González 

Gomera a 11 de agosto de 2020 

 

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