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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Apócopes de cargos políticos - por Nicolás Guerra Aguiar


Nicolás Guerra Aguiar le da imaginativamente otra acepción al término "apócope" para hablar de otro tipo de supresión.




 

Apócopes de cargos políticos - por Nicolás Guerra Aguiar

  Bien es cierto que, en rigor, la apócope se refiere a la supresión de algún sonido al final de palabras (gran / grande, tan / tanto), pero me parece que no cometo ningún disparate –discúlpenme los puristas-  si por esta vez no elimino la sílaba final, sino que le doy otro significado: excluir de la actividad política a muchos vividores.

  Porque, visto lo visto, vistos los rendimientos a lo largo de tres decenios y pico, la conclusión es definitiva: desde 1978 hasta el momento en que Europa triunfa sobre España (¡ya no existe Carlos V!), hemos ido padeciendo una progresiva pérdida de intelectuales, hombres de Estado, sabios en las cosas del pensamiento, de las ideologías, que han sido sustituidos por gentes inteligentes, bien es cierto, pero algunos sin principios éticos, carentes de moral, honradez, honestidad y decencia.  

  Y junto a ellos, a sus órdenes y en la sumisión total, miles de satélites, gentes mediocres, anodinas, insignificantes, incapaces de ordenar ideas y actuar con proyectos racionales e inteligentes. Son aquellos que aplauden a rabiar a sus líderes, a los dioses consumados que entran en los mítines con absoluta seguridad pues saben que más de la mitad de los allí presentes les deben el pan, el colegio del hijo, el pago de la hipoteca, el viaje de verano, por más que entre apasionados aplausos y encendidas loas algunas mentes esconden manías, aversiones, rencores, puesto que se saben títeres, personajillos atados a los caprichos del todopoderoso.

  Muchos, con la idea de ser llamados si el guía, el elegido, llega al poder. Y entonces se ofrecen, se venden, se restriegan («ya sabes que puedes contar conmigo para lo que haga falta») porque es preciso asegurar la paga del mes, y a ser posible la del cuatrienio. Y da igual que cuenten con ellos para Industria, Educación, Asuntos Sociales o Sanidad: valen para directores generales o adjuntos al mando; se ofrecen como asesores en temas económicos o representantes en consejos de administración, por más que ni sepan administrar ni tengan idea de qué es aquello de la Zona Especial Canaria, un suponer, pero da igual: lo mejor es pasar desapercibido y dejar hacer.

  Y eso lo sabe la señora Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña. Y como es una mujer astuta, espabilada, lúcida, distrae al personal y reclama la apócope de señorías en el Parlamento regional: propone que se estudie la reducción. Lo cual, dicho sea de paso, es un acierto: su experiencia le ha demostrado que con la mitad de parlamentarios es suficiente. Pero también sabe que las leyes tardan quinquenios desde que se discuten hasta que se aprueban y ejecutan, por eso lo pregona, porque sabe que todo seguirá igual. Sin embargo, nada dice del Senado, de la Jefatura del Estado, de sesenta nóminas que Madrid paga entre sus distintos gabinetes. Ni de los cien cargos de confianza. Y hace mutis por el foro si se le pregunta por maridos, mujeres, amigos y parientes que cobran por Bankia, por ejemplo, o figuran en los consejos de empresas propiedad de la Comunidad. (Qué curioso: quiere eliminar a representantes del pueblo, pero no a los demás, por más que sí es urgentísima la racionalización numérica.)

  Sí, en efecto, sobran decenas de miles de profesionales políticos. Y el país necesita gente preparada, especializada, culta, despierta, capaz de razonar y deducir, de hilvanar ideas, rigurosa, de convicciones democráticas, defensora de libertades y derechos constitucionales. Y la apócope urge, es vital, pues no solo gobiernan miles de incapacitados para tales menesteres sino que consumen la mayor parte de los presupuestos y, además, sus incompetencias bloquean desarrollos, ideas, avances, modernizaciones en pueblos, ciudades, comunidades.

  Bien es cierto que los partidos políticos que ganan por mayoría absoluta elecciones municipales, cabildicias, autonómicas o estatales gobernarán con su gente. Y por más que en las tomas de posesión todos sean ejemplos de democracia participativa cuando pregonan que tienen sus manos tendidas a la oposición porque lo importante es el pueblo, la isla, la comunidad, el país, a los pocos días imponen sus mayorías absolutas y rechazan, de plano, cualquier sugerencia o propuesta (pueden ir cargadas de razones, argumentos o beneficios, da igual). E inmediatamente se les busca ubicación con nominilla contundente a todos los concejales y consejeros del partido o de la alianza, por más que algunas competencias se dupliquen, sean insignificantes o no tengan razón práctica de ser (Ayuntamiento capitalino, Cabildo grancanario, por ejemplo, desde 1979. O Gobierno central con el PSOE, que llenó la Administración de gente mediocre, e incluso a algún ministerio de ridículos, vergonzantes y ñoños mensajes sublimadores cuando España ocupó la presidencia europea, qué toletada, qué machangada).

  Sí, es interesante –al menos así me parece- que se discuta sobre la eliminación de puestos políticos, decenas de miles, y de los otros, los digitales. A la vista está que sobra la mitad de los parlamentarios. Y que un ayuntamiento como el de Las Palmas no necesita –tal como está- diecitantos concejales con dedicación exclusiva: si no hay dinero, no son útiles. Política Social, Transportes y Vivienda, Juventud e Igualdad, Empleo y Cooperación Institucional son, en el Cabildo, cuatro consejerías cuya efectividad real me permito poner en duda, no porque debamos prescindir de sus intenciones ni por incompetencias personales, en absoluto. Pero mucho me temo que en las circunstancias actuales sus presupuestos dan para cubrir gastos de personal… y poco más.

También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=264674

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/14560-apocopes-de-cargos-politicos