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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

Entre aristócratas y proletariado socialista - por Nicolás Guerra Aguiar

 

nicolás guerra aguiarPacífica revolución interna la que se produjo en el PSOE la noche del domingo pasado. El triunfo del señor Sánchez sobre el aparato del Partido y la candidata de los acomodados inmovilistas significa que el poder retorna –acaso como utopía- a sus propietarios. Las palabras de la señora Díaz (“Pedro, jamás has ganado unas elecciones”) se volvieron simbólicamente contra la princesa mora cual flechas de fe y saetas de esperanza, imágenes de Gerardo Diego para referirse poéticamente al enhiesto ciprés del monasterio de Silos, surtidor de sombra y sueño.  

 

PAGE FELIPE SUSANA GUERRA

Entre aristócratas y proletariado socialista - por Nicolás Guerra Aguiar *

Pacífica revolución interna la que se produjo en el PSOE la noche del domingo pasado. El triunfo del señor Sánchez sobre el aparato del Partido y la candidata de los acomodados inmovilistas significa que el poder retorna –acaso como utopía- a sus propietarios. Las palabras de la señora Díaz (“Pedro, jamás has ganado unas elecciones”) se volvieron simbólicamente contra la princesa mora cual flechas de fe y saetas de esperanza, imágenes de Gerardo Diego para referirse poéticamente al enhiesto ciprés del monasterio de Silos, surtidor de sombra y sueño.  

resultados primarias psoe

    Hicieron falta votaciones secretas para que la mayoría de sus militantes rescatara algo suyo: el Partido. Y lo recuperaron frente a quienes se habían adueñado del PSOE a veces por complacencias, desidias o férrea disciplina. Añadamos monopolios de poder, agotamiento de sus militantes, ausencia de sensibilidades, forzados barrotes a conciencias proletarias, renuncia a la esencia pura del socialismo... Todo este conjunto de actitudes y actuaciones desequilibró sustancialmente al PSOE oficial y lo fue marginando de su imprescindible condición democrática. Y, por tanto, de su gente.

   Barones y canonjías urdieron, a la par, maniobras palaciegas a base de traiciones, deslealtades y felonías más propias de regímenes absolutistas y soberbias conciencias: fue la aristocratización del poder y el consiguiente distanciamiento de la razón social.  (Gentes hay a cientos que piensan en título nobiliario –rango muy superior al de militante de base- y no en personas de influencia y poder cuando se habla de “barones” socialistas. Confusión, por cierto, nunca aclarada por los interesados.) 

   El PSOE, desde los vergonzantes y vergonzosos coletazos de la etapa gonzalezana dejó de ser la ilusión mayoritaria de simpatizantes, decepcionados y maltrechos tras el impacto emocional de tantas y tantas traiciones. Ya lo apuntó un exministro psocialista: “En España es muy fácil hacerse rico”. Y desde arriba los más avispados (por inmorales) se dieron a la tarea desprovistos ya de palabras nobles y elementales, respetos a las mismas y burlas a quienes confiaron en ellos. Fortalecieron fronteras regionales y, poco a poco, se convirtieron en auténticos señores feudales a la manera de sus antepasados del Medievo, a fin de cuentas antecedentes históricos, ADN definidor. Así, barones territoriales son, hoy, caciques con inmenso poder a quienes temen las bases. Y una prueba de tal temor la vimos el domingo tras los resultados: miles de avales conseguidos para la señora Díaz –a fin de cuentas, princesa mora entre barones- se convirtieron en votos a favor del señor Sánchez gracias al secreto del proceso electoral.

BARONES PSOE

   Los barones –todopoderosos- habían complacido en sus inicios al señor Sánchez: dejaron que accediera a la secretaría general años atrás. A fin de cuentas sería su marioneta: todo movimiento estaba controlado y, por si acaso, se le recordaba su dependencia de la élite gobernante. La natural ambición de un joven principiante y muchas veces contradictorio jugaba a favor de protectores y guías espirituales a manera de consejeros y partes interesadas. Hasta que el señor Sánchez reclamó su propio espacio y la autonomía inherentes al cargo. “¡Motín a bordo”!, gritaron los barones y la princesa mora. Así, adargas, lanzas, nobles espadas de acero toledano, cimitarras, traidores, el aparato del Partido y el inmenso poder de algunos medios de comunicación se aliaron para salvar a España y, de paso, recuperar la natural estabilidad bipartidista. Pero no terminaron con él: el exsecretario general ancló en sus manos la proximidad a las bases, emputadas por la abstención en el Congreso para que el señor Rajoy recuperara la presidencia del Gobierno.

GUERRA GONZÁLEZ ZAPATERO SUSANA RBCB

   Obviamente, el señor Sánchez está en peligro. Es, hoy, símbolo de un descubrimiento revolucionario: los barones y la princesa mora son humanos. No tienen protección divina. Ni tan siquiera los señores González, Guerra o Zapatero son representaciones de Zeus, rey de los dioses y dios del cielo y del trueno. Más: sus palabras no trasmiten omnipresentes voluntades. Todos, juntos de mancomún, no alcanzaron ni por asomo a interpretar como en el Poema del Çid el vuelo de una corneja –Pedro Sánchez- cuando bajó a las bases socialistas y habló con ellas. Y como no supieron entender que el ave iba a servir de guía, presagio o señal para renovados caminos, su poder sobrenatural se esfumó.

   Pero no están dispuestos, en nombre de la izquierda (palabra que llena sus bocas), a permitir alteraciones en el orden establecido. Irán a por él, sin duda, como hicieron Bruto, Casio y Casca, líderes de la conjura contra César. Muchos lo harán con sutilezas, habilidades, inteligentes estrategias (hay en sus filas profesionales de la política, maquiavelos). Otros dejarán en manos de los segundones las simbólicas puñaladas. Pero de una forma u otra intentarán acabar políticamente con Pedro Sánchez. A fin de cuentas los ha dejado (excepto a la señora presidenta de Baleares) en su pura estructura ósea y pellejil.

   El PSOE no desaparecerá, a pesar de todo. Acaso se transformará, sufrirá cambios internos –los externos empezaron el domingo pasado- por su propia condición de estructura política asentada en ideas, pensamientos, discusiones y palabras. Ya no es, claro, aquel revolucionario planteamiento de ideología marxista pregonado por Pablo Iglesias en el Congreso de los diputados, el mismo Iglesias que años antes proclamó el pacifismo y su absoluta oposición a las guerras, tan nefastas para la clase trabajadora. Pero sí aparece ante sus votantes como lo opuesto a lo actual, lo contrario a rancias tradiciones y desfasadas usanzas del poder…

   Sí, los dioses de la señora Díaz eran barro (no el de Miguel Hernández, claro). Lo mismo sucede con sus deificaciones. El apoyo incondicional del señor Zapatero y la fantasmal presencia de los señores Guerra y González en su último mitin me parecen, vistos los resultados, rememoranzas del anteayer ya viejo y caduco frente a las ensoñaciones de los votantes. Guerra, González, la princesa mora y los barones son el pasado, acaso la sombra y el sueño del cementerio.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA