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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Contra el ataque a la sede del PP - por Nicolás Guerra Aguiar

 La sede del Partido Popular en Las Palmas de Gran Canaria sufrió las consecuencias de actuaciones violentas por parte de gentes desconocidas. Roturas de cristales, pintura encarnada (¿por qué no verde, azul, lila?) en los mismos y una frase -”PP fascistas, verdaderos terroristas”- completan la actuación de quienes actuaron de manera tan irracionalmente irracional, 

 Contra el ataque a la sede del PP - por Nicolás Guerra Aguiar *

   La sede del Partido Popular en Las Palmas de Gran Canaria sufrió las consecuencias de actuaciones violentas por parte de gentes desconocidas. Roturas de cristales, pintura encarnada (¿por qué no verde, azul, lila?) en los mismos y una frase -”PP fascistas, verdaderos terroristas”- completan la actuación de quienes actuaron de manera tan irracionalmente irracional, tan apasionadamente desestabilizados, tan en desajuste con los elementales principios de la libertad. En consecuencia, su comportamiento me lleva a levantar mis voces para rechazar tales prácticas y reprender a sus autores materiales e ideológicos (si los hubiera), pues con actos como los del pasado domingo -en la del alba- no se apuntala el sistema democrático.

   Y vienen a cuento las palabras anteriores tras serenas meditaciones ante las distintas variantes que surgen para aventurar la razón de ser de tales procederes, increíbles en vísperas electorales cuando precisamente el pueblo -aquel tan castigado desde hace años- tiene en sus manos el poder decisorio. Porque de la misma manera que pone concejales, parlamentarios, diputados... puede no renovarlos o frustrar apetencias, tal es la extraordinaria fuerza que acumula aunque el Sistema sólo le permita usarla cada cuatro años (¡tonto que es el Sistema!).

   Así pues, la única razón de que el PP obtuviera mayoría absoluta en 2011 no radica en la constatación de exquisitas capacidades intelectuales ni, muchísimo menos, en su convicción ética del terrible desequilibrio en que se encontraba la sociedad española. Los votantes -ya no somos primerizos en las cosas de las elecciones- sabían a quiénes votaban aunque, acaso, estaban más seguros en torno a quiénes no tenían que votar. Por tanto, la situación hasta noviembre es la voluntad manifiesta de casi once millones de españoles.

   Y como todo lo que es tiene su razón de ser, la agresión física a la sede del PP en Las Palmas es un compendio de distintas opciones hasta que la policía descubra a sus autores. En principio, pudo tratarse de una chiquillada, una estupidez, una sinrazón que se les fue de las manos. ¿Posible? Sin duda. ¿Probable? Podría parecer que no. La rima “fascistas” / “terroristas” más parece propia de quienes están acostumbrados a crear lemas para campañas, trátese de manifestaciones contra el aborto o matrimonios homosexuales, por ejemplo,  o acaso posicionamientos frente a barbaries del ultraliberalismo hoy imperante. Aunque en una mente estructurada la inclusión de tal apariencia puede no ser casual (más: exactamente lo contrario, intencionada).

   En segundo lugar, es bien sabido (y socorrido) que la mejor manera de atacar al enemigo es actuar en su nombre. Así, desde 1933 Hitler buscaba la consolidación de su omnímodo autoritarismo personal. Y para tal consecución necesitaba que el Congreso alemán le concediera poderes excepcionales. Por tanto, ordenó el incendio de un edificio emblemático, el Reichstag, que lo era del Parlamento. Una hábil campaña propagandística acusó a los comunistas de tal barbarie y Hitler consiguió el ascenso de su grupo hasta llegar al poder absoluto: la dictadura. E iglesiucas (a la manera unamuniana) hubo que en el 1936 español fueron incendiadas precisamente por quienes más beneficio iban a sacar de su destrucción (atacaban el sentimiento religioso de una gran población semianalfabeta). Además, tenían la experiencia de sus mentores ideológicos alemanes.

   ¿Cabe esta segunda conjetura en el acto al que me estoy refiriendo? Bien es cierto que la cosa no se presenta con holgura numérica para el Partido Popular (y sus mentes razonadoras saben los porqués). Que la sede central de Las Palmas (no la de un barrio pueblerino) haya sido víctima de tal atrocidad puede, sin duda, despertar también sentimientos de identificación. Pero de ahí a que la acción se gestara con todo rigor desde la misma esencia del PPartido hay, como poco, una distancia de varios añosluz, y recordemos que la luz se desplaza a una velocidad de 300 000 quilómetros por segundo. (Que el Gobierno de Canarias tomara legítima posesión de las dependencias policiales ubicadas hasta hace unas semanas justo frente a la actual sede violentada del PP es azar,  casualidad, chiripa cronológica: a nadie se le ocurre atacarla para demostrar que la zona quedó desprotegida.)

   Descartada por obvia la posibilidad de que algún partido político contendiente en estas elecciones tenga algo que ver, finalizo con una tercera elucubración: que se trate de una venganza personal. Algún ciudadano, llevado por la ira (uno de los siete pecados capitales) arremetió contra la sede simplemente para desfogar odio acumulado por algunas circunstancias negativas cuyo origen o causa centra en el PP. Sin embargo, dos consideraciones: la voz “verdaderos” en el texto me hace dudar de algo tan simple, pues viene a significar que no son otros los terroristas -tómese en sentido no literal, quede claro-. Con lo cual ya entraríamos en el complejísimo mundo del subconsciente, en cuestiones muy personales, en creencias que giran en torno a la primera persona. Y la otra es la referida al color de la pintura: desde tiempo atrás, el rojo simboliza un sentimiento político. Pero, claro: ¿y quién demuestra que su elección no fue intencionada, precisamente por el simbolismo? De cualquier forma, algo es cierto: no pasaban por allí casualmente.

   En conclusión: no es la manera de luchar por las Ideas. 

* Publicado con autorización del autor