Buscar
jueves, 28 de marzo de 2024 23:27h.

Bienvenidas al colapso, ahora somos más - por Ruth L. Herrero, Manolo S. Bayona, Noelia Bribián y José Miguel Martín Muñoz, del Colectivo Baladre

 

FRASE BALADRE

 

Bienvenidas al colapso, ahora somos más - por Ruth L. Herrero, Manolo S. Bayona, Noelia Bribián y José Miguel Martín Muñoz, del Colectivo Baladre  

Ya sucedió en el 2008, tuvimos que recordar a las que llegaban a lo que llamaron “crisis”, que muchas ya estábamos en ella casi desde el momento que nos parieron, que nunca habíamos conocido otra situación y que “Bienvenidas”.

En aquel momento hablábamos del Colapso de nuestras vidas y las de muchas, recordábamos debates y textos de amigas como Ramón Fernández Durán, que aún nos regalaría más letras junto a Luis González y ahora tenemos que regresar con la misma frase: “Bienvenidas al colapso”.

 Nuestras vidas, vienen del fascismo de vivir en las chabolas, en terrenos pegados relativamente a las ciudades que luego se fueron convirtiendo en barrios periféricos de ellas. Con pisos de malísima calidad en los materiales y con tendencia a colmenas o chabolas verticales. Muchas tuvimos que dejar los pueblos en familia o solas, en algunos casos para conseguir salarios por medio de empleos para los que no estábamos preparadas en la urbe. Otras para salir de lo rural que se vivía como atrasado y no deseable. 

Hasta algunas fuimos a Universidades o Módulos Profesionales de formación, que era el sueño de nuestras familias: ascender de clase social, salir de abajo, ir hacia arriba algunos peldaños. Para hacer esos estudios en ocasiones teníamos que ir a empleos en economía sumergida, sin contratos ni seguros, en la construcción los varones y sobre todo en las casas de quienes delegaban los cuidados, lo que ahora llaman “empleadas del hogar”. Ya en los setenta, muerto en la cama el dictador y con los llamados pactos de la Moncloa, nos dieron carnets de pobres para ir a comedores sociales que eran herederos de los centros fascistas de Auxilio Social.

La transición que llamaron 

Finalizando los setenta nos impusieron una monarquía con su Constitución. Hablaban de deseos del “Pleno empleo” y hasta de vivienda para todas (siempre en términos de familia), pero eran meras frases vacías de voluntad pues sabían de sobra que no lo iban a hacer. Pero muchas nos creíamos que aquello se podría romper y abrir brechas hacia la justicia social y los derechos. Entonces simularon un Golpe de picoletos y milicos, aquel 23 de febrero, que daba el aviso de “cuidado que regresáis a las “chabolas” o sencillamente os machacamos en vida u os pasamos al censo de fusiladas y asesinadas en las cunetas de este país.

Así llegó el imaginario de “pertenecer a Europa”. Cuanto me acuerdo de LPR y su canción “Europa” basada en el librito de Ramón Fernández Durán y otras lecturas. Pues sí, de la C.E. (Comunidad Europea) a la CEE (Comunidad Económica Europea). Ese fue el caminito en los ochenta, los sociolistos ganan en las urnas y prometen empleo, viviendas, modernidad y vida digna. Pero como sabemos nos remataron, pues destruyeron lo poco que quedaba en nuestros pueblos de producción familiar, pequeñas cooperativas agrícolas y ganaderas, redes sociales y comunitarias que socializaban las vidas.

Mientras se desmantelaban las redes rurales y vecinales, gentes sin escrúpulos como Amancio Ortega o las industrias del calzado de Alacant, textil de Málaga o Catalunya deciden externalizar sus producciones en talleres (mayoritariamente clandestinos) de mujeres. Ya sea en el taller o en las casas, comienza la doble explotación de las mujeres en manos de los “héroes” capitalistas, y patriarcales y colonialistas.

Es en esa década de los ochenta cuando se desmantelan casi tres millones de empleos que no regresan. Así se terminó cualquier posibilidad de habernos incorporado al sueño de la ciudad con empleo, coche utilitario y consumo de fin de semana. Fueron años que nos regalaban, casi se puede decir así, heroína en nuestros pueblos y sobre todo en nuestros barrios obreros y sin futuro. Cuanto más nos oponíamos a sus cierres de fábricas y sus políticas para el mundo rural, más nos convertían a todas en jinetes de caballos indeseables que nos rompían y destrozaban las relaciones y las comunidades. Eso sí, las familias de nuestros barrios y pueblos con grandes esfuerzos continuaban mandando a sus criaturas a las Universidades y Centros de Formación Profesional, seguían soñando con el ascenso social.

A muchas de nosotras sólo nos quedó ser parte de asambleas de personas desempleadas y/o empobrecidas. Se extendió la economía sumergida y hasta otra más diminuta que las gentes del Parke Alkosa llamaron submarina, por las cantidades tan pequeñas que sacábamos navegando bajo las aguas del glorioso reino de las “Españas”, ya incluidas en la Europa del Capital. En los ochenta, con luchas una tras otra sin parar, conseguimos Rentas Mínimas en especie y en dinero en algunas ciudades y hasta en lo que llaman Comunidades Autónomas. Pasamos del carnet de pobres/empobrecidas a usuarias de unas nuevas oficinas que bautizaron como S.S., no se trata del nazismo, son los Servicios Sociales. Ahora te entrevistan, revisan tu vida “de pe a pa”, te controlan y vigilan, para darte una mierdita en forma de vales de comida o la Renta Mínima conquistada también en aquellos años. En conclusión, a finales de los ochenta y ya iniciándose los noventa seguíamos sin llegar a ser invitadas y poder entrar en el festín del consumo y del capitalismo financiero moderno. Nos habían parido en chabolas y seguíamos en unas chabolas modernas, verticales y desconectadas de nuestros pueblos, de lo rural, alejadas de eso que consideraban el submundo indeseable de las paletas y retrasadas que ahora tanto se añoran.
 

La eterna ruina de la Unión Europea

La U.€. llego tras un Tratado, que llamaron de Maastricht, que aclaraba que las de abajo nunca alcanzaríamos el sueño de la ascendencia social. Cortando cualquier posibilidad de salir de abajo y del empobrecimiento. Para atarlo más y mejor le quitaron autonomía a los Estados. Les obligaron a no endeudarse, a privatizar los servicios públicos empezando por la telefonía, la comunicación… Hasta privatizar la vida se aseguraron que todos los recursos públicos y de todas las que éramos y vinieran, fueran para las gentes ricas/enriquecidas y para las de abajo plantearon el crédito, eso sí, con cuotas bien definidas y muchos intereses.

Así que los noventa consolidaron nuestro empobrecimiento, pero todo fue más duro pues veíamos como muchas trabajadoras con empleos cambiaban de coche y hasta pedían créditos para hacer una casita en el pueblo o mejorar la familiar que habían dejado atrás. Muchas mujeres conocieron aun mayor explotación con dos jornadas laborales fuera y dentro de las casas, sosteniendo lo emocional de todas las de su entorno. Las ciudades se fueron convirtiendo aún más en metropolis. Se vendía el viaje con pulsera de “todo incluido” para muchísimas empleadas finalizando esa década. Las grandes cadenas de todo rompían, definitivamente, el mercado local y las tiendas de proximidad, un poquitín más, dándoles el finiquito a muchísimas.

Y nosotras vemos como hijas y vecinas de nuestros barrios que fueron a universidades, se van de ellos para estar en el centro de la fiesta, el cogollito de las ciudades, sus espacios de ser. Ya ni se acuerdan de los pueblos de sus abuelas de donde proceden, ni de la comunidad vecinal de su barrio, o la tienda o el Tele Club del pueblo.

Ahora sueñan, esas hijas universitarias, con el nuevo siglo y su euro que aparece deslumbrante y luminoso. Eran momentos de mucho ladrillo y mucho crédito. Mientras casi un tercio de la población seguíamos en esos barrios sin expectativas de vida digna, como usuarias de esos Servicios Sociales mal llamados comunitarios. Hasta vimos como llegaban las EULEN, CLECE y otras muchas grandes empresas a gestionar nuestra pobreza/empobrecimiento.

La novedad es que, en este siglo en nuestros barrios, ya nos acompañaban empobrecidas de otros países y continentes, con sus visiones de la vida, sus culturas, sus miedos y sufrimientos y por supuesto sus sueños de poder mandar euros a sus familias que quedaron allí, en sus países de origen. Nos sorprendía en nuestros barrios ya sin asociacionismo y con muchas sustancias de mala calidad consumiendo nuestras vidas, encerradas, bien acotadas en el territorio.

Nos dimos cuenta que de nuevo eran las mujeres migrantes, nuestras nuevas vecinas las que mantenían la vida, iban a las S.S., al llamado Banco de Alimentos, la parroquia o la mezquita. Lo nuevo de este siglo en nuestros barrios, es el gran deterioro de las chabolas verticales, la frustración por seguir en ese territorio de no vida, en una especie de papelera social. Nosotras nunca pudimos acceder a créditos de primera o segunda vivienda, seguimos donde nos parieron abajo de todo, pero éramos muchas más, con más colorido de pieles y lenguas, con tonos que nos enriquecían en diversidad, pero con quienes no fuimos capaces de generar comunidad en algo claro y evidente: todas somos de las de abajo, de las nadie.

Mientras, el ladrillo generaba pisos en zonas de sol y playa y machacaba países como Canarias, que ya venía de destrozos turísticos anteriores, convirtiendo el turismo en el monocultivo de muchos lugares. Se trabajó aún mejor el sueño de la ascendencia social. Se nos mostraban aviones y aeropuertos llenos de asalariadas viajando por el mundo, ya fuese en modelo “pulserita” de todo incluido, en el de 15 días en hoteles con playa cercanas o yendo de compras un fin de semana a esas grandes metrópolis del mundo. La desigualdad se incrementó.

Se consolidó la idea de toda la riqueza para lo privado, para las grandes empresas marca, las grandotas. Por el cielo de nuestros barrios veíamos pasar aviones y en las televisiones nos mostraban como vivían “de Bien”, las que bien vivían. Cada tres por cuatro enseñaban las metrópolis y sus luces. Seguían machaconamente diciéndonos que lo rural era como mucho un granero de las ciudades y que debían convertirse en lugares para el descanso. En esas Casas rurales que enseñarían a quien fuese lo que es la naturaleza, hasta con animales incluidos. Es el campo como descanso puntual y consumo de urbanitas.

A nosotras sólo nos quedaba la lucha. Seguir peleando por desmontar “las S.S.”, por conseguir la Renta Básica de las Iguales, por generar relaciones, impulsar la comunidad, poner en valor lo comunitario y lo común. Éramos pocas las que apostábamos por ello, pero lo hacíamos convencidas de la importancia de poner “los cuerpos” en el proceso de conseguirlo. Siempre mirando a la gran alianza con las productoras de alimentos, de verdaderos nutrientes como nos enseñó a decir Isa Álvarez. Eso sí, rodeadas de dolor humano, de mujeres machacadas en estas chabolas verticales por dobles y triples explotaciones, sin saber dónde mirar para no ser asesinadas por sus parejas. Por lo menos ahora salían a la luz esos asesinatos, que siempre conocimos en las chabolas de los sesenta, setenta, ochenta y noventa. Se rompían los muros de las chabolas verticales al verse afectadas “las otras mujeres”, que se unían a nosotras para gritar con dolor: Ni una más, ni una menos.

Le llamaron crisis al colapso 

En 2008 llegó el final de la burbuja del ladrillo y el crédito. De repente la posibilidad de una vida hipotecada para las vacaciones anuales en destinos “exotizados”, el fin de semana del consumo nocturno, el piso, el coche y el deseo de ascenso social, se desvaneció ante nuestros ojos a la vez que caía las lógicas del empleo y su falsa comodidad. El dinero público se puso al servicio del rescate de la banca de las más ricas, dejando caer a las cajas de ahorro en donde la mayoría empobrecida de la población habían depositado sus pocos recursos.

Las de arriba hablaban de refundar el capitalismo y las de abajo tardamos unos años en tomar las plazas. Fue en el 2011, cinco días después de irse Ramón Fernández Durán, cuando nos decidimos a salir a las calles de manera rotunda. El 15 de mayo, abrió muchas cabezas a reconsiderar actitudes, a repensar un poco más en el sentido de la vida. Nosotras recordamos en las plazas de las ciudades, que estábamos allí, que seguíamos en los barrios de NO vida, que los pueblos de los que proveníamos estaban siendo expoliados… que teníamos que centrar nuestros esfuerzos en generar agricultura sostenida por la comunidad, en aliarnos las excluidas de nuestros barrios con las que producen alimentos sanos y de cercanía, con calidad humana y nutrientes, pensar en miles de proyectos como Verdeterra y Asdecoba. A la vez de usar nuestros propios medios de comunicación, pequeñitos pero imprescindibles como Radio Pimienta, para dar voces y poner altavoces, sonido a nuestras luchas, dígase vida.

De aquellas plazas, quedaron bastantes en la lucha por mejorar la vida de todas, nunca suficientes, pero es de agradecer esa suma, ese cambio de actitudes.

Poco a poco las de arriba, las grandes empresas estaban fraguando nuevas dependencias y enganches. Ya no era la heroína ni la coca, que también. Ahora todos los enganches y dependencias los canalizaban por un aparato útil con posibilidades, pero diabólico, el teléfono móvil.

Unido a ello se consolidó el espacio privado para ver películas mediante plataformas de pago y hasta compras “online” y se potenció el servicio por mensajería a distancia. Ante la posibilidad de relación nos vendieron celdas, con todo incluido, desde casa. Y las de abajo, nosotras con esos “aparatos diabólicos” vimos que muchas a nuestro alrededor compraron el deseo y siguieron, siguen soñando en la ascendencia social. Algunas pusimos el acento en derechos sociales para todas, a través de Puntos de Información y Denuncia procuramos dar espacios para canalizar la rabia, el odio, la frustración y poder golpear a los S.S. y otras instituciones que nos oprimen y machacan. Eso sí, siempre vimos que, en estos cincuenta años de chabolas de todo tipo, de vidas rotas, desde abajo, de barrios de no vida…Siempre apostamos a estar, actuar con otras. Supimos entonces y ahora que solas a ningún lugar, juntas puede que alguna parte.

Vino la pandemia y ya se asume el colapso 

Tuvo que venir una pandemia para que muchas asuman que nada va ser como antes, que en realidad estaban subidas más a un deseo que una posibilidad real.

Ahora sí, se permite nombrar y mencionar el colapso en que nos parieron décadas atrás y se fue incrementando año tras año, sin parar, sin respiro, con caballo, con Servicios Sociales, con créditos, con bancos de alimentos…y ahora con todo en una apuesta sumatoria de la gente rica/enriquecida y sus instituciones. Nunca es tarde para reaccionar. Ya están donde muchas estábamos. Eso sí, con las mujeres más organizadas y con ideas claras de romper el patriarcado y no permitir ni una muerte más. Con más grupos pequeños, pero muy activas exigiendo la primera fase de la RBis, ya. Con muchas más defendiendo que todos, pero todos los servicios básicos, sean públicos y gestionados por la comunidad.

Bienvenidas compañeras de lucha y vida. Siendo más podremos generar más Asdecobas y Verdeterra, más Radios Pimientas, más grupos de Apoyo Mutuo. Siendo más podremos llegar a algún lugar, a situarnos con la RBis en el territorio de otra manera, a poner realmente en el centro la vida, a salir del terrorismo patriarcal y de cualquier sociedad colonial.

Sinceramente amigas, no volvamos a desear lo anterior: el colapso llegó para quedarse. Sepamos ver en esta situación y en las futuras, oportunidades para sostener y generar esas comunidades tan ansiadas que, como dice Raúl Zibechi y otras muchas, nos sirvan de arca para mantener nuestras vidas y las de las que vienen. Pero no olvidar nuestras historias, nunca hemos salido de las chabolas, siempre hemos estado en ellas aun con sus formas diferentes. Ya fue, ahora estamos tantas en estas situaciones que puede que nos ayude a abrir las brechas que permitan salir las arcas.

Para ir terminando con estas letras de “Bienvenida al Colapso”, queremos resaltar la importancia de enunciar las cosas, las propuestas, la realidad… Por esa razón hemos insistido en los últimos veinte años en que nombráramos la renta básica de las iguales y no otras, por su contenido, por ser una herramienta que afilamos y pulimos en calles y plazas desde que en 1983 planteamos aquella propuesta de Ingreso Social Universal o Renta Básica.

En los ochenta lo hacíamos convencidas de la “no vuelta atrás” en el capitalismo de las reconversiones y el desempleo. Conscientes que estábamos planteando lo justo, necesario y urgente, esa lucha y la propuesta en sí misma, no nacía de cabezas especiales, nacía de miles de cuerpos tensionados y en movimiento. Buscando abrir brechas a la vida ante aquel incipiente colapso. Fue fruto de años de búsquedas colectivas. Ya en los noventa del siglo pasado celebramos como otras baladrinas nos aportaban reseñas y textos, desde José Iglesias a Josep Manel Busqueta, Oscar Jurado, Alicia Alonso, Natalia Ruiz…

Ellas aportaron sus cuerpos y reflexiones mientras que todas seguimos en las calles y plazas tensionando, buscando brechas donde meter con esta herramienta unas mejores condiciones para vivir. Ya fue iniciando este siglo, cuando con la ayuda de Trini Busqueta, José Iglesias, Guaditoca, Doni, Salut… y tantísimas personas y gentes de Baladre mostramos aquella herramienta inicial de 1983, apostando por una renta básica de las iguales, que incorpora procesos para llegar a la Riqueza Comunal.

Parir la RBis fue un proceso colectivo lógico de tantas luchas de las gentes de Baladre, para aclarar aún más, que una herramienta nunca puede ser un fin en sí misma. Que para mantener la vida en el centro en este Colapso que se instaló desde hace tanto, es vital redistribuir los recursos existentes para todas por igual e individualmente, sin contraprestaciones, solo por ser y estar vivas. Y lo más importante, el incorporar el fondo de renta básica de las iguales ya que incorpora esa apuesta por la comunidad, lo comunitario y lo común, por romper la delegación y el sometimiento a nadie y a nada. Porque si nadie vive por ti, que nadie decida por ti.

Y por ir terminado esta escueta explicación de la importancia de la herramienta de la RBis decir, compañeras llegadas al colapso, que esta herramienta como otras muchas es para nosotras, gentes de abajo, y las que ahora quedan abajo también. Con el fin de que nos lleve a la Riqueza Comunal que hemos enunciado tantas veces como lugar en el que ya no tengamos que mediar con dineros o similares, para que las personas todas, sin dejar a fuera nadie, dispongamos de bienes y servicios según nuestras necesidades y no nuestras habilidades. En lo que sería la libre disposición de los mismos. No es cuestión para nosotras de un debate de salón sobre el nombre de la RBis, es mostrar un posicionamiento y contenidos que hacen de esta herramienta una más, para poder realmente colocar la vida en el centro y salir del terrorismo capitalista, patriarcal y colonial, aunque sigamos colapsadas. Estaríamos en otro lugar, en otras condiciones y eso no es negociable, es urgente y necesario.

reivindicación renta básica

No perdamos más el tiempo. A por la Renta Básica de Las Iguales, generando agricultura sostenida por la comunidad, desde la centralidad de la vida, pero la de todas. Resituándonos en el territorio, rompiendo las metrópolis, simplificando nuestras vidas, haciéndolas austeras, sin que ninguna persona y sobre todo ninguna mujer se quede en el camino, abriendo fronteras y borrando líneas. Recordando que aquí no sobra nadie, que todas sumamos.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Ruth L. Herrero, Manolo S. Bayona, Noelia Bribián y José Miguel Martín Muñoz, del Colectivo Baladre, y la cortesía  de Juan García Luján, SOMOS NADIE

https://www.coordinacionbaladre.org/

https://juanglujan.wordpress.com/2020/04/19/bienvenidas-al-colapso-ahora-somos-mas-colectivo-baladre/

BALADRE

MANCHETA 21