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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Billionaire - por Jonathan Rubio Hernández

Que la mayor potencia mundial, económica y militarmente, pueda caer en manos de un ricachón xenófobo y machista metido a político no puede más que causarnos una honda preocupación. Les hablo de Donald Trump.

Billionaire - por Jonathan Rubio Hernández *

Que la mayor potencia mundial, económica y militarmente, pueda caer en manos de un ricachón xenófobo y machista metido a político no puede más que causarnos una honda preocupación. Les hablo de Donald Trump.

Y es que el bueno de Trump, presidente de su propia compañía hotelera desde los años setenta, un buen día decidió meterse en la “res publica”, no sabemos si es que se ha cansado de contar dólares o quiere que su tupé sea recordado en los anales presidenciales de los USA. No sé si llegará a presidente, ni siquiera a candidato a la presidencia, pero sí que será recordado por sus comentarios racistas y machistas.

Racista por asegurar que construirá un muro de contención contra inmigrantes en la frontera entre México y EEUU; por expulsar a un periodista de origen mexicano por preguntarle varias veces por su actitud hacia la inmigración; por querer  expulsar a todos los inmigrantes sin papeles de la “tierra de las oportunidades”, incluso a llegado a afirmar que no le dará la nacionalidad a los hijos de inmigrantes ilegales (si es que alguien puede ser ilegal) nacidos en EEUU. Resulta, cuanto menos, cómico que toda esta sarta de burradas provenga de un tipo descendiente de inmigrantes alemanes en un país fundado por inmigrantes.

Machista por sus ya varios comentarios degradantes y vejatorios contra diferentes mujeres, arguyendo sólo a su condición como mujeres. Por ejemplo, a Megyn Kelly, moderadora del debate entre candidatos republicanos, de la que dijo que “le brotaba sangre de los ojos, le brotaba sangre de… donde sea” (en referencia a la menstruación, y a que, según él, el día del debate estaba de “mala leche”); o a Ariana Huffington, cofundadora del Huffington Post, de la que dijo que “no es guapa ni por dentro ni por fuera, no me extraña que su marido la dejara por un hombre”; o a Rosie O’Donnell, presentadora y mologuista que alguna vez lo ha criticado, tachándola de “enorme, gorda, cerda, perra, guarra, desagradable, grosera, vulgar y lerda”. Creo que con este recuento de sus perlas el personaje queda retratado.

Hasta donde yo sé, el bueno de Trump, aún no nos ha deleitado con perlas homófobas, o eugenésicas, o creacionistas, o militaristas, o … Pero ya se andará, ya.

Después de la era Nixon y el Watergate, y más próximo a la actualidad con George W. Bush, ha quedado demostrado que cualquier desaprensivo puede llegar a presidir a la primera potencia mundial. De lo que tendremos que cuidarnos es que no llegue, por el bien de todos, uno que esté completamente desequilibrado.

* En La casa de mi tía por gentileza de Jonathan Rubio Hernández