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jueves, 18 de abril de 2024 10:09h.

¡Bonita chispa lleva, compadre! - por Nicolás Guerra Aguiar

  "Cuenta Pepe Monagas en un monólogo que su conocido Mastro Manué el Garepa tuvo unos malejones en la boca lestógamo, fue un tiempo después del casorio con Candelarita la Fina. Y estaba nuestro hombre tan jeringao que iba patrás sin que los médicos supieran de qué se trataba. La vecina le dio el remedio a sus males: una ginebra asustá en ayunas y un champurrio de ron y vermú al atardecer. Y como empezó a irle bien, Mastro Manué se fue acostumbrando a la ginebra, al ron y al vermú y llegaba a su casa cantando  aquello de “Esta noche no alumbra /  la farola del mar”."

¡Bonita chispa lleva, compadre! - por Nicolás Guerra Aguiar

   Cuenta Pepe Monagas en un monólogo que su conocido Mastro Manué el Garepa tuvo unos malejones en la boca lestógamo, fue un tiempo después del casorio con Candelarita la Fina. Y estaba nuestro hombre tan jeringao que iba patrás sin que los médicos supieran de qué se trataba. La vecina le dio el remedio a sus males: una ginebra asustá en ayunas y un champurrio de ron y vermú al atardecer. Y como empezó a irle bien, Mastro Manué se fue acostumbrando a la ginebra, al ron y al vermú y llegaba a su casa cantando  aquello de “Esta noche no alumbra /  la farola del mar”.

   Pero su mujer, jartita de las diarias mamás del paciente, lo corrió de su casa y anduvo tras él con una alpargata para estrellársela en los besos. El hombre salió disparado y, claro, trompicó y cayó en la calle. Un vecino le dijo aquello tan conocido de “¡Bonita chispa lleva, compadre!”. A lo que él, impasible, le contestó con la frase que se hizo célebre entre los canarios: “Pos ya usté ve, ¡y a mi mujé no le gusta!”.

   Obviamente el resumen anterior es solo fantasía, fábulación imaginativa de un autor -Pancho Guerra- que recogió en sus Cuentos muchísimas anécdotas las más de las veces increíbles, aunque literaturizadas en un lenguaje popular que no por eso es simple o rústico, en absoluto, como así lo han calificado algunos con cierta precipitación. Porque todo lo literario  no es, por suerte, esencia poética, retruécanos y metáforas, ni mucho menos símil de ese insuperable mundo mágico creado por la producción hispanoamericana en la novela, por ejemplo, de Gabriel García Márquez o en el surrealismo poético de Pablo Neruda, por solo citar a dos Premios Nobel.

 

   Porque los cuentos de Pancho Guerra son asomadas a la calle, entradas en las casas, acercamientos a grupos de gentes que hablan y también chismian de ventana a ventana, atenciones a mujeres que mientras lavan la ropa en las acequias con el jabón suasto (en origen, Swaston) ironizan y cuentan de amores a escondidas, disimulos... O personajes en los cafetines mientras se despachan gaznate abajo unos buenos piscos roneros de Ariucas, de Terde o de Laldea…

   Pero sí es así: prestemos atención en aglomeraciones de personas (despachos médicos, por ejemplo) para recopilar mucha información de la calle, aquella que no se lee en los periódicos. Aunque también es cierto que con esto de los wasap cada vez se hace más complejo prestar atención y tomar notas, pues hoy ya no hablan, escriben. Por tanto, lo que ahora nos queda es más difícil, pero se convierte en un reto: interpretar qué quieren decir con los gestos faciales, otro lenguaje casi nada estudiado. Mas, como no tiene palabras, puede resultar hasta libertino, precoz, osado… o sanaca, claro. Sin embargo, la política canaria sigue siendo manantial de disparates.

   Resulta que el personaje de aquel cuento de Pepe Monagas tiene especial reflejo en algún cargo público tinerfeño, aunque ahora con la agravante de que se trata de persona de carne, huesos y cavidades güisqueras, ginebrinas o vinícolas -es un suponer, en cuanto que en Tenerife se habla de “perras de vino”-. Pero en este caso intentan justificarlo como un comportamiento patrio desde el punto de vista deportivo: que el señor alcalde tuviera un accidente de tráfico en la Avenida Tres de Mayo santacrucera fue inmediata consecuencia  de aquello que se llama amor a los colores, a la camiseta, a las siglas identificadoras de un pálpito vital. La autoridad salía de un partido de fútbol entre el CD Tenerife y el Sabadell, y eso ya es más que encantamiento: se traduce en tinerfeñidad, sentimiento, volcánico éxtasis que hace vibrar las tembladeras desde los primeros minutos. Por tanto, sorprende que por un simple accidente de tráfico de su coche con tres heridos leves  -y una casi imperceptible tasa de alcoholemia seis veces superior a la permitida- se vaya a encausar a tan alta y responsable autoridad municipal.

   Porque el problema es que los policías municipales santacruceros denunciantes no entienden nada sobre tratamientos de hipnosis mentales del prócer encausado, al igual que Candelarita la Fina desconoce todo sobre malejones estomacales. Y es que el denunciado, tras un voto de censura contra el anterior alcalde, lleva diez meses en la alcaldía de su municipio porque el absoluto desprecio a la voluntad popular lo puso aunque él es el único concejal de su partido, el Popular, frente a seis concejales del PSOE y otros seis de CC. Había obtenido doscientos diecisiete votos en las elecciones de 2011 (votaron tres mil cuatrocientas cuarenta personas). Por tanto, hay que estar templado como un chucho para, encima, mantener ante la ciudadanía que el proceso responde a la pura esencia de la democracia, tal pregona nuestro hombre por calles, vías, rutas y caminos municipales e insulares.

   De ahí que la chispa o tajada (“peo de cojones, moña”, me apuntan  exalumnos)  que este hombre agarró metafóricamente en febrero parece que no la ha soltado, llega hasta nuestros días y le sirve de cura como al Garepa, el hombre del malejón en la bocalestógamo. Y el vinillo de la tierra, de paso, limpia y abrillanta al sistema democrático que permite tal disparate, barbaridad de la que es responsable el grupo que lo eligió como alcalde.

   De todas maneras, no debe preocuparse. El señor Rajoy es un hombre sensible ante las debilidades humanas, y echa mano a la autoridad que le confiere aquello de que todos los ciudadanos buenos son iguales ante la Ley. Por tanto, si el señor alcalde del PP es condenado debe presentar instancia (aunque tiene muchos delante) en la que solicita el reglamentario indulto que tanto se prodiga con simples transgresores ingenuos e inocentes, y no los malévolos ladrones de supermercados que empiezan por los salchichones y terminan hasta creyendo que pueden emular a otros, gentes de bien. 

También en

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=321691

http://www.teldeactualidad.com/articulo/opinion/2014/01/02/9236.html