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miércoles, 24 de abril de 2024 07:44h.

Carne cochino y regeneración de la cosa - por Salfumán

Ahhh, dónde quedaron aquellos días de ebriedad y esplendor, ahítos de poder, exhibiendo la fuerza de su codicioso nacionalismo inmobiliario, las calles se asfaltaban a su paso, las tierras se recalificaban con solo mirarlas, mientras paseaban por amplias avenidas y auditorios dedicados a sí mismos, con un blasón de alcalde, de concejal, de parlamentario, recogiendo el adulamiento de los suyos, inmortales como chiquillos, perico y champám con chicharros fritos, y el pubis de lujo de alguna muchacha balcánica saliendo de una gigantesca tarta de cumpleaños.

Carne cochino y regeneración de la cosa - por Salfumán *

Ahhh, dónde quedaron aquellos días de ebriedad y esplendor, ahítos de poder, exhibiendo la fuerza de su codicioso nacionalismo inmobiliario, las calles se asfaltaban a su paso, las tierras se recalificaban con solo mirarlas, mientras paseaban por amplias avenidas y auditorios dedicados a sí mismos, con un blasón de alcalde, de concejal, de parlamentario, recogiendo el adulamiento de los suyos, inmortales como chiquillos, perico y champám con chicharros fritos, y el pubis de lujo de alguna muchacha balcánica saliendo de una gigantesca tarta de cumpleaños.

Mientras, las bases cejijuntas tomaban las medianías en su ritual de carne cochino. Bodegas en cuevas y cuartos de aperos de cuatro habitaciones, tinto pirriaca inspirando isas y folías, y el cuñado echando a las brasas las chuletas adobadas. No hay mayor signo de identidad que la carne cochino; la patria es un chiquero y el corazón visceral, una ristra de chistorras. Y entre las piernas la morcilla procreadora de pequeños nacionalistas que venían al mundo vestiditos de mago, traídos por las cigüeñas que los depositaban en carrozas de romerías.

Y el himno, ah, el himno, un arrorró con el que seguir roncando en largas digestiones flatulentas, mientras la carne obra el milagro de convertirse en sangre canaria, densa y patrióticamente aplatanada.

Oh, vanidad, que cegaste sus ojos a la emboscada que aguardaba en el camino: un oscuro fiscal con la guadaña en la mano.

Y ahora el naufragio, un montón de desechos flotando en un mar de mierda, en el que se forman ya violentos remolinos, la succión que les arrastra al sumidero de la historia. Se rebosaron las cloacas.

Quisieron cambiar el rumbo con un Clavijo fecundo, monaguillo virginal con su flequillo lamido, mochila de coleguita y aspiraciones de presidente; y quedó embarazado de éxito nada más ponerse a ello porque hacía su Edipo con una poderosa dama de la nobleza lagunera (“ayyy, estoy tan orgullosa por lo bien que lo está haciendo…”, suspiró la dama ante el “periodista” del Botox). La expectativa era chunga pero ella se esforzó, llevó una vez más las siglas de Coalición al tinte, y el estandarte, y como buena artista populista y madre de los afligidos acudió al hogar del pensionista a montar la tómbola, y vendió boletos de chochonas desvaídas, buscando el voto del deterioro y la incontinencia urinaria; pero el recuento sentenció que Coalición Canaria estaba irremediablemente desteñida.

Regresó sola por un camino polvoriento. De pronto el ruido ensordecedor de un camión que pasa a toda velocidad dejándola envuelta en una nube de polvo. En el volquete viajaban alegres jóvenes descamisados con rastas al viento entonando el “get up, stand up…”. Podemos, claro que podemos.

Desde el 20 de diciembre las campanas de la Catedral de La Laguna tocan a duelo. Los coalicioneros municipales se pasan el día en la azotea invocando al espíritu de Beneharo, echando millo a las palomas y soplando un bucio melancólico que no tiene respuesta. Las huestes han huido. En la valla de su mejor metáfora, el  mamotreto, dejaron un cartel: "Cerrado por derribo".

* En La casa de mi tía por gentileza de "Salfumán"