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jueves, 25 de abril de 2024 09:47h.

Chinatown - por Rafa Dorta


"Si el enemigo invisible, aquel que se encuentra en nuestro interior, no nos permite ser libres para decidir la transformación en nuestro actual modo de relacionarnos con el dinero, nunca podremos enfrentarnos al enemigo exterior y vencerlo."

Chinatown - por Rafa Dorta

 El concepto de soberanía nacional está desapareciendo al vertiginoso ritmo que marcan los mercados financieros. La política, en el mejor sentido de la palabra y pensada en mayúsculas, ha cedido mucho terreno respecto a su antigua capacidad para transformar la realidad; y su papel protagonista se ha visto rebajado a la categoría de los extras que sirven para hacer bulto en las películas, convirtiendo al parlamento en un lugar para aspirantes a administrar la mínima expresión democrática. Las ideas, siempre legítimas si respetan el estado de derecho, generan ideologías que terminan careciendo de argumentos cuando ni siquiera aguantan un debate frente al dominio aplastante del post-capitalismo globalizado, el verdadero representante de un poder sin discusión sustentado en la lógica de la economía especulativa y su forma de ejercer presión para seguir obteniendo beneficios a costa de la economía productiva de bienes y servicios, esa que llamamos economía real porque es la que recibe el impacto del imaginativo juego de casino que ha creado la anterior, operando en las bolsas gracias a la creación y el desarrollo de ingeniosos productos financieros que permiten a los valores fluctuar, libres de cualquier atisbo de control gubernamental. Los estados, atenazados por el miedo a la quiebra, obedecen las consignas recogidas en el manual neo-liberal, recortando el gasto público y aplicando toda una serie de reformas que nos introducen, a los atemorizados ciudadanos atrapados por el miedo, en un inquietante proceso de precarización.

Nos encontramos en la puerta de entrada a un nuevo tiempo y muchas de las instituciones, organismos y corporaciones que conocemos serán sustituidas o eliminadas dando paso a estructuras oligárquicas o monopolísticas que marcarán la pauta en la sucesiva privatización de los servicios. La competitividad extrema se instalará en un mercado laboral que exigirá mano de obra cualificada para cubrir la limitada oferta de puestos de trabajo y el máximo logro de un trabajador consistirá en encadenar muchos contratos de corta duración y mal remunerados.

Las élites económicas han fijado su punto de mira en el modelo chino, el sistema totalitario que ejerce un control férreo sobre la población degradándola a una existencia autómata, limitando el acceso a la información en una gigantesca economía de mercado con el objetivo inequívoco de convertirse en potencia líder mundial. China continúa en su imponente avance haciendo crecer en número las grandes fábricas que va llenando de obreros alienados. Además, apuesta claramente por la energía nuclear y proyecta la construcción de una ingente cantidad de centrales, unas infraestructuras que están siendo descartadas en otros países tan industrializados como Japón. Y todo lo hace bajo el manto de una legislación militarizada que ignora los derechos humanos por no hablar del desprecio al medio ambiente con el aumento de unos niveles insoportables de contaminación, por supuesto, contando siempre con los paños calientes de la diplomacia tierna resumida en el beneplácito cobarde del Occidente consumista y temeroso ante el impresionante poder del monstruo asiático.

El referente empresarial de moda es la factoría que produce la mayor parte de las mercancías que circulan con destino a nuestra abúlica sociedad de atolondrados compradores compulsivos que se endeudan sin límite, superando con creces su umbral de necesidad, en la ansiosa búsqueda de una falsa idea de felicidad asociada al éxito social y al individualismo materialista, ampliamente difundido por los grandes medios en manos del mismo poder hegemónico, mediante la utilización de hábiles campañas de distracción y entretenimiento, basadas en técnicas publicitarias tan efectistas como efectivas.

El gran capital financiero tiende puentes hacia China para continuar llevando a término su gloriosa concentración de riqueza a costa de los derechos alcanzados en la sociedad de bienestar y condena nuestra actividad económica a regirse por los códigos de subsistencia propios de esa particular zona urbana denominada Chinatown, que seguirá extendiendo su influencia por la región aún conocida como Unión Europea.

La chinatizacion ya es un hecho constatado por su condición de inevitabilidad en el actual esquema de poder económico, a no ser, claro está, que movamos la cabeza de un lado a otro declarando nuestra negativa más firme y decidida a comprar los sueños de plástico chino que las oligarquías bancarias y financieras se empeñan en vendernos.

Si el enemigo invisible, aquel que se encuentra en nuestro interior, no nos permite ser libres para decidir la transformación en nuestro actual modo de relacionarnos con el dinero, nunca podremos enfrentarnos al enemigo exterior y vencerlo.