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viernes, 29 de marzo de 2024 08:39h.

Entre chulos, faroleros y petulantes - por Nicolás Guerra Aguiar

Hay en muchos ciudadanos públicos determinadas actuaciones que sorprenden si las analizamos con perspectiva desapasionada y serena. Pero la cosa se complica y empieza a preocupar si, además, uno de los tales ciudadanos ocupa un cargo político de relevancia: es el caso del señor García Albiol, presidente del PP catalán.

Entre chulos, faroleros y petulantes - por Nicolás Guerra Aguiar *

Hay en muchos ciudadanos públicos determinadas actuaciones que sorprenden si las analizamos con perspectiva desapasionada y serena. Pero la cosa se complica y empieza a preocupar si, además, uno de los tales ciudadanos ocupa un cargo político de relevancia: es el caso del señor García Albiol, presidente del PP catalán.

Desde un planteamiento puramente teórico le supongo a cualquier aspirante a concejal no solo un Programa político. Le reclamo, además, seriedad, decisión y preparación para llevarlo a cabo. Elemental. Pero si el candidato lo es a la presidencia del Gobierno (la Generalitat, en este caso), las suposiciones se convierten en exigencias. Deben caracterizarlo, además, inteligencia superior a la media; capacidad intelectual; Ideas (ingenio para trazar proyectos), convicciones; empuje renovador; máximo respeto a la elementalidad democrática; capacidad para razonamientos; argumentada persuasión; desapasionamientos…Y prudencia, mucha prudencia en los momentos más difíciles, lo cual ni dificulta ni impide la rigurosa toma de decisiones.

Pues bien. Algunos de tales rasgos le fallan al señor Albiol en el tratamiento del delicado tema que se refiere a la proclamación de la República de Catalunya, aspiración a la cual tienen legítimo derecho quienes la consideran. Y lo digo porque al representante del PP lo dominan la pasión sobre la razón y el malentendido ardor patrio sobre el ordenado funcionamiento neuronal. Consecuencia: anda el hombre en un desasosiego preocupante, impropio de una persona que aspiró a la presidencia de la Generalitat y no cree -también con legitimidad- en la independencia. Pero hay cuestiones, en fin, que no pueden llevarse a extremos de grandísima pobreza intelectual (de intelectos y capacidades).

Así, la señora de Gisper, presidenta del Parlament catalán, convocó a los representantes de la Junta de Portavoces para discutir cuestiones relacionadas con el tema de la resolución independentista. Pero los señores electos del PP consideraron que la tal reunión no podía celebrarse hasta que ellos se constituyeran en grupo parlamentario. Por tanto, no asistieron. Y como el señor García Albiol se apasiona, pregonó que «Los portavoces del PP no irán. Para chula ella, chulos nosotros».

Por tanto, y como desde su punto de vista la señora presidenta vulneraba los derechos constitucionales y parlamentarios, sus señorías peperas la tildaron de chula, es decir, de persona envarada, jactanciosa, altanera o arrogante. Podrían añadirse postinera y fantasma, dos ejemplos más de las veintitantas voces que se localizan como sinónimas, curiosa riqueza la de nuestro idioma en esto de calificar despectivamente a los demás, sí señor.

Pero cuando el señor Albiol concluye que debe mostrar firmeza como consecuencia de la actitud adoptada por la señora presidenta, se decide por un posicionamiento radical, contundente y definidor de un fuerte carácter: «¡Para chula ella, chulos nosotros!». O lo que es lo mismo: para perdonavidas, chuletas y fardones, nosotros. ¿Qué se cree la señora?

Y como no me parece que el señor Albiol –en ese supuesto de rigor intelectual- buscara en la voz «chulo» otros significados que no sean los arriba apuntados, debo dejar de lado algunos que se aplican en América, territorios de quienes los españoles –incluidos los catalanes- saben mucho en cuanto que fueron colonias dependientes de Madrid y a las que robaron y saquearon violentamente. Pero es más: empresas esclavistas catalanas tuvieron en la segunda mitad del siglo XIX el monopolio del tráfico de negros africanos.

Por tanto, cuando afirmó el señor Albiol que «Para chula ella, chulos nosotros», no se refería a ‘guapa, bien parecida’, significado que en Puerto Rico, Honduras, México y Guatemala también se aplica al término «chula». Ni al cobrador del colectivo (guagua), a quien denominan como «chulillo», aunque la terminación –illo en este caso no corresponde –parece- al sufijo diminutivo español.

Quizás, acaso, tal vez… la señora presidenta del Parlamento catalán actuó en el ejercicio de un derecho –reconocido posteriormente por el mismo Tribunal Constitucional- con cierta altanería o soberbia. Pero la inmediata respuesta del señor Albiol echó por tierra la oportunidad de una crítica rigurosa, certera, argumentada y desapasionada. Le pudo más la sangre que la razón; lo dominó la arrogancia frente a corduras, inteligencias y reflexiones. Y esas no son, en absoluto, desviaciones justificables en quien aspira (aspiraba) a sustituir al señor Mas como honorable.

Porque, además, el señor Albiol me retrotrajo a varios siglos atrás, cuando España mantenía su espada y su poder en Europa, especialmente en los Países Bajos. Leí hace años una obra de teatro (¿de Lope de Vega?) en la que un personaje español arenga a otros compatriotas y les dice algo así como que no se tomen a mal si en el extranjero los llaman engreídos o arrogantes, voces sinónimas de chulos. Y lo explica con implacable razonamiento: «¡Es que envidian a los españoles!».

Podría muy bien el señor Albiol sentarse y analizar sin imprudentes delirios la realidad de toda aquella situación, nada nueva, por otra parte. Si atendiera a los aconteceres de este cuatrienio en que el señor Rajoy ha gobernado, quizás llegaría a descubrir cómo y por qué los acontecimientos se precipitaron en tan poco tiempo y, sobre todo, cuáles han sido las torpezas del PP en su enfrentamiento con los sectores independentistas, pletóricos por aquel franquista «¡Arriba España!» que se soltó el martes la secretaria general en Andalucía. (Y chulo fue un concejal pepero en Priego. Escribió sobre la alcaldesa, también del PP: «¡Que te den por ese culo tan magnífico... Un culo que merece diez sonetos…, doce tribus de culos,…, chorizo cular, el culo del mundo!».)

Bien es cierto que Convergencia busca a la desesperada que la sacrosanta familia Pujol ni tan siquiera vaya a juicio, y que no se ventile más la aparente corrupción del partido. Pero es que, en efecto, desde la anterior presidenta del PP en Cataluña (altanera, estirada), el PP pierde votantes a mares. Podría, pues, buscar explicaciones, que haylas… a mares. Por ejemplo, en el año 2006 con un estatuto denunciado.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar