Buscar
viernes, 19 de abril de 2024 23:37h.

 La clase magistral (fallida) de Podemos - por Nicolás Guerra Aguiar

 

nicolás guerra aguiar pequeña   Como hicieron todos los partidos la misma mañana del 27 de junio, Podemos celebró la reunión de su Ejecutiva. Pero el señor Iglesias, una vez finalizada, no dio la cara ante los periodistas. Y eso que el guía espiritual se desenvuelve frente a micrófonos, cámaras, ruedas de prensa. A fin de cuentas, el aula y las palabras orales no vacías han sido su campo de trabajo y su herramienta a lo largo de muchos años.

 La clase magistral (fallida) de Podemos - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

   Como hicieron todos los partidos la misma mañana del 27 de junio, Podemos celebró la reunión de su Ejecutiva. Pero el señor Iglesias, una vez finalizada, no dio la cara ante los periodistas. Y eso que el guía espiritual se desenvuelve frente a micrófonos, cámaras, ruedas de prensa. A fin de cuentas, el aula y las palabras orales no vacías han sido su campo de trabajo y su herramienta a lo largo de muchos años.

   A diferencia de las elecciones europeas y del 20 de diciembre, esta vez debía presentarse como perdedor. Y tal cura de humildad no formaba parte de su cerebral ingeniería perfectamente estructurada: contenidos, intelectualismo, comunicación, agilidad mental, inteligencia... e ingenuidad compartida con el PSOE (¡cómo cayeron en la habilísima tramppa de que uno absorbería al otro! ¡Cuánto daño se hicieron!). No obstante, tales excelsas cualidades tienen, claro, un inconveniente: aumentan, a la par, comportamientos propios de la condición humana como, por ejemplo, divismos o arrogancias.

   Nuestra lengua -sabia por milenaria- es rica en campos de palabras relacionadas en cuanto que se refieren –por ejemplo- a objetos para sentarse (sofá, sillón, silla, taburete, banco…). Sin embargo, cada una de ellas especifica una estructura física determinada. De la misma manera es pródiga en términos referidos al ‘apetito desordenado de ser preferido a otros’. Así, “altivez, prepotencia, altanería, engreimiento, arrogancia, suficiencia”… y otros más. Y si la lengua ofrece tan rico abanico no es producto del azar: existe en cuanto que determinados comportamientos necesitan una marca identificadora y, a la vez, delimitadora.

   Pues bien. He aquí, desde mi óptica, una de las razones por las cuales falló Podemos en la última campaña electoral. O, mejor, en el tiempo transcurrido desde la prepotente teatralización del señor Iglesias con su plana mayor (y todos mayores de edad, células grises y raciocinios) cuando quisieron imponer la rendición al señor Sánchez -manu militari- mientras este se encontraba reunido con el jefe del Estado. Que exigieran la vicepresidencia, ministerios, el Centro Nacional de Inteligencia, el Servicio Nacional de Meteorología, RTVE y cambios de cortinas en algunos palacetes fue, de todas todas, ya no solo un acto de insolente imposición y arrogancia ante el futuro candidato y sus votantes sino, y además, chulesco desplante de los presentes: no se llegaría jamás a un pacto PSOE – Podemos.

   Los profesores de Ciencias Políticas se creyeron -soberbios y aun no melancólicos- dueños de las urnas: si fuerzan nuevas elecciones tendrán el millón de votos de IU y muchos más del PSOE. Así, frente a prudencias, corduras y humildades que debe imponer la sabiduría por su condición de docentes universitarios se entregaron, desbocados, a levantar barricadas ante sus únicos aliados: prepotencia e incluso desprecio a los socialistas. (El PP les hizo creer que ellos eran los selectos depositarios del Salmo, anteayer en manos de León Felipe.)

   Y a partir de ese momento vine a confirmar un artículo que sobre Podemos me publicaron en 2014. Me costó amulamientos, críticas e incluso agravios pues algunos se consideraron “traicionados”. Pero -con errores- me define el desapasionamiento en estas cosas de la política (con minúscula) en cuanto profesión humana, lo cual ha significado también el desapego personal de concretos individuos ya fanatizados, ya vividores de la cosa pública. Me quedan quienes sienten pasión por la Política: honrados ejercientes con tradición y años o aspirantes como un puñado de exalumnos (del uno al otro confín), cuya seriedad y preparación conozco.

   Hice en el artículo un elemental recuento profesional de sus principales dirigentes: filósofos, doctores en Ciencias Políticas, Derecho, Historia, Economía, Sociología, Periodismo, Biología, Matemáticas… con dominio casi monopolizador, en sus inicios, de la Universidad complutense madrileña. Fueron depositarios de la voluntad popular surgida en calles, plazas, asambleas…, voluntad popular que reclamaba la serena revolución ante situaciones a todas luces injustas y explotadoras: por eso sorprendieron en las elecciones europeas. Ante tal éxtasis triunfal -ya sonaban los claros clarines rubenianos- se me ocurrió apuntar en aquel artículo que los iniciales Consejos Ciudadanos debían ir definiendo su filosofía con los pies en el suelo, ajenos por el momento a utopías. Pero además -y así terminé- con una idea muy clara: no están en el aula.

   Ahí también falló Podemos a partir de diciembre. Porque la calle ya no era el recinto universitario; los receptores ya no eran jóvenes estudiantes cargados de ideologías, e incluso hasta comprensivos ante vaivenes estratégicos. Un largo millón de anónimos ciudadanos no llegó a entender el 26 de junio sobre tácticas políticas contradictorias con mensajes anteriores. Habían depositado esperanzas nobles y elementales porque sus rebeldías frente a injusticias sociales eran las rebeldías de Podemos, los pálpitos de Podemos. Mas, de repente, el señor Iglesias se transforma en socialdemócrata. Por tal razón anteriores votantes ideológicos se abstuvieron. No contra Podemos, pero sí desconfiaban de aparentes ambiciones desmedidas o, acaso, se sorprendieron… Y como reconvertido socialdemócrata dice, a la par, que es socialista a la manera de Allende, todo un mito de admiraciones…

   Podemos empezó a ser lo mismo: un partido político con estructura de tal y régimen de mando, ya muy próximo al poder… y el Poder lo obnubiló. Mucha gente comenzó a desequilibrarse ante tales espantos: ¿por qué el señor Iglesias y Podemos desprecian a los socialistas, exclusiva vía de acceso a un sistema imperfecto, claro, pero lo único posible en estos momentos para seguir haciendo caminos, incluso con Ciudadanos? ¿Se creían, acaso, los intelectuales elegidos por los dioses para conducir al país en horas veinticuatro hacia la transformación social o, tal vez, aquello que el latín escribe como “ego, me, mei, mihi”, es decir, ‘yo, conmigo, de mí, en mí, para mí’? ¿A quién quiso subyugar el señor Iglesias con los cantos de sirena al señor Rodríguez Zapatero?

   Fallaron las clases magistrales: la calle no es el aula.  Besar a un niño es un voto. Pero a cierto sector lo impulsan razones, corduras, coherencias y respetos.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

nicolás guerra aguiar