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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

CODE-PINK: Provocar la vergüenza social entre los estadounidenses - por Tamer Sarkis Fernández

CODE-PINK: Provocar la vergüenza social entre los estadounidenses - por Tamer Sarkis Fernández

“Su 'cuartel general' es una réplica a escala real de la Casa de los Sueños de Barbie”, caricaturiza de ellos el clintoniano TIME. El sarcasmo rezuma bilis y hasta un pequeño esputo cuajado de miedo. Y es que estos hippiosos de Code-Pink son un pedrusco incrustado en la bota del belicismo. Allí viven en “régimen” comunal, entre mobiliariokitch y paredes chillonas. Pero, más allá de lo superficial y recalcado por TIME -colores pastel, iconos supuestamente trasnochados, rosas asalmonados, signos de paz...-, lo cierto es que Code-Pink da mucha guerra.

Entrenan puntería lanzando zapatos a una efigie de Georges Bush, tal y como hiciera aquel iraquí durante una rueda de prensa dada por el viejo cowboy. Evocación de la dignidad de un pueblo y de su resistencia. Y sin pausa preparan su día fuerte de “Sabotaje al Congreso” (Hack the Congress). En tal sentido, ya están abriendo brecha y precedente:

Una vieja ley de los tiempos primitivos en que aquella pequeña burguesía libre-competencial necesitaba, para funcionar, democracia entre sí, protege la asistencia ciudadana a las sesiones congresuales, irrupciones, ruido y protestas incluidas. Hasta tienen, los “espontáneos”, su lugar reservado en la Tribuna de la hearing room. De la época de los Padres Fundacionales -de Georges Washington, de Benjamin Franklin- data esa primera enmienda.

En pleno demofascismo imperialista, el uso de tal dispositivo jurídico ha devenido testimonial y, salvo para coyunturas extraordinarias, más bien pasivo. Pero Code-Pink está empeñado en servir de catalizador y derevival: atravesar sectores de la ciudadanía con su campaña, e ir llevándola con ellos a “la fábrica de ponzoña”. Para que el pueblo escuche cómo los ponzoñosos, en su cueva, se sueltan el pelo y se quitan la careta. ¿Y eso para qué va a servir?. Para que la presencia y el juicio de los indiscretos auto-invitados pueda sonrojar y distorsionar las aprobaciones de genocidio. Pero, sobre todo, podría servir para vehicular el malestar popular acicatándolo por fin entorno a lo Principal. Pues, hoy, el malestar norteamericano es tan hondo como caóticamente disperso en el abordaje de las cuestiones más variopintas y de desigual valor y prioridad. Tomar lo Principal por los cuernos y re-agrupar la multiplicidad para llevarla a golpear como si fuera un solo puño.

Benjamin, una de las activistas, mujer madura y rubia (¿será ése un sobrenombre evocativo?), ha protagonizado ya cien “audiencias” populares en el Congreso. ¿Para que los congresistas se avergüencen ante los conscientes?. ¡No; apenas si tienen vergüenza!. Sino para hacerlos quedar comprometidos y retratados en toda su discusión subsiguiente al momento de irrupción. Quede, o no, puesta la cuestión en Agenda. Y en ello son clave la fotografía y la filmación. Armados de ellas se sale a la calle, se celebran proyecciones, se recorre internet y las redes sociales. Con Foucault sabemos que el quid del poder contemporáneo es verlo todo sin ser identificado en el ejercicio político. Code-Pink pone rostro a los operarios concretos del general “Sistema asesino”. La penalización electoral pesa. El sistema adolece de divorcio con “la ética de a pié”, y lo sabe. Y mayor divorcio va a haber...

Cualquier lugar y situación son buenas para el sabotaje y el cortocircuito. Llamadas telefónicas, concentraciones en la puerta de sus casas, ante el Congreso mismo, ante la Casa Blanca, allá donde desayunan, allá donde comen. Pues, como dicen esos activistas, “No puedes trabajar dentro de la caja”. Quieren, un buen día, “apagar” el Capitol. La vieja y tan británica figura del speech ciudadano callejero, resucita a escasos metros del Congreso.

En Code-Pink se tiene claro que ahora lo principal es conseguir dar un vuelco al papel del Hegemonismo estadounidense en Siria. Dice Benjamin que “al irrumpir el debate en torno a la intervención militar (directa:NdR) contra Siria, pusimos en Pausa todo lo demás”. Gritan, pintan, se escriben en sí y en las pancartas:Americans say No war. No es sólo -ni fundamentalmente- Don't bomb Syria, sino claman USA out of Syria,siendo, así, denunciada la “intervención” en su sentido amplio y real (financiación, mercenarios, fanatización por adoctrinamiento, manipulación e invención mediáticas). Stop CIA death Squads. Más claro, agua. En las Cámaras “representativas”, las pancartas lucen gigantes. Con leyendas claras y directas. Son filmadas y expuestas las escenas. Hace años, “cuando Iraq”, una activista de Code-Pink le restregó sangre a Condoleezza Rice en cara y atuendo. Otro gusta ponerse una máscara porcina con símbolos $ por ojos. Code-Pink es un poco Code-Punk. Ecos situacionistas contra la Bestia.

Un Principio vertebral en Code-Pink es no recibir subvenciones, ni corporativas ni de Estado. Y no solamente para no establecer una dependencia ni condicionamientos a la actividad, sino porque saben que, como los anarquistas dicen, “los medios son los fines”. Si se profundiza en los objetivos, si estos se esclarecen, si se desarrolla consciencia de cuáles han de ser, es también a través de la práctica colectiva en pos de alcanzarlos. Si no hay movimiento, no hay aprendizaje y los fines mismos terminan por desvanecerse. Por des-realizarse. Decía el Presidente Mao que las ideas son producto de la práctica social.

En la propia actividad para conseguir algo, va conformándose, dialécticamente, la entidad misma de ese algo. A la par que van formándose y habilitándose los propios sepultureros y su armamento. Y, en ello, la práctica de auto-mantenimiento y autogestión es primordial. En la quietud del mantenimiento por talonario transferido no hay movimiento, ni, por tanto, generación de idea de cambio ni idea del proceso al cambio.

Veremos si Code-Pink prende de chispa la dignidad del “americanito” en descomposición. Está claro que el sistema no va a avergonzarse al ser puesto públicamente frente a su falsificado “espejo social”. Pero sí puede avergonzarse, a la “mayoría social”, de “tener” ese “sistema suyo”.

Tamer Sarkis Fernández, DIARIO UNIDAD

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Más información sobre CODE PINK

http://www.codepink4peace.org/