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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

De cuando la banca es rechazada por sus clientes - por Nicolás Guerra Aguiar

Tengo en mis manos una revista –Consumerismo- editada por FACUA, “Organización que dedica sus esfuerzos a la defensa de los consumidores”. Tiene ya treinta y un años, y desde su primer número se ha convertido algo así en lo que antes se llamaba martillo de herejes, aunque los tales sujetos no sean hoy aquellas personas que niegan los dogmas establecidos por una religión: se trata de elementos interesados que el propio Sistema ha impuesto con el voto a favor de las mayorías, pletorizadas por su madurez política, ejemplo de delirios verticales (que llamó Gerardo Diego).

De cuando la banca es rechazada por sus clientes - por Nicolás Guerra Aguiar

   Tengo en mis manos una revista –Consumerismo- editada por FACUA, “Organización que dedica sus esfuerzos a la defensa de los consumidores”. Tiene ya treinta y un años, y desde su primer número se ha convertido algo así en lo que antes se llamaba martillo de herejes, aunque los tales sujetos no sean hoy aquellas personas que niegan los dogmas establecidos por una religión: se trata de elementos interesados que el propio Sistema ha impuesto con el voto a favor de las mayorías, pletorizadas por su madurez política, ejemplo de delirios verticales (que llamó Gerardo Diego).

   La portada del número 167 adelanta lo que podremos leer, meditar y discutir a lo largo y ancho de las páginas interiores. Y digo discutir y digo bien, porque la discusión no significa enfrentamiento acalorado entre personas. Muy al contrario, se refiere a alegar razones contra el parecer de alguien, posibilidad reservada a quienes están capacitados para ello: los humanos. Por tanto, este número de la revista invita al sereno debate (no pendencia desordenada) que ciudadanos afectados exigen sobre una empresa bancaria, tan prudentemente reservada hasta que llegó el impacto: la clara estafa a miles de pequeños ahorradores que en su inocencia angelical le entregaron pequeños capitales cargados de sudores, trabajos y esperanzas para una serena y relajada vejez.

   Así, el titular que ocupa todo el frontispicio en distintos planos (“Bankia / Elegida de nuevo / La peor empresa DEL AÑO”) remite a páginas interiores en las que destacan afirmaciones como “Bankia, otra vez La Peor Empresa del Año” y “El banco nacionalizado también se lleva el premio a la Peor Práctica Empresarial, las líneas 902 para la atención al cliente”. Por tanto, nada debe extrañarnos el inicio de tan amplio reportaje cargado de información y que logra contener su ira, lógica ira en cuanto que se trata de una empresa nacionalizada en sus pérdidas pero privatizada desde el momento en que sus acciones empiezan tímidamente a revalorizarse y, dicen, con perspectivas de grandes beneficios. Millones que, por cierto, no se devolverán a sus legítimos dueños: de una parte, accionistas y preferentistas que, de la noche a la mañana, vieron cómo se esfumaba legalmente su dinero, cómo dejaba de ser suyo y pasaba a engrosar supuestas segundas cuentas corrientes; de otra, los contribuyentes que pagan con rigurosidad a Hacienda y a quienes se les han birlado miles de millones para reflotar empresas que ahora se privatizan.

   Porque, como digo, el inicio del reportaje es definitivo: “Bankia es uno de los símbolos de la crisis que ha hundido la economía española. Las decenas de miles de millones de euros que los consumidores han tenido que prestarle a la fuerza no han provocado que como contrapartida deje al menos de cometer abusos”. Despotismos a los que hay que añadir irracionales e incongruentes procederes como, por ejemplo, que no atiendan a un cliente de la entidad en determinada oficina en cuanto que su cuenta corriente figura en otra. Así, cuando acudí a una sucursal en Las Palmas de Gran Canaria para que me facilitaran plásticos en los cuales se empaquetan monedas, me preguntaron que si mi cuenta está abierta allí. Contesto que no, aunque sí en Bankia. Su respuesta: “Pues debe usted hacer la solicitud en donde usted figura como titular”. “¿Y si estuviera en Vecindario?”, pregunto. Gesto de subida de hombros y mensaje gestual (“¡Pues ya sabe lo que tiene que hacer!”, deduje)  Fin de un intento y triunfo de la irracionalización más absoluta.

   Ya en el desarrollo del reportaje me entero de que Bankia obtiene el vergonzante galardón de “Peor Empresa del Año” concedido por los votantes por segundo año consecutivo, consumidores konsumidos muchos de ellos. Pero tal premio no llegó solo, no, sino acompañado de otros dos: uno, aquel anuncio televisivo que pretende ofertar créditos a empresas y particulares a través de una llave que da cuerda a un reloj (“para que todo vuelva a ponerse en marcha”) fue considerado el “Peor Anuncio del Año”. O lo que es lo mismo, olvidemos los miles de millones que los ciudadanos han pagado y vamos a empezar de nuevo, que el coche, el viaje y la reparación de la cocina son más importantes que los ahorros a fondo perdido. Y como no hay dos sin tres, premio también a “La Peor Práctica Empresarial” por la línea 902 de atención al cliente, llamada con coste a cargo a quien la realiza.

   En la provincia de Las Palmas, como sabemos, Bankia es lo que queda de un emporio económico bancario que fue motor importantísimo de la economía: la Caja Insular Ahorros… y, posteriormente, La Caja de Canarias. Después de su absorción por el banco privatizado no quedan de ella ni los colores de la provincia ni la sombra de lo que fue. Las interminables y desesperantes esperas para cualquier operación en mesa o ventanilla (échese a dormir si llega a las 11 de la mañana) más el a veces frío y distanciado trato por parte de algunos empleados la han dejado en lo que es, monacal soledad. En ella deambulan, cual espectros siderales, imágenes de un inmediato pasado cuando el cliente era importante, aunque también es cierto que muchos políticos canarios pertenecieron a la parte silenciosa de su consejo de administración, aquella que solo cobraba por permanecer en silencio y decir “amén” a todo. Algún día conoceremos sus especiales nominilla, enjundiosas.

 

Consumerismo, FACUA