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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Cuidado, la gente se está cansando - por Nicolás Guerra Aguiar

  «Matar al mensajero» es una frase hecha que arraigó en nuestra lengua desde siglos atrás. Así, por ejemplo, en el siglo XVI  alguien escribió un romance sobre la pérdida de Alhama. Cuando el rey moro de Granada lee la noticia, dice el texto, «las cartas echó en el fuego / y al mensajero matara», como si el pobre portador de aquellas hubiera sido el causante de su pérdida...

Cuidado, la gente se está cansando - por Nicolás Guerra Aguiar


  «Matar al mensajero» es una frase hecha que arraigó en nuestra lengua desde siglos atrás. Así, por ejemplo, en el siglo XVI  alguien escribió un romance sobre la pérdida de Alhama. Cuando el rey moro de Granada lee la noticia, dice el texto, «las cartas echó en el fuego / y al mensajero matara», como si el pobre portador de aquellas hubiera sido el causante de su pérdida, la más importante plaza fuerte del reino nazarí de Granada, mi otra patria pequeña. O lo que es lo mismo, tal reacción fue pasional, descontrolada, irracional, pues no ordena una investigación rigurosa para conocer las razones de tal desajuste militar, sino que acaba con la vida de un simple enviado.

  Algo así –salvando las violentas reacciones- parece que sucedió hace días con una funcionaria del Gobierno canario. Se acusa a esta señora de presunta falta disciplinaria grave (Ley de la Función Pública) porque está «haciendo gestos obscenos» mientras señala una fotografía del presidente del Gobierno. Yo difiero: que le muestre a una foto el dedo corazón o grosero (¡pero también cordial!) es, quizás, poco didáctico, corriente, tosco. Pero obsceno… Eso fue lo que me pareció cuando el señor Aznar hizo lo mismo a un grupo de estudiantes en Oviedo, y nadie actuó contra él a pesar de que se encontraba en el sagrado recinto universitario (espacio para las palabras, dicen) y no en la calle, como en  Santa Cruz.

 Porque o tal comportamiento de la señora obedece a un desequilibrio psíquico (atenuante), a un comportamiento injustificable (lo han denunciado) o, quizás, a un principio de acción – reacción, a un estado emocional que si no justifica el mal llamado «gesto obsceno» (ofensivo al pudor, contrario a honestidades, modestias y recatos), sí puede ser indicio de algo muy impactante y, por tanto, con dominio sobre la razón. Porque sobre los funcionarios públicos han caído ya tantas maldiciones, tantos descuentos, tantas restricciones, que parecen condenados a su destrucción como lo fueron Sodoma y Gomorra, por más que no son los causantes –ni por asomo-  de la caótica situación económica por la que pasamos todos (¿todos? ¡No!, siempre quedan privilegiados que se ubican por encima de los hechos desestabilizadores).

  Si hubo gestos obscenos, dicen, debieron de ser muy deshonestos, impúdicos, soeces y vulgares en cuanto que de ellos pudiera derivarse comportamiento delictivo. Es decir, algo tan afrentoso contra el señor Rivero que ni tan siquiera pueda trasladarse al papel, pues este se sonrojaría y ardería, incluso, por vergüenza ajena. Por eso tengo curiosidad por conocer exactamente el contenido de la denuncia, su redacción. Pero, mientras, me atrevo a sospechar que en Santa Cruz de Tenerife sucedió lo mismo que en la Granada de 1482, cuando el infeliz del portador de las cartas fue acuchillado por su propia gente. Temo, pues, que la incoación del expediente obedezca a una reacción pasional, incontrolada, nada racional, de inmaduración absolutamente impropia de quien debe obedecer a la razón y no al estómago agradecido. Quizás debió plantearse el porqué de aquel comportamiento de una señora funcionaria que no estaba sola, sino en una manifestación. Todos mostraban hartazgos, fastidios y cabreos (emputamientos los llaman en Canarias, El Salvador y Honduras) porque han cogido a los funcionarios como paganinis y responsables del caos, tal parece.

  Un suponer: ¿qué reacción con palabrotas –e incluso digital- puede tener una madre funcionaria de Arucas, Moya, Valleseco o Teror a la que le cierran el Servicio de Atención Temprana donde personal especializado atiende a su hijo autista, paralítico cerebral o con deficiencias psicomotrices porque el Gobierno de Canarias no enviará al Ayuntamiento de Teror la subvención anual? Porque se trata del mismísimo Gobierno (con otro socio) que en 2009 adjudicó a la empresa Corporación Cinco (¿su propietario?) un contrato por 58.800 euros para que le prestara «asesoramiento en análisis socioeconómico y en su incidencia en la mejora del autogobierno». El mismo Gobierno (nuevo socio) que pagó lo mismo a la misma empresa (¿su propietario?) en 2010 por el mismo concepto; que en 2011 le transfirió 29.400 euros, y en 2012 también recibirá 58.800 euros por «apoyo y asesoramiento en la dirección, toma de decisiones, establecimiento de objetivos estratégicos, coordinación, vigilancia y control del funcionamiento general de la Administración».

  ¿Qué autocontrol se le puede exigir a un funcionario que se manifiesta porque, otra vez, le van a descontar el cinco por ciento de su sueldo, ya mermado y succionado, si sabe que la Campaña Institucional de Navidad costó 118.580 euros y que se dispendiaron 494.400 por la contratación de Servicio de Noticias? Y ya no les digo si se enterara de que el Día de Canarias esfumó 501.459 euros, papeles firmados, quizás, en aquella mesa que compró el Parlamento por la módica cantidad de 37.143 euros. O los 54.900 euros que se tiraron en la Encuesta de gasto y satisfacción de los usuarios de campos de golf, o quizás la encuadernación del libro Historia y Arte del Parlamento de Canarias (30.000 euritos), que se regalaba a sus señorías con un detallito –medalla, miniatura- cuyo importe ascendió a 25.500 euros.

  Sí, en efecto. Aquel supuesto gravísimo atentado «de desprecio o descrédito» hacia el señor presidente del Gobierno (tengo la impresión de que el señor Rivero desconoce esta denuncia) tiene su cabida en la ley de la Función Pública. Pero yo como ciudadano reclamo, pido, exijo que se respete a una sociedad, la canaria, cuyo índice de paro es el mayor del Estado. Que se considere a una ciudadanía cuyo nivel de fracaso escolar es el primero de todas las comunidades. Exijo que no se restriegue en las tragedias ajenas –colas, inmensas colas en Cáritas- la aparente infravaloración con que se trata la dignidad humana con gastos tan inverosímiles, innecesarios, suntuosos y de otros mundos como los arriba citados. No, no puede –no debe- el Gobierno canario matar simbólicamente al mensajero, al contrario: debe razonar su mensaje.