¿Cuidamos o maltratamos el planeta Tierra? - por Erasmo Quintana *

Ya nadie discute sobre algo cada vez más evidente, salvo los heterodoxos: lo del cambio climático, que lleva aparejado el calentamiento global. Los casquetes polares se están descongelando por momentos, cosa que se puede apreciar con una simple mirada a esas imágenes que pasan por televisión, grandes masas de hielo que se desprenden aumentando, de manera imperceptible pero real, el nivel del mar con peligro de inundar las ciudades costeras del mundo, todo por el llamado “efecto invernadero”. El cambio se hace por días más ostensible, y preocupante. Ahora mismo lo vemos con estas borrascas que nos vienen del Golfo de México, donde la última que más se aproximó a nosotros, produjo un temporal marítimo con olas gigantes y lluvias, que por su abundancia, abastecieron presas de las medianías.

Las señales del referido cambio las encontramos aquí, en Gran Canaria, donde habiendo llovido menos que en las islas occidentales, ha sido bastante si lo comparamos con años anteriores. Y los que pasamos con nuestro coche por los puentes de Silva, disfrutamos de lo verde y bonito que se pone todo el paisaje. Es así de agradecida nuestra tierra, la que se ha considerado por foráneos poseedora del mejor clima del mundo, y basta que caigan cuatro gotas para ver cómo se ponen de frondosas las medianías junto a esa cadena de montes escarpados a orillas de las carreteras, cubiertos por un completo manto de vegetación endémica, alegrando la vista y ensanchando los espíritus con esa inmensa y bella alfombra reverdecida.

Por suerte para los habitantes de nuestra Isla la polución se encuentra en la gran ciudad, donde los habitantes y usuarios están algo afectados. Mas no tanto, sin embargo, porque los permanentes efectos benefactores de los vientos alisios minimizan lo pernicioso del aire que respiramos. Los cambios climáticos se hacen presentes con el dióxido de carbono, generando en los humanos consecuencias amenazadoras, además de inquietantes terremotos terrestres y marinos, siendo algo más frecuentes los del mar, entre Gran Canaria y Tenerife. Lo tangible es que la Naturaleza, tal vez molesta por el maltrato humano, se ha transformado en un importante enemigo para nosotros.

Por las torrenteras de lluvia a las principales cuencas de la Isla, parece que este año no habrá problema de desabastecimiento, porque las presas han quedado en unos niveles que tranquilizan. Y es que aquí, desde siempre, se considera al agua oro líquido. Tan necesaria es (yo diría que imprescindible) para los agricultores y de todos los que en ella vivimos. El agua forma parte de nuestra existencia. Lo demuestra el pertinaz consejo de mi médico de cabecera, desde su depurada profesionalidad, que debo tomar mucha agua por incipientes problemas -no muy graves- de mis riñones. De suerte que bebo agua como un poseso desde hace algún tiempo, y me apetece describir que el tracto interior, con el maravilloso líquido, lo percibo en un estado de conciencia benefactor. El agua llega a mi garganta fresca y cristalina como una bendición de los dioses, y si es precipitada desde lo alto, como un bendito regalo de frescor pleno, pasando a mi estómago cual bálsamo reconfortante.

El refrigerante líquido llega al tracto digestivo proporcionando un estado de bienestar completo; limpia de impurezas las vísceras y pasa a los riñones, donde hace un bien reparador, consiguiendo que alcance ese estado de alivio inconmensurable. El agua se convierte en indispensable para que haya vida (sabemos que sin agua nada existiría), lo que me produce un doble bienestar, cual es la sensación grata de frescor en la garganta calenturienta aplacando mi sed, y como medida de limpieza de mi organismo por su acción de arrastre de excrecencias que un cuerpo saludable debe desechar. Quién lo duda: el agua es un bálsamo, es la vida, porque sin ella el milagro de vivir sería imposible: convierte en verde y perfumado con mil esencias llanos y praderas, y es un don insuperable de la Naturaleza. El campo en barbecho resucita y vive estacionalmente con benefactor y mágico efecto. Además, porque algo tendrá el agua cuando la bendicen, dice la sabiduría popular.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana