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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

Culos de señoras alcaldesas… según sus concejales - por Nicolás Guerra Aguiar

   Parece que hay entre algunos concejales (Valencia, Priego…) cierta disposición a hacer juegos de palabras con aquello que, pudorosamente, siempre se conoció como “El final de la espalda”, ”Allí donde la espalda pierde su suave nombre”. O lo que es lo mismo, el culo (voz acaso menos agresiva en latín, ‘culus’), y que se identifica con personas, animales y cosas.

Culos de señoras alcaldesas… según sus concejales - por Nicolás Guerra Aguiar  *

   Parece que hay entre algunos concejales (Valencia, Priego…) cierta disposición a hacer juegos de palabras con aquello que, pudorosamente, siempre se conoció como “El final de la espalda”, ”Allí donde la espalda pierde su suave nombre”. O lo que es lo mismo, el culo (voz acaso menos agresiva en latín, ‘culus’), y que se identifica con personas, animales y cosas.

   A este término lo acompañan varios sinónimos. Van desde el cursi “pompis” hasta los hiperbólicos “posaderas” y “pandero” cuando se etiqueta a alguien por el pertinente bien despachado (“¡Menudas posaderas!”, óyese decir; “¡Con el pandero de J. tendremos para todas las navidades!”). Entre ellos, otras voces más prudentes y menos escandalosas como “trasero, nalgas”…

   Pero también tiene una amplísima variedad combinatoria: abarca desde la construcción coloquial hasta la locución adverbial malsonante e, incluso, vulgar (tal matiza y distingue el Diccionario de la lengua española –DLE-). Así, por ejemplo, y para el primer caso, “Culo de mal asiento (en Canarias, ‘persona desinquieta’); Vivir en el culo del mundo; Quedarse con el culo al aire; Perder el culo por ella; Para coger lapas negras hay que mojarse el culo; Culo de vaso (cristales de las gafas); La primera impresión casi lo tira de culo; Como sigas así vas de culo; Con el culo en dos manos; El culo del pepino estaba amargo…

   Como se ve son construcciones decentes, recatadas y pudorosas. No todas valen ante cualquier interlocutor, ni mucho menos para ir por la calle aireando las cantadas partes de animales, personas y cosas. Pero sí pueden usarse de cuando en cuando, como quien no quiere la cosa, porque a veces tales construcciones son más clarificadoras y contundentes que algunos tratados de urbanidad dominantes allá por las infancias y primeras juventudes.

    Pero hay otras (las llamadas por el DLE “malsonantes o vulgares”) que, cosa curiosa, se multiplican y exigen signos exclamativos. ¿A qué se deberá esta disposición natural de los humanos: acaso a que son más impactantes? ¿A rebeliones lingüísticas contra la norma impuesta por mentes freudianamente analizables? ¿O, tal vez, a que en el fondo nos encanta revolcarnos entre todo aquello que impacta o revoluciona a determinados sectores sociales? El DLE, estimado lector, refleja los usos: “¡A tomar por culo! [Construcción que en las películas se traduce por ‘¡Que te den’!]; ¡Me lo paso por el culo!; ¡Que se lo meta por el culo!; ¡Estoy hasta el culo [de sus estupideces]!; ¡Bobo del culo! (En Cuba, bobomielda); ¡A este lo mando a tomar por culo!; ¡Me están dando por culo [sus chorradas]!; ¡Conmigo va de culo”!

   No obstante lo anterior, hay dos escalones por debajo en que la palabra simplemente significa, sin más: así, ‘conjunto de las dos nalgas’. Y se relaciona, como vengo señalando, con animales (‘ancas’; ‘zona carnosa que rodea el ano del animal’), personas (‘parte posterior o asentadoras de los racionales’) o cosas (‘extremidad inferior o posterior’). Y a veces el propio culo del vaso, por ejemplo, fuerza al uso de diminutivos –un culín, un culito- cuando lo que se desea es, simplemente, catar el líquido allí escanciado.  (Tengo un par de amigotes que hablan de “partículas o moléculas licuadas”. Pero eso es solo cuando ya han despachado con dadivosidad y se vuelven geniales como Max Estrella -protagonista de Luces de Bohemia- o ridículamente eruditos. Depende de la intensidad del siroco.) 

   Lo anteriormente expuesto, lector, acaso nos permitirá entrar en los comportamientos de aquellos señores exconcejales o concejales que, por cuestiones políticas, echaron ojos y palabras a supuestas prominencias grasosas ubicadas en la parte trasera de cuerpos, los que corresponden a señoras compañeras de ppartido. Son los casos, pues, del señor Novo, en Valencia ciudad, y del señor Cano, ejerciente hasta el momento a la espera de su santificación o defenestración políticas.

   El primero no recordó que el micrófono permanecía abierto mientras la hoy exalcaldesa, señora Barberá, recontaba papeletas en un pleno. Y cuando pronunció el número 25, nuestro hombre comentó en voz baja, aunque ampliada por la megafonía, “¡Por el culo te la hinco!” (aunque, eso sí, sin aspiración: ‘jinco’), locución que se escuchó incluso en La Albufera, puñeteros que fueron los vientos aquella tarde. (¿Simple construcción coloquial? ¿Estructura malsonante o vulgar? ¿Acaso impacto emotivo y desmoralizador sobre la señora alcaldesa, espléndida en sus nalgas? ¿Impropia chorrada de un político?)

   Más rebuscado –aunque grosero y grotesco, nunca con la exquisitez de Cela- fue el señor Cano, edil que lo es en Priego de Cuenca (que no Priego de Còrdoba). Por razones que no vienen a cuento la señora alcaldesa (de su mismo ppartido) suspendió un pleno. Y la tal actuación indignó tanto al individuo que a través de Facebook (algún día, Feicbu) la llamó “esperpento” (‘deformación grotesca de la realidad’) y le dedicó el siguiente texto: "¡Que te den! Que te den por ese culo tan magnífico, tan inconmensurable, tan mayestático que tienes. Un culo que merece diez sonetos, o mil, cien elegías y trescientos epicedios. Un culo sin témporas […], doce tribus de culos y cien naciones enculadas, chorizo cular, el culo del mundo".

   En este caso lo tengo claro: la vulgaridad del señor Cano sobrepasa las elementales prudencias que deben caracterizar a toda persona pública, más cuando representa la voluntad de muchos ciudadanos. No solo intenta también imitar burdamente a Quevedo (genialidad satírica frente a tosquedad concejalil) sin gracia y con desajustes cerebrales. Ataca directamente, además, a la señora alcaldesa sin razones, Ideas, inteligencias y sólidos argumentos. En su preocupante limitación echa mano, también, a un recurso literario ya inventado: palabras (“magnífico, mayestático, inconmensurable”) de cuatro, cinco y seis sílabas, respectivamente, cual si con ellas quisiera simbolizar la física estructura de aquellas holgadas alcaldadas nalgas.

   Este es el tipo de político que detesto, rechazo y denuncio. Me cabrean atentados a la creatividad, rusticidades y tosquedades. Pero más me preocupa que sus paisanos del PP no lo hayan mandado a tomar… por cavernosos espacios físicos.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar