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viernes, 19 de abril de 2024 07:05h.

Encuentro en la tercera fase - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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Encuentro en la tercera fase - por Nicolás Guerra Aguiar *

mundo virusNo sé cuándo empezó el ser humano a controlar el paso del tiempo como factor numérico. Pero lo cierto es que a estas alturas de la civilización usamos un amplio campo de palabras (año, era, período…) a las cuales les hemos dado valores temporales. Desde el pasado mes de marzo una de ellas (fase) forma parte de nuestra vida con machacona presencia y absoluto dominio sobre mentes, comportamientos, actuaciones e, incluso, primera abuelidad. 

En nuestro intelecto se marca a fuego el término, muy sencillo pero terrible por coronaviruszado. Curiosamente es, a la vez, nuestra esperanza única: su salto progresivo desde la etapa inicial alimentaba ilusiones -dentro de la tragedia, claro- para alcanzar la penúltima, la F3, estación aun no terminada pero radicalmente distinta. 

¡Y tan distinta! Su llegada como más ancha y esperanzadora vía aceleró en mí sensaciones almacenadas, emociones prudentemente controladas quizás por aquello de la racionalización o, acaso, debidas a la propia situación de inestabilidad: a fin de cuentas el puñetero bicho estaba ahí, al alcance de un simple estornudo. Sus efectos, tal como leía y escuchaba, eran terribles, devastadores… Y me prohibía, por tanto, desplazarme a Tenerife (Ninguaria, Nivaria) para conocer a mi primer nieto.

tenerife

residencia de mayoresTan destructivos e infernales fueron sus efectos que, además, por una muy discutible precaución dejaron de contar administrativamente a quienes morían sin haber pasado las pruebas ante posible contagio o infección: casi la mitad de las defunciones se produjeron entre los más mayores presuntamente vetados -miseria humana, degradación moral, envilecimiento- por ciertas comunidades: “Un parte de alta de las Urgencias del Infanta Cristina (Parla, Madrid), del 25 de marzo confirma que había órdenes de rechazar a los ancianos de residencias con síntomas de coronavirus’’ (elplural.com...). Y en Cataluña: “Salud recomienda no ingresar a pacientes de más de 80 años a la UCI. Propone darles ‘solo oxigenoterapia’ y no ventilación mecánica y administrarles paliativos” (65ymas.com).   

Por cronología ando lejos de los ochenta… y más de los cincuenta, para jeringarme la alegría. Cuando supe sobre la futura abuelidad, el sublime impacto emocional forjado un día de septiembre en tierras laguneras estuvo almacenado en una parte del subconsciente como si se tratara de experiencias infantiles prestas, eso sí, a revolucionarias manifestaciones. Pero llegó marzo y todo se desorientó en mí, la cosa se complicaba y el COVID-19 me jodió la pavana: bloqueó el dulce encanto del anhelado acercamiento, cuya única posibilidad se trasladaba a la distanciadísima tercera fase, la actual. 

ENCUENTROS SPIELBERGFue entonces cuando me identifiqué con Steven Spielberg y su película Encuentros en la tercera fase. Así, si la aproximación física entre humanos y extraterrestres necesitó dos pasos previos (avistamiento de ovnis y posterior aterrizaje), mi encuentro con el carajote también estuvo condicionado por el descubrimiento del coronavirus y su dictadura. Por tanto, desazón, desajuste emocional e, incluso, pálpitos de desesperanza: ¿llegaría a ver, algún día, al primer nietillo que engarza ambos apellidos en la isla tinerfeña donde se localiza el lagunero Valle de Guerra, inicial punto de partida del correspondiente paterno?

COLAS COMIDAYo estaba advertido. Desde el primer día de la fase inicial el virus impuso miedo, pánico, terror. Desequilibró economías caseras, empresariales, sociales... y lleva a centenares de miles de paisanos a interminables colas para recoger un paquete de comida, degradación absoluta de la dignidad personal y colectiva. Y  miles y miles de muertos rigurosamente desprotegidos por improvisaciones, carencia del imprescindible material preventivo, sobreexplotación anímica y profesional de sanitarios, fuerzas de seguridad..., incompetencias políticas de todos los colores: nunca, en tan poco tiempo, se había descubierto la inconsistencia en la cual se asienta nuestra sociedad y, por ende, su organización. 

CONFINAMIENTOPor suerte el pánico se impuso sobre la natural reacción racional y el pueblo encerró su impotencia entre cuatro paredes, perplejo tras el impactante descubrimiento: ¿estado de bienestar? ¡Ni de coña! Pura ficción alentada por la mezquina política  donde han privado miserables intereses partidistas sobre elementalidades sociales. Súmense, para mayor escarnio, la mediocridad intelectual e imaginativa de quienes la han hecho su profesión… con la anuencia de los votantes, primeros responsables.

Si no fuera porque su trueque nos llevaría al caos y al omnímodo poder de tanto iluminado, ¿no apetece mandarla al karajo? ¿Para qué han servido Senado, parlamentos regionales, gobiernos autónomos y, sobre todos, el Congreso de los Diputados donde la palabra noble, comprometida, inteligente, sabia, socialmente revestida de realismo puro es combatida por miserias humanas, desajustes mentales, navajazos, insultos, vulgaridades, paralizantes atrofias? 

Mientras, sectores populares, imperializados y adormecidos, radicalizan sus posicionamientos y empiezan a fantasear, peligrosamente, con lo opuesto a los dos primeros párrafos (Preámbulo) de nuestra Constitución: uno, “...establecer la justicia, la libertad y la seguridad...”. Dos: “Garantizar la convivencia democrática… y de las leyes conforme a un orden económico y social justo”.    

Desde el punto de vista lingüístico, si nos remontamos a siglos pasados quizás la palabra más usada para referirse a cada uno de los distintos estados de un fenómeno fue “luna”, como los indios del Oeste norteamericano en las películas de mi infancia galdense: “Atacaremos dentro de tres lunas”, ilusorio anhelo pues desconocía Caballo Veloz que el hombre de los cuchillos largos se había investido de misión redentora, cristianizadora y civilizadora, tradición heredada de los feudalismos europeos.

Luego se incorporaron otras: milenio, siglo, año, mes, semana… en gradación descendente o ascendente; también trienio, sexenio, decenio... para el lenguaje administrativo, por ejemplo. Y aparecen, además, época (Neolítico), era (cuaternaria), período (de incubación)… Sin embargo, la que hoy domina y obsesiona a causa del coronavirus es fase (“¡Al fin en la fase 3!”).  

FASES

PIE DE BEBÉ Permanece la construcción -ahora planteada tal la culminación de un larguísimo proceso- como anhelo, ilusión, palpitante perspectiva de futuro. Así, la F3, tras  enclaustramientos, me permitió romper ya la insularizada provincialidad para, como en el juego de las damas, saltar sobre la mar y llegar a Tenerife, allí donde palpita la vida de un dosmesino cuyas vibraciones vitales resuenan acústicamente en las mías y al que solo conocía gracias a fotos, retratos o vídeos... (¡La esperanza me mantuvo!...)

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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