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sábado, 20 de abril de 2024 13:13h.

¿Qué es la izquierda? (IV). El síndrome de Estocolmo - por Lidia Falcón

 

FRASE LIDIA FALCÓN

¿Qué es la izquierda? (IV). El síndrome de Estocolmo - por Lidia Falcón, abogada y escritora, presidenta del Partido Feminista *

Carlos París, el filósofo marxista más lúcido de la generación de su tiempo, desgraciadamente fallecido hace seis años, tenía una definición afortunada para pintar clara y brevemente lo que le está sucediendo a la izquierda española desde hace varias décadas: “está presa del síndrome de Estocolmo”.

 

 

Como ya sabemos, el síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo​ con su captor. Dice la definición de Goggle que “principalmente, se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte del agresor. En ocasiones, los prisioneros pueden acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía”.

El término toma su nombre del episodio sucedido el 23 de agosto de 1973, cuando un tal Jan Erik Olsson intentó asaltar un Banco de Crédito de EstocolmoSuecia. Tras verse acorralado, tomó de rehenes a cuatro empleados del banco, tres mujeres y un hombre. Entre sus exigencias estaba que le trajeran a Clark Olofsson, un criminal que en ese momento cumplía una condena.

A pesar de las amenazas contra su vida, incluso cuando fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de su cuello, los rehenes terminaron protegiendo al raptor para evitar que fueran atacados por la Policía de Estocolmo. ​ Durante su cautiverio, una de las rehenes afirmó: «No me asusta Clark ni su compañero; me asusta la policía». Y, tras su liberación, Kristin Enmark, otra de las rehenes, declaró: «Confío plenamente en él, viajaría por todo el mundo con él».​ El psiquiatra Nils Bejerot, asesor de la policía sueca durante el asalto, acuñó el término de «síndrome de Estocolmo» para referirse a la reacción de los rehenes ante su cautiverio.

Ciertamente, no puede decirse que la izquierda no haya sufrido violencia del Capital, por lo que la mutación que ha padecido consistente en ir aceptando los planteamientos de este no tiene la explicación que le dan los psicólogos. Más bien, se trata de que ha asumido su derrota en las contiendas que ha librado contra sus enemigos, con cobardía. Sin analizar lo que ha supuesto la disolución de la URSS, por mor de la extensión de este artículo, aunque sea determinante para explicar la situación de la izquierda mundial, lo que debemos recordar es la transformación que ha vivido en España y recordar brevemente los episodios más significativos de ese cambio.

Cuando ya en la llamada Transición, ese periodo en el que después del fallecimiento del dictador se dispusieron todas las fuerzas económicas, políticas y militares para organizar el sistema democrático burgués que satisficiera al Departamento de Estado de EEUU, a las instituciones económicas internacionales, a las oligarquías españolas, a la Iglesia Católica, al Ejército, el Partido Comunista aceptó la Monarquía, la rendición era evidente.

Antes de ese momento, que se considera transcendental, se habían aprobado los Pactos de la Moncloa, que ahora se quieren reeditar ante la el hundimiento de la economía a raíz de la pandemia del Covid19, y que supuso la rendición sin condiciones del Movimiento Obrero. La participación en aquellos acuerdos del PCE, del PSOE, de CCOO y de UGT significó abandonar la agitación social que habían mantenido esas organizaciones durante los siniestros años de la dictadura que duraron cuatro décadas, y en las que habían sacrificado a sus mejores mujeres y hombres en la lucha desigual y exterminadora a que los sometió el fascismo.

Los episodios de esa rendición pertenecen ya a las hemerotecas. En el Congreso del PCE de abril de 1978 el partido renuncia al leninismo, después de haberse seccionado bruscamente en los años anteriores por su evidente postura de colaboración con las fuerzas de la derecha. Está ya rendido a las imposiciones que el Ministerio del Interior de Rodolfo Martin Villa le ha planteado si quiere ser legal.

A continuación, en el XXVIII Congreso del PSOE en mayo de 1979 el partido socialista renuncia al marxismo, en un quiebro que está a punto de romper la organización con la dimisión de Felipe González incluida. Se repite el Congreso y en septiembre los enfrentamientos se apaciguan y se aceptan los planteamientos de González que vuelve a la Secretaría general triunfante.

El abandono del marxismo por los socialistas y del leninismo por los comunistas garantiza al Capital que ya no habrá más enfrentamientos directos y mucho menos revolucionarios con el Movimiento Obrero, y aún más dolorosamente ni ideológicos con la intelectualidad de izquierda. A los hitos que van marcando la derrota pertenece la Ley de Amnistía de 1977, mediante la cual se perdonaron para siempre los crímenes franquistas.

Marca el paso Nicolás Sartorius cuando, además de defender esa ley que significa la impunidad para todos los implicados en la persecución de los antifranquistas, incluidos los torturadores como Billy el Niño, afirma que “ya se sabe que la lucha de clases no existe”.

El camino recorrido desde 1977 por el Partido Comunista ya lo conocemos y sus avatares han marcado el derribo de los Sindicatos, del Movimiento Estudiantil y de los movimientos ciudadanos; del Feminista hablaré en próximos artículos. La creación de IU ha supuesto que el comunismo se ha inscrito dócilmente en las filas de la socialdemocracia que es la mejor aliada del Capital y la aparición de Podemos está marcando la deriva populista que tan en boga ha estado este último quinquenio, y que todavía no sabemos si tendrá mucho recorrido ante la crisis que está suponiendo la pandemia del corona virus que se está prolongando más allá de la cuarentena.

El populismo se ha presentado, desde la obra de Laclau, como la única alternativa a una izquierda trasnochada, envejecida e instalada obsesivamente en la queja; recordemos que Pablo Iglesias llamó “pitufos gruñones” a los comunistas. Y estos lo aceptaron sumisamente, suplicando indignamente que les permitieran estar al servicio de Podemos. A pesar de haber perdido votos y escaños en las sucesivas convocatorias electorales, que de 71 escaños la coalición Unidas Podemos hoy solo tiene 35, habiéndole cedido el tercer puesto en la Cámara a VOX con sus 52 diputados, la debilidad a su vez del PSOE les ha permitido formar parte del gobierno en ese Ministerio del Engaño que es el de Consumo y en el que Alberto Garzón hace gala de su inutilidad.

En esta etapa tan trágica, en que la pandemia no solo nos ha recluido en las casas –quienes las tienen-, nos ha arrebatado a muchos seres queridos y nos ha sometido a la dolorosa prueba de los tratamientos contra la enfermedad, sino que nos está hundiendo en la crisis económica más grave después de la Guerra Civil, ese gobierno está demostrando gravemente su incompetencia. Dominado por el PSOE, como tiene que ser por su fuerza parlamentaria, que es el segundo mejor aliado del Capital después del PP, ni ha tomado medidas preventivas a tiempo –acaban de informar que la República Checa ordenó el confinamiento a principios de marzo cuando tenía únicamente diez casos- ni tiene medios para suministrar a los sanitarios y a la población la protección que necesitan.

Pero a esta dolorosa actualidad se ha llegado después de cuarenta años de supuesta democracia, que durante décadas se instaló en la comodidad y el despilfarro, cumpliendo así las órdenes del Capital. Después del abandono del marxismo, el PSOE condujo la entrada en el Mercado Común e inmediatamente después el infame referéndum sobre la OTAN. Miguel Boyer, ministro de Economía significó la aplicación a rajatabla de las medidas que exigía la patronal y recordemos la célebre frase del ministro de Economía, Carlos Solchaga, en el segundo gobierno de Felipe González cuando, enormemente satisfecho, declaró que “España era el país donde se podía uno hacer rico más rápidamente”. Ramón Tamames, escribe en La Economía Española, 1975-1995, (Ediciones Temas de Hoy, 1995, p. 205): “Por lo demás, tuvo amistades más o menos peligrosas; sus relaciones con el poder económico privado, presentan sombras aún no esclarecidas“.  Y, en agosto de 1991, abandonado ya el gobierno de España, Solchaga fue elegido presidente del Comité Interino (órgano ejecutivo) del Fondo Monetario Internacional (FMI).

De cómo en la actualidad la izquierda que antes se titulaba revolucionaria es cómplice de un gobierno no sólo aliado de las fuerzas del Capital sino sometido a los vaivenes del populismo de Podemos daré cuenta en próximos artículos.

Madrid 24 de abril de 2020.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Lidia Falcón y la colaboración de María jesús fernández

LIDIA FALCÓN RESEÑA

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