Estatuto de Autonomía, ¿qué se reforma? - por Erasmo Quintana *

Hay una lejana leyenda urbana, nacida en el seno de los mentideros políticos del Archipiélago canario, de que aquel Felipe González, en plena euforia de su omnímodo poder, indicó a su compañero Jerónimo Saavedra, a la sazón presidente del Gobierno Canario, que era necesario tender la mano a ATI y sus afines al objeto de darles juego y protagonismo como partidos nacionalistas. Lo que ya no alcanzamos a saber es qué escondía la arcana intención presidencial: si lo hacía como un gesto de magnánimo desprendimiento o en previsión de que aquel nacionalismo emergente desembocara en una deriva independentista (pensaba en tipos como Cubillo), inquietante siempre visto desde la Metrópoli, y por lo que tienen estos peñascos de acusada periferia, de imprevisible y temeroso desarraigo por su lejanía.

Saavedra tuvo su momento para formar gobierno pactando cómodamente; pero ante la extrañeza de muchos biempensantes renunció a gobernar porque “tenía que pactar” y eso era mucho para su estratosférico ego. Más tarde lo hizo con la ATI de Manuel Hermoso, y la patada traicionera que éste le propinó en el trasero fue épica. Desde entonces el PSC no gobierna sino en comandita, de prestado y cuando lo dejan. No pareció cosa tan dramática para el aherrojado, pues tenía en expectativa llegar al Consejo de Ministros de la mano de su amigo Felipe. Hasta hoy, que seguimos instalados en aquel sentencioso exordio y puñalada del Bruto vicepresidente Hermoso, pronunciando la frase lapidaria “Ha llegado la hora de Tenerife”. Y ahí, en esa hora, permanecemos hace más de veinte años después, con mediocres gobiernos para esta maltratada Comunidad, pero sin embargo buenos para Tenerife. El último, de Fernando Clavijo, se ha superado en la ineficiencia, en la abulia, en la inoperancia, esa que ha llevado al mismo Parlamento, porque ustedes me dirán qué hace allí tanto diputado cobrando un suculento sueldo más dietas; ¿dónde está el resultado del trabajo que dicen que hacen? Como muestra incontrovertible, la reprobación a la consejera de Bienestar Social, por su incapacidad para gestionar convenientemente las ayudas a los ciudadanos necesitados, que para eso está y cobra.

Ahora, por fin, toca la reforma del Estatuto y la nueva Ley Electoral. Veremos todos que esta será ocasión perdida: unos cuantos diputados más, pero al insularismo no hay quien lo toque. El sistema quedará tal cual. El insularismo es el cáncer que corroe nuestra convivencia, y parece mentira que sesudas cabezas todavía no lo vean así. ¿Por qué no introducen la Circunscripción Única, que todos los electores de las ocho islas elijamos con nuestro voto al “presidente de todos los canarios”, y no que nos lo elijan los representantes de los siete reinos de taifa? Es el conocido “cambiar algo para que todo siga igual”. Una pena que no se aproveche esta ocasión para dar el tiro de gracia al “insolidario insularismo”, que en vez de unirnos, nos separa a los canarios de las ocho Islas del Archipiélago. Nuestro problema es que el nacido en una de las Islas, ésa es la suya, importándole poco las demás. El insularismo alimenta esta percepción y aquella vivencia. La Circunscripción Única une con fuertes lazos a los canarios de todas las Islas. Las siete circunscripciones (el insularismo), hace que nos ignoremos, unos a otros, los naturales de cada Isla.

El insularismo por antonomasia, la ATI tinerfeña, ha ido completando su obra para consolidar la supremacía chicharrera con pequeños grandes ajustes en el sistema electoral, dando al voto elector de una isla no capitalina el valor de diecisiete sobre uno de Gran Canaria y Tenerife. Esta es la fuerza de CC y la garantía de continuar con el poder político y económico de la Comunidad Canaria: apoyarse en las islas menores que, con menos habitantes tienen mayor poder de decisión. Y para que este milagro haya sido posible, siempre contó con el apoyo del PP el tiempo que le interesó, sabiendo que a la puerta tenía esperando, impenitente, al PSC-PSOE.

Qué poco me gusta todo esto, mis amigos. Pero tengo que reconocer que la política y los políticos son, en la mayoría de las ocasiones, como el carbón, que cuando no quema ensucia.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana