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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Ética y estética en la Política - por Nicolás Guerra Aguiar

Vaya por delante una verdad: los partidos políticos existen en cuanto que hay personas que los forman. Por tanto, la idea de “partido” está absolutamente vinculada a sus militantes, gentes honradas o corrompidas, respetables o indecentes, demócratas o totalitarias. 

Ética y estética en la Política - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Vaya por delante una verdad: los partidos políticos existen en cuanto que hay personas que los forman. Por tanto, la idea de “partido” está absolutamente vinculada a sus militantes, gentes honradas o corrompidas, respetables o indecentes, demócratas o totalitarias. En casi todos los de nuestro entorno democrático dominan cuantitativamente los afiliados serios, convencidos de sus idearios, consecuentes con sus maneras de entender la sociedad. Pero frente a ellos destacan más –aunque son menos- quienes utilizan esos mismos partidos para beneficio propio, trátese de quienes buscan sus promociones personales, nominillas seguras al menos durante cuatro años (llegarán avalanchas a Podemos, como arribaron al PSOE y al PP y los descompusieron) o, en la siguiente fase, enriquecimientos fáciles y rápidos a costa de todos los chanchullos que conocemos (prevaricaciones, asaltos a fondos B, falsificaciones de documentos, tráfico de influencias, fraude, malversación de caudales públicos…).

   Y si en el aula siempre es más notable el alterador comportamiento de dos alumnos (a veces con razones) mientras que el silencio de treintaitrés pasa desapercibido, sucede lo mismo en los partidos políticos. Así, los titulares destacan nombres (domina el PP en esta etapa) pues algunos de sus altos, medianos o incluso elementales cargos son descubiertos, detenidos o encarcelados por la supuesta corrupción. Desde el expresidente de Baleares (señor Matas), un exministro que pudo ser presidente del Gobierno (señor Rato), otro que fue del Interior (señor Acebes), senadores (señor Bárcenas…), diputados (señor Merino…), consejeros (señor Granados…) hasta concejales de municipios (Telde, por ejemplo), con escalas intermedias en presidentes de diputaciones (señor Fabra…), alcaldes (señora Castellano…), por quedarme en unos pocos ejemplos peperos. Porque el mapa de la corrupción conocida en España registra también a sindicatos (UGT, CC OO), empresarios (inmenso listado del caso Gürtel), a diecisiete partidos, entre ellos el PSOE (inmenso listado en Andalucía, la desvergüenza de los EREs), IU (señor González), CiU (el exhonorable señor Pujol…), el Centro Canario Nacionalista (señor Rodríguez Batllori) o CoATIción Canaria (señor Zerolo).

   Después están aquellos que, por ejemplo, usan sus tarjetas como senadores o diputados (señores Monago y Muñoz, respectivamente) para realizar viajes particulares a Tenerife, viajes tan privados (en Canarias, ‘llenos de gozo’) que privados -e incluso privaditos sus juicios- se quedaron ambos dos tras los vuelos de venida, viajes personales para los que tuvieron sus razones pero que, obviamente, respeto por la propia condición de privacidad. Sin embargo, y a pesar de la legal prerrogativa con absoluto descontrol en sus tarjetas de transportes gratuitos, manifiesto mi rechazo a que los señores parlamentarios puedan usarlas indiscriminadamente, como viajes que nada tienen que ver con su representatividad institucional.

   Porque estoy plenamente convencido de que muchas señorías usan los transportes gratuitos para desplazamientos privados en vacaciones, por ejemplo (y me retracto por adelantado si estoy equivocado). Pero somos humanos, y entre pagar del bolsillo o con cargo a la tarjeta oficial los cientos de euros que pueda costar un billete a cualquier parte del territorio, muchos eligen la segunda opción, a fin de cuentas no están cometiendo ningún delito (¿ninguno?). El gran timo a la ciudadanía está, precisamente, en que los señores Monago y Muñoz, por ejemplo, pagaron sus 46 viajes a Tenerife con dinero de nuestros impuestos. Más terrible aún: no hay constatación oficial de los gastos ocasionados por las cientos de señorías a lo largo de los cuatro años de cada legislatura. Es decir, absoluto descontrol del dinero público. (¿Y llaman “populismo” a quienes, por ejemplo, se emputan por tales ausencias de intervenciones, investigaciones y férrea vigilancia de cientos de millones en la Hacienda pública? ¿Cómo pueden, entonces, cuadrar las cuentas del dinero público si nadie, en este apartado, sabe ni tan siquiera el para qué de tales viajes?)

   El señor Muñoz, ya exdiputado por Teruel, usó la tarjeta oficial para vuelos particulares. Desde la disparatada disfunción en el uso de las mismas, no es responsable de transgresión a ninguna norma legal o reglamentaria en cuanto que, además, a nadie tenía que rendirle cuentas por su uso. Sin embargo, falla todo desde el punto de vista de la elemental ética política. Y ÉTICA, señor Rajoy, señora Cospedal, es ‘conjunto de normas morales que rigen la conducta humana’. No son obligaciones, no vienen reguladas por leyes o artículos del Código Penal. Pero sí son esencia de países democráticos, civilizados, exquisitamente respetuosos con la propiedad ajena como es, en este caso, el dinero de los contribuyentes.

   Las normas éticas no obligan, insisto, pero son espejos que reflejan rigores, principios, respetos, comportamientos decentes. Y si la razón es lo único que nos concede la cualidad de seres racionales, la razón obliga a ser consecuentes con nuestros actos, por muy legales que parezcan: si uso dinero público para mis viajes privados, estoy contra la ética. Por tanto, quien está por encima de mí debe obligarme a dimitir por haberme saltado el más elemental principio: el respeto a los demás. Y así lo entendió la señora Rudi, presidenta del PP en Aragón y, a la vez, de su Comunidad: forzó el cese del señor Muñoz.

   Sin embargo,  el señor presidente del Gobierno le dice al señor Monago que “cuenta con el apoyo de todos” (¿están ahí las personas honradas del PP?). Y la señora Cospedal afirma que es “un referente, el presidente que quieren todos los extremeños” (¿incluidos aquellos que pagaron sus impuestos para que viajara gratis a Tenerife?) Ante tales arengas patrióticas, tengo la impresión de que ambos oradores están en otro mundo, aunque más bien parece que siguen en este y bendicen antiéticas corruptelas. Pero sus palabras ni fortalecen al Partido Popular ni reflejan, en absoluto, el elemental principio de la decencia política. Me dejan anonadado: apoyan el uso de dinero oficial para viajes privados. Por contra, cierran bocas decentes de peperos para denunciar corruptelas éticas y estéticas en otros partidos.

   Nunca fue tan maltratado el PP por su propia gente. ¿Y ponen a parir a Podemos? ¡Por favor!... Un mínimo de decencia.

* Publicado con autorización del autor