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martes, 19 de marzo de 2024 06:55h.

Explicaciones, ¿De qué?,  - por Lidia Falcón

 

F LIDIA

Explicaciones, ¿De qué?,  - por Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

Después de dos años de ausencia, refugiado en un lugar tan recomendable como Abu Dabi, Juan Carlos I de Borbón, rey emérito de España y monarca de la misma durante 40 años, se ha presentado en Sanxenjo a disfrutar de las regatas, como si aquí no hubiera pasado nada.

Este personaje ha vivido a cuerpo de rey, y nunca mejor dicho, desde que tenía 13 años y el padre lo instaló en el Palacio del Pardo, a la vera del dictador Francisco Franco, para que aprendiera de su ejemplo cómo se engaña, se estafa y se traiciona a España, a la vez que, uno y otro, el dictador y el que fue rey, se esforzaron en ratificar su patriotismo, que es el último refugio de los canallas –como decía Samuel Johnson.

De las fechorías del primero ya tenemos suficiente noticia, aunque la derecha no quiera darse por enterada, del segundo todavía tendremos que desvelarlas. Pero no parece que, en este nuevo régimen, surgido del pacto de la Transición, tan alabado por los aduladores y los beneficiados por él, llamado democrático, se vayan a conocer la inmoral conducta privada y la corrupta pública del llamado emérito, que nunca debió llevar semejante calificativo.

Durante más de 40 años el Juan Carlos –y es ya mofa pública aquella declaración de los que afirmaban que ellos no eran monárquicos sino juancarlistas- se dedicó a coleccionar amantes que eran de todos conocidas pero que ocultaban los medios de comunicación vendidos al poder, que son muchos. Ahora he leído una información sobre el intento de la reina Sofía de divorciarse ante el primer adulterio del regio marido y que fue amenazada por los sicarios del gobierno con tener que devolver la dote de muchos millones que le había entregado el Estado español. Ante el poder del dinero no hay honor que valga.

Además, y a la vez, el ilustre ya coronado, comenzó a acumular una fortunita personal, a ejemplo de lo que hizo su abuelo, el felón Alfonso XIII. Para ello no tuvo empacho en solicitar al sátrapa de Arabia Saudí ocho millones de pesetas que decía necesitar para apoyar en las elecciones a Adolfo Suárez, ya que había que impedir que el comunismo ganara en España. La solicitud la escribió y la firmó y recibió el dinero, lo que ya no nos ha sido comunicado es dónde fue a parar. Adolfo guardó siempre un respetuoso silencio sobre ello.

A la vez, que cuando se reina se tiene tiempo para todo, conspiraba con el general Armada y los dirigentes del PSOE, Antonio Siurana y Enrique Mújica para entronizar a Armada como Presidente del Gobierno en un putsch militar que devolvería a España al orden perdido en la perversa democracia que padecíamos. Como tanto la reina Sofía –que tenía la experiencia de su hermano como rey de Grecia cuando colaboró con los coroneles en el golpe que acabó con la monarquía en ese país- como el Jefe de la Casa Civil Sabino Fernández Campo, le aconsejaron que no se implicara en el golpe cuartelero de Tejero, al cabo de muchas horas de dudas decidió perdonarnos la vida y apostar por mantener el sistema, que era, sin duda, mantenerse a sí mismo. Y a partir de aquel momento tuvo bula para cometer toda clase de tropelías, con el beneplácito de todos los partidos, incluido el comunista y cómo no el socialista que fueron sus más fieles soportes.

El emérito ha cobrado comisiones por lograr contratos en varios países para diversas producciones: el tren AVE en Arabia Saudí, que lleva a La Meca a sus fieles, trenes, autopistas, diversos tipos de armamento incluyendo balas de racimo anti personas, que están prohibidas por los acuerdos internacionales, y que Marruecos utiliza para reprimir a los saharauis, que han ido a aumentar el arsenal bélico de países tan democráticos como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, monarquías del Golfo Pérsico, y que han servido para matar hombres, mujeres y niños en el Yemen, en Libia, en Líbano, en Irak, en Siria. Todo ha sido negociado y cobrado por el rey demócrata que hemos disfrutado durante casi medio siglo. Y tales negocios le han permitido no sólo vivir bien –él que lo tenía todo pagado- sino también hacer regalos millonarios a sus amantes y luego acosarlas sabiéndose impune. El proceso entablado por Corinna en Londres es el único del que algo sabemos, pero Bárbara Rey fue bastante explícita respecto a la persecución que sufría de Juan Carlos I en una entrevista en televisión, en los tiempos en que era la favorita.

Del mismo modo se salvó del proceso de Noos, en el que fue chivo expiatorio Urdangarín y del que como siempre el emérito salió indemne, sin que ninguno de los medios de comunicación oficiales ni aún insinuara la complicidad del impune rey. Y como infame final, el Fiscal anticorrupción cierra el expediente, entre otras acusaciones, por habernos robado muchos millones a todos los españoles, porque el encausado era impune cuando cometió algunos actos, otros delitos han prescrito y el pago de cinco millones de euros lo liberan de su deuda con el fisco.  Otros muchos desfalcos, que no sé si descubriremos en el curso de este siglo, han sido ocultados por la legión de cómplices, mediadores y comisionados, beneficiados por su intervención, que le han adulado servilmente y le han servido de sicarios y lacayos en esta corrupta corte de los milagros. ¡Qué pena que no esté ya don Ramón del Valle-Inclán para retratarla!

¡Y pensar que el tropiezo mayor para Juan Carlos I fue haber matado a un elefante en Botswana, que le obligó a la abdicación! Ninguno de los hombres, mujeres y niños que mataron las bombas vendidas y cobradas, ninguna de las estafas y robos que ha cometido, ninguno de los múltiples adulterios de que ha disfrutado, ninguno de los chantajes y acosos a los que ha sometido a amantes y servidores, ni su implicación en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, le obligaron a pedir perdón en la televisión ni le echaron del trono. Ese elefante es el verdadero héroe republicano de nuestro país, por cuya causa, desgraciadamente, perdió la vida.

De todas las coimas, comisiones, estafas y exacciones que ha cobrado el emérito se ha beneficiado toda la familia. Uno de los empleados de la Casa Real me contó que la princesa Elena gastaba sin freno en continuos viajes a varios países para esquiar, o cualquier otra actividad de ocio; el entonces príncipe y hoy rey Felipe VI se educaba en Washington en la amorosa compañía de su primo Gonzalo, y ya conocemos del nivel de vida de los Urdangarín. Para eso está la monarquía, para reinar. Son los reyes del despilfarro, la mentira y el descaro. Y se perpetúan en nuestro país después de haber provocado varias guerras y una infame dictadura, y se mantienen en el trono a pesar de su deshonrosa conducta. Porque para nuestros gobernantes antes mejor una corrupta monarquía que una honrada república.

Pues bien, el emérito se pasea nuevamente por España, se le aplaude en las plazas, se le recibe servilmente por las autoridades de los pueblos, y se le defiende en los medios de comunicación, apasionadamente por los dirigentes del PP, sobre todo por su presidente, Sánchez Feijóo, indignado de que se le critique.

Ya se sabe que a la derecha siempre le han gustado los corruptos de toda laya, de los que está plagado el PP: golpistas, comisionistas, ladrones, chantajeadores, espías, acosadores sexuales. Pero el PSOE que le servido fielmente, con Felipe González de gran valedor y compañero de juergas, con el adulador de Rodríguez Zapatero que afirmaba enfáticamente en la televisión que el rey prestaba un gran servicio a España, con el intrigante de Rubalcaba validando la monarquía en los actos públicos, podía tener y haber tenido un poco de valor para haberle exigido, hace muchos años las explicaciones que ahora hipócritamente  le pide Sánchez, como en tiempos pasados hizo Largo Caballero al entonces Alfonso XIII, al que acabó echando y juzgando por traidor.

Ahora, el ilustre mérito responde con chulería a la pregunta, que no exigencia, de si dará explicaciones: “explicaciones, ¿de qué?”.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Lidia Falcón

 

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