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miércoles, 24 de abril de 2024 15:02h.

Fernando Clavijo, el único perdedor del debate - por Noemí Santana

noemí santanaLe aterroriza a Clavijo y a este Gobierno el tener en frente una oposición libre, sin ningún tipo de ataduras, que no le debe nada a nadie, y cuyo único objetivo es defender los intereses de la mayoría ciudadana. Los tiempos han cambiado y aquellas fuerzas que no han querido hacer una lectura positiva del cambio todavía se atreven a incumplir sus programas electorales, reproduciendo como un bucle denostados comportamientos del pasado, difícilmente asumibles por una ciudadanía que se ha cansado de esperar las mejoras prometidas “de aquí en adelante”. 

Fernando Clavijo, el único perdedor del debate - por Noemí Santana *

El pasado martes tuve la oportunidad de ser la voz de Podemos en el Debate de la Nacionalidad Canaria. Tanto para el movimiento social y político al que represento, como para mi, era la primera vez. Nunca en la trayectoria democrática del Archipiélago un grupo parlamentario de corte transformador, con un programa consensuado por completo desde amplios sectores sociales, y elegido además de manera directa a través de primarias abiertas a la ciudadanía, había entrado en la cámara donde reside la soberanía popular de las Islas. Tampoco una mujer joven había actuado como portavoz de un partido que en las últimas elecciones electorales se ha convertido en la segunda fuerza política en esta tierra, amenazando los equilibrios del régimen del 83. Ninguna de estas circunstancias parecen haber sido del agrado del Presidente, Fernando Clavijo.  

La intervención de nuestra formación en el debate fue bien clara. Hemos tratado de trasladar al Parlamento la indignación y ansias de cambio que se respira en las calles del Archipiélago. Una intervención dura en el análisis de la situación por la que atraviesa Canarias, pero respetuosa y propositiva. Y tampoco este jercicio democrático ha gustado mucho al grupo de gobierno. 

Intuyo que por eso su presidente ha tildado de desinformada nuestra postura sobre el funcionamiento de la Reserva de Inversiones Canarias. Un mecanismo que se ha pervertido hasta perder los objetivos para los cuales nació y que permite que los grandes inversores se ahorren el pago de un 90% del impuesto de sociedades. Y que, por si esto fuera poco, podrá ser reinvertido -antes de que transcurran cuatro años de su detracción- fuera de nuestra tierra, en lugar de utilizarse para generar empleo de calidad aquí. 

Tampoco pareció sentirse especialmente cómodo el Presidente al escuchar una vez más los dramáticos datos que sitúan a Canarias en los puestos de cola de España y de Europa a nivel socioeconómico, incluyendo en ese ranking nuestros bajísimos salarios, los cuales –según su opinión- son tan bajos en nuestra tierra por una sola razón: el 80% de nuestros empleos dependen directamente del sector servicios. Sin embargo, al afirmar esto el señor Clavijo parece que no sabe que en el conjunto del Estado este mismo porcentaje representa al 76% de la población activa, casi la misma proporción que afecta a Canarias; volviéndose inútil su tesis al observar que entre ambos territorios la brecha salarial supera ampliamente los 3.000 euros por año. Es importante no olvidar que el empleo basura también genera recaudación basura, haciendo menos sostenible un modelo de bienestar.  En último lugar, también quise aprovechar mi discurso para calificar el anteproyecto de Ley de Suelo que defiende CC como la agresión más brutal que la clase política de las Islas ha protagonizado en materia de ordenación territorial. Y esta apreciación a nuestro Presidente parece que le ha gustado todavía menos, llegado a acusar a Podemos -de la manera más condescendiente- de no conocer el contenido de la normativa en cuestión. Un posicionamiento que no logró sino demostrar la endeblez de la argumentación que se maneja desde el poder para defender la naturaleza neoliberal del texto, el cual, si finalmente llega a aprobarse, conseguirá –ya lo verán- acotar en un tiempo récord los espacios protegidos de nuestras Islas entre muros de cemento, carreteras y especulación. Además, renuncia a una ordenación archipielágica, dando mayor margen de arbitrariedad a municipios y cabildos, perdiendo una vez más la oportunidad de aumentar la cohesión de nuestro territorio.

En resumidas cuentas, creo que con nuestras intervenciones hemos conseguido que el Presidente se quite la máscara “buenrollista”, haciendo gala de su verdadero rostro: el de la prepotencia y la soberbia propia del poder que hasta ahora se ha creído impune. Un poder que cree haberle legitimado para dirigirse a nosotras como no se hubiera atrevido a hacerlo con ninguno de los portavoces de la cámara, bajando el ataque al terreno personal y ofendiendo a las personas a las que representamos llegando a tildar las propuestas y ansias de cambio de meras fantasías, y perdiendo con dicha posición, de manera irremisible este debate. Un país tan grande, no se merece un presidente tan pequeño.

Le aterroriza a Clavijo y a este Gobierno el tener en frente una oposición libre, sin ningún tipo de ataduras, que no le debe nada a nadie, y cuyo único objetivo es defender los intereses de la mayoría ciudadana. Los tiempos han cambiado y aquellas fuerzas que no han querido hacer una lectura positiva del cambio todavía se atreven a incumplir sus programas electorales, reproduciendo como un bucle denostados comportamientos del pasado, difícilmente asumibles por una ciudadanía que se ha cansado de esperar las mejoras prometidas “de aquí en adelante”. 

El discurso de CC ya no resulta creíble, ni tampoco sus razones ni su falta de autocrítica. No nos sorprende, más bien nos recuerda a las pataletas que da un ahogado antes de ir a parar al fondo del mar. Y si esto es así a nivel discursivo, imaginen lo que sucede con las acciones llevadas a cabo por el gobierno del que forman parte junto al PSOE, entregado a un sistema de gobierno que agrede a las mayorías ciudadanas más golpeadas por la crisis, sobre todo si la comparación la establecemos con su desmesurado interés por satisfacer los deseos de una poderosa minoría. De una poderosa minoría que, no por casualidad, jamás se ha presentado a unas elecciones ni tampoco ha ganado ningún debate.

* En La casa de mi tía por gentileza de Noemí Santana