Buscar
jueves, 25 de abril de 2024 09:47h.

Fines políticos y medios inmorales - por Antonio Morales Méndez, alcalde de Agüimes

Cada vez se hace más visible la gran farsa sobre la que se sustenta nuestro sistema político. Cada vez se manifiesta de una manera más rotunda esta democracia huera que se aleja día a día de la ciudadanía.

Fines políticos y medios inmorales - por Antonio Morales Méndez, alcalde de Agüimes 

Cada vez se hace más visible la gran farsa sobre la que se sustenta nuestro sistema político. Cada vez se manifiesta de una manera más rotunda esta democracia huera que se aleja día a día de la ciudadanía. La soberanía del Estado, de sus instituciones y de sus representantes hace tiempo que están sometidas al mandato de poderes económicos globalizados que imponen sus decisiones. El Gobierno actúa al dictado de la troika y el neoliberalismo que la sustenta. La separación de poderes se ha convertido en una mera entelequia. Solo a trancas y barrancas permanecen encendidos ciertos rescoldos de independencia en la Justicia que se pretenden sofocar a base de  escasez de recursos, dilaciones en los procesos y el control de sus órganos de decisión. El Parlamento se ha convertido en un lugar vacío de contenido donde las mayorías solo están presentes para seguir los dictados de sus partidos o el Gobierno de turno. El rechazo de los ciudadanos a todo esto es cada vez mayor. El PP y el PSOE huyen hacia adelante, cómodos en la alternancia bipartidista, sin pararse a pensar en el enorme riesgo que estamos corriendo. Anteponen sus estatus a la regeneración de la democracia.

El último debate sobre el estado de la nación, a tenor de su seguimiento por parte de los ciudadanos y del cuestionamiento posterior de sus conclusiones, no ha sido más que un gran paripé. Los dos grandes partidos políticos del arco parlamentario volvieron a concitar el desprecio y la falta de credibilidad de los hombres y mujeres del país, a pesar del seguidismo que les hace la mayoría de los medios de comunicación que entran en el juego de la pelea en corto –corta de miras, corta de imaginación, corta de sinceridad– y que jalean el bipartidismo acomodado con las repetidas poses de evaluar a los líderes mayoritarios mientras obvian al resto de las fuerzas políticas, que representan también a millones de ciudadanos. En esta ocasión, el debate no fue más allá de una comedia con el telón de fondo de las elecciones europeas y los intereses de Rubalcaba dentro del PSOE y los de Rajoy y el PP por mantenerse a flote en el naufragio. Todo se basa en un y tú más inconsciente, en demandar cosas que no se hicieron mientras gobernaban los unos o en hacer ahora los otros lo que se criticaba cuando estaban en la oposición.

Un enorme sainete, con la mentira como protagonista principal. Para la gran mayoría de la prensa el ganador fue Mariano Rajoy que, indican, salió reforzado del Debate. La economía va bien para el presidente. Estamos saliendo de la crisis –dice– y empieza a notarse la recuperación, aunque estemos peor que cuando el PP ganó las elecciones en el número de parados, en la deuda pública y privada, en la prima de riesgo, en las exportaciones que están bajando y no subiendo como nos intentan vender, en pobreza, desigualdad y exclusión social, en la renta de las familias, en retroceso de derechos y libertades, en corrupción, en recortes del estado de bienestar, en devaluación salarial, etc… Y entonces se saca de la chistera tres medidas preelectorales («las medidas económicas más importantes de la historia de España», según la ministra Báñez) que vende como la panacea y que no son sino un farol mastodóntico: Nos plantea una bajada de impuestos a través de una exención fiscal hasta los doce mil euros, que al final solo va a beneficiar a solteros,  a apenas un 8% de la población –solo a 120.000 personas–, ya que el resto de los ciudadanos que perciben menos ya están exentos; lanza una tarifa plana de bonificación de 100 euros para los nuevos contratos de carácter fijo, que beneficia por igual a las pymes y las multinacionales, con la excusa de crear empleo, aunque ahora se descubre que se van a mermar los ingresos de la Seguridad Social pero las empresas podrán despedir empleados antiguos para contratar nuevos acogiéndose a esta tarifa, y por último, habla de una inyección a las pymes, «ya que está aumentando el crédito», que el mismo Banco de España pone en cuestión puesto que está cayendo más que nunca.

Y el resto para el 2015.  Rajoy promete bajar el IRPF este año, pero se aplicará en el 2015. Anuncia «bajadas sucesivas de impuestos», pero será para el 2015. Montoro vaticina que «España crecerá hasta un 2%», pero en 2015. Y hasta Ana Botella dice que bajará las tasas de la basura, pero para el 2015… Para el 2015, que vienen las elecciones en mayo. Instalados en el desarrollo de políticas neoliberales y neoconservadoras, actúan como si el paro y la pobreza, la pérdida de derechos y libertades, el miedo y la precariedad no tuvieran que ver con ellos. Como si el desprestigio de la política y los partidos políticos no tuvieran que ver con ellos. Como si el cuestionamiento de las instituciones democráticas no tuviera que ver con ellos. Como si la financiación ilegal del partido, la corrupción de Gürtel y Bárcenas, y tantas otras, no tuvieran que ver con ellos. Como si la crisis democrática no tuviera que ver con ellos. Como si la venta a precio de saldo del país a los fondos de inversión internacionales no tuviera que ver con ellos.

Y para mantener la ópera bufa, nos mienten. Manipulan la información y el lenguaje. Tergiversan la realidad. Y no lo hacen solo ahora. Lo han hecho siempre. «Corrompen la buena fe y fomentan la perfidia», como dice Spinoza de los hombres que piensan una cosa y dicen otra. Nos intentaron colar que el atentado del 11-M lo realizó ETA y no Al Qaeda. Nos llevaron a la guerra de Irak aduciendo la existencia de armas químicas inexistentes. Ganaron las elecciones diciéndonos que no tocarían las pensiones, que no subirían los impuestos, que no tocarían la educación ni la sanidad, que no se abarataría el despido sino el coste de la contratación, que garantizarían la independencia judicial, que no subirían el IVA («un sablazo»), que bajarían el número de parados, que no pondrían el copago sanitario, que no habría ningún rescate a la banca («ni un solo euro de dinero público a la banca»), que nunca harían una amnistía fiscal, que reducir el déficit no era lo más importante… Y es que como decía un personaje de El ala oeste de la Casa Blanca y repetiría más tarde Hillary Clinton: «La campaña se hace en verso, el Gobierno en prosa».

Nos mienten con total impunidad. Jacques Derrida (Sobre la mentira en política), plantea que «antes se mentía allí donde los ciudadanos no sabían porque no podían saber, hoy se miente a los ciudadanos allí donde, en principio, pueden saberlo todo. Hoy existe, por consiguiente, una especie de exposición absoluta en la mentira». Sin pudor. Como si los fines políticos justificaran la utilización de medios inmorales, como denuncia Hans Kung.

Para Hannah Arendt (Verdad y política), la verdad, si se opone al proyecto o al placer de un grupo determinado, «se saluda hoy con una hostilidad mayor que nunca», y, además, «evita el debate, y el debate es la esencia misma de la vida política». Y nos habla de la mentira como corrupción de la democracia. De la falsedad deliberada para troncar la legitimidad.  Y nos advierte que «cuando todos mienten acerca de todo lo importante, el hombre veraz, lo sepa o no lo sepa, ha empezado a actuar; también él se compromete en los asuntos políticos porque, en el caso probable de que sobreviva, habrá dado un  paso importante hacia la tarea de cambiar el mundo».

Alexandre Koyré nos dice en La función política de la mentira moderna que «la mentira es un arma. Por lo tanto, es lícito emplearla para la lucha. Incluso sería estúpido no hacerlo. Por supuesto, a condición de no utilizarla más que contra el adversario y no volverla en contra de los amigos y los aliados». Qué duro, a tenor de lo vivido, es constatar cómo un partido político considera a sus electores, a los ciudadanos en general, como adversarios a los que hay que mentir. A cualquier precio. Habrá que defender al «hombre veraz», aunque Rajoy lo considere «ideología trasnochada».

También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=329355