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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

García Salve, el jesuita triplemente encarcelado - por Nicolás Guerra Aguiar

"De aquel ayer ya lejano conservo en la mente lo que se refiere a honestidades y dignidades de personas tratadas o de quienes supe. Y el Cura Paco es, precisamente, un ejemplo del segundo grupo: jamás lo saludé. Ni tan siquiera estuve a su lado. Pero sí lo leí. Y aprendí de él."

García Salve, el jesuita triplemente encarcelado - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Leo la casi incógnita noticia de su muerte (“Muere Paco el Cura, exdirigente del PCE y CC OO”). Instintivamente miro hacia el ropero en que guardo uno de los libros que me acompañan desde mis iniciales años de pensamiento político: Yo creo en la clase obrera (1977). Y aunque día a día me obligo a sumergirme en el río heraclitiano que renueva sus aguas, lo guardo porque sigo admirando a su autor. Y machadiano a la par, paso y hago nuevos caminos…

 

 

   De aquel ayer ya lejano conservo en la mente lo que se refiere a honestidades y dignidades de personas tratadas o de quienes supe. Y el Cura Paco es, precisamente, un ejemplo del segundo grupo: jamás lo saludé. Ni tan siquiera estuve a su lado. Pero sí lo leí. Y aprendí de él. Y me interesé por sus ideas: se trataba de un hombre honrado, parido en las entrañas de la pobreza (“Soy de familia muy pobre. Mis padres pidieron limosna de niños”).  Pobreza y hambre que pudo haber sustituido, ya maduro, por boatos y dignidades e, incluso, por algún palacio obispal: su carrera como jesuita era muy prometedora. Pero a este humano y sensible mortal cargado de rebeldías frente a injusticias -y cansado de la Iglesia oficial española- le tiró más su condición de hombre del pueblo, acaso hernandiano: “II. Cuando creo en la clase obrera tanto que casi me olvido de Dios”.

   Por esta razón fue parte activa de CC OO, sindicato clandestino en la España franquista que llenó comisarías, calabozos, juzgados, cárceles y agujeros de castigo con los cuerpos de sus activistas salvajemente golpeados durante décadas. Uno de ellos fue Francisco García Salve, el cura jesuita a quien nunca visitaron sus obispos en Carabanchel.  Mientras, se enfrentaban en corazón y mente dos palabras (Iglesia y justicia) absolutamente opuestas (“Es triste y degradante la historia de la Iglesia oficial española, pringada hasta las cachas con esta dictadura”). Fue esta experiencia, quizás, quien lo llevó a una clara definición de qué era ya desde finales de los sesenta: “Dejé de ser cura-obrero para pasar, paulatinamente, a ser obrero-cura. El cambio de sustantivo a adjetivo fue importante”.

   Localizo el ejemplar. Yo sabía que el libro de Paco el Cura rozaba cubierta y contraportada con otros, compañeros casi 50 años. Se trata de La Política (Aristóteles) y El final de la utopía (Marcuse)... El lomo, enhiesto aunque ya no inmaculadamente blanco, mantiene abrazadas las mayúsculas que le dan título: YO CREO EN LA CLASE OBRERA. En el interior redescubro la fecha de edición: Madrid, 1977 (lo compré el mismo año). Inmediatamente fue secuestrado por el ministerio de Cultura (en él permanecían los viejos censores franquistas).

   Recupero de la memoria que en 1980 García Salve fue condenado a tres años de cárcel por desacato e injurias graves a la autoridad en varios capítulos del libro. La “autoridad” eran el represivo Tribunal de Orden Público y uno de sus magistrados, el señor Mateu Cánoves, asesinado por ETA el 6 de noviembre de 1978: “Mateu estaba especializado en condenar a militantes de CC. OO. Y el banquillo del TOP está desgastado por tantos que pasamos por su madera”.

   Casi a la par (1981), el PCE de Santiago Carrillo lo expulsó del Comité Central. Se trataba de aquellos miembros a quienes el muy inteligente señor Rivera (Ciudadanos) acaba de llamar “Comunistas con sentido de Estado”, pues justificaron el pacto secreto que habían hecho con los directos herederos de Franco, socialistas, liberales, monárquicos… para esconder el pasado inmediato y redactar y aprobar la Constitución monárquica de 1978, acaso  la única posible en aquellos años. (Razón, tal vez, que explicaría el inicio de la desastrosa trayectoria del PCE, a fin de cuentas acostumbrado a estar frente a la dictadura y a dejar honorables vidas comunistas también a la búsqueda de la libertad. Aunque muchos se santiguaban ante sus iniciales como si se estuviera mentando al mismo Satanás. En esto fue vencedora absoluta la propaganda franquista.) Pacto al que, entre otros, se opuso García Salve y que significó su forzada salida del Partido. El mismo Partido que también depuso y echó al señor Carrillo.

   Han pasado muchos años desde aquel 1977. El tono cremoso que han cogido las hojas del libro dan fe de que el paso del tiempo influye. Y, por tanto, algunos planteamientos recogidos en Yo creo en la clase obrera no sirven para hoy, a fin de cuentas casi una nueva colectividad que nada sabe de aquellos tiempos. Sin embargo la sociedad –o gran parte de ella- no vive en estado de serenidades y distensiones, en absoluto: la terrible plaga del paro marca, cada vez más, las injusticias sociales contra las que se levantaron voces y cuerpos como los de Paco el Cura. Porque, ¿qué han ganado los obreros en este nuevo milenio? ¿Acaso seguridad en los puestos de trabajo? ¿Tal vez la posibilidad de iniciar sus vidas independientes a edades normales? ¿Se ha impuesto la justicia social y se potencian los derechos adquiridos desde aquellas CC OO y los movimientos obreros? 

   En una celda carcelaria (1973) meditó sobre el hombre y la moral dominante. Llega a la conclusión de que su base cristiana (sacerdocio jesuita) lo lleva a indelebles convicciones: la única moral válida es la que sirve para liberar a los hombres. Él, afirma, cree en el hombre… porque cree en Dios “cuya imagen refleja el hombre”. Por tanto, cárceles, palizas, pistolas en la sien, Melitones Manzanos, Conesas, Proceso 1001 / 72 o príncipes jesuitas no podrán nunca echarle por tierra su credo de fe en el hombre. Por tales poderosas razones este obrero honesto y valiente que acaba de morir no recibió ni aplausos oficiales ni su esquela apareció en medios de comunicación.

Condenados en el proceso 1001 por el Tribunal de Orden Público franquista

   Pero murió en sus Ideas: “Sólo los hombres que amamos la libertad total por encima de todo somos capaces de luchar por la libertad hasta la reja”.

 

 

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar