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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Hasta Groucho tenía razón - por Álvaro Felipe Hernández

álvaro felipeAl hilo de un excelente artículo de opinión de Vicenç Navarro titulado "Marx llevaba bastante razón", me vi envuelto en el sibilino placer veraniego de releer "El Capital", ahora desde la distancia que marca el tiempo. Cuando lo leí por vez primera hace casi 40 años sólo me movió el puro morbo por entender las cosas, ajeno a todo interés académico.

Hasta Groucho tenía razón - por Álvaro Felipe Hernández *

el capitalAl hilo de un excelente artículo de opinión de Vicenç Navarro titulado "Marx llevaba bastante razón", me vi envuelto en el sibilino placer veraniego de releer "El Capital", ahora desde la distancia que marca el tiempo. Cuando lo leí por vez primera hace casi 40 años sólo me movió el puro morbo por entender las cosas, ajeno a todo interés académico.

No cabe duda de que la aceptación y difusión de la teoría marxista tuvo su origen en que Marx dio una explicación e hizo una propuesta, justo en el momento en que la sociedad demandaba una solución a la vil explotación de los trabajadores. Algo parecido hizo Hitler al teorizar, justo en el momento oportuno, sobre los culpables del estado de crisis de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y proponer una solución. Muy posiblemente la Revolución Francesa no hubiera germinado, si previamente Voltaire, Rousseau, Diderot o Montesquieu, no hubieran elaborado y expuesto sus ideas a una sociedad oprimida a punto de perder la esperanza. Incluso el mundo estaría más superpoblado si Mijaíl Kaláshnikov o Robert Oppenheimer no hubieran estado en el momento oportuno en el lugar preciso.

Meditando sobre la importancia de hacer las cosas en el momento oportuno, no pude sustraerme a la idea de imaginar cómo escribiría hoy mismo Marx El Capital, con la experiencia acumulada a sus 50 años de edad y en el supuesto de ser español.

especulaciónNecesariamente el Marx de hoy tendría que dar más peso al capital especulativo que al capital productivo. Tendría que razonar, y mucho, sobre la relación entre el capital y la política. Junto a los empresarios productivos y especulativos tendría que hacer un hueco para el "Empresaurius Rex", una clase de empresariado que no existía a finales del siglo XIX, que invierte en política -incluso de forma transnacional- como quien lo hace en bolsa, imaginando que un estado entero -o una comunidad autónoma- es su "mercado". Nótese que "Invertir en política" es sinónimo de "corromper" y de "cohecho".

Seguramente el Marx actualizado daría más peso a la alienación que producen los medios de comunicación que a la que genera la religión. La frase "Sálvame es el opio del pueblo" quedaría para la posteridad junto a cualquier otra reflexión sobre la Televisión. Es más, seguramente escribiría un ensayo titulado "La sustitución progresiva de la religión por los medios de comunicación en la capacidad de limitación o condicionamiento de la personalidad" y, tal vez otro, "Belén Esteban y la literatura: interacción y propuesta". Además, muy posiblemente tendría que describir una nueva clase de lumpen, posiblemente llamada "lumpenmental", en la que entrarían los cazadores de Pokémons.

empresario abusador forgesYa lo hizo antes, pero Marx ahora tendría que razonar de nuevo sobre cómo el empresario pretende aprovechar la coyuntura económica para pagar salarios bajos a sus trabajadores y así maximizar sus beneficios, y al mismo tiempo esperar que los trabajadores de la competencia tengan un buen salario para que puedan comprar su producción. O, dicho de otra forma, cómo se puede pretender estimular la demanda en los mercados para estimular a su vez el crecimiento económico con contratos-basura y salarios de miseria, como si los consumidores fueran alienígenas, salvo que el fin último fuera una nueva concentración de la riqueza. En este punto tendría también que explicar cómo al prescindir el empresario de los trabajadores y transformar gran parte del proletariado en lumpenproletariado, se fue quedando sin demandantes en sus mercados, como si los la gran mayoría de los compradores no fueran proletarios. Para representar la insostenibilidad del sistema, seguramente el Karl Marx de hoy echaría mano de un recurso multimedia del otro Marx universal, D. Groucho, e incorporaría a "El Capital", en formato e-book, la escena de la película de "Los Hermanos Marx van al Oeste", en la que al grito de "¡más madera!" van quemando el tren al completo para mantener funcionando la locomotora. Hasta Groucho lo entendió. 

Un capítulo entero debería llevar analizar la influencia de la corrupción en el electorado y qué motivos llevan al lumpenproletariado a votar a la derecha que les asesina legalmente. Incluso el análisis de la figura y el ideario de Albert Rivera podría llevar un tomo completo lleno de sesudos análisis casi freudianos, pero estas ya son palabras mayores. 

La parte dogmática y propositiva de "El Capital" del siglo XXI no me atrevo a imaginármela. Tal vez que el hecho de que el capital remunere al capital y la similitud con una estafa piramidal de libro de nuestro sistema financiero, dejaría en evidencia que el capitalismo descontrolado es en sí mismo una metástasis que le lleva a la autodestrucción sin remedio posible, como el tren de Groucho, haría que en nuevo Marx pensase igual que el antiguo. O se sumiese en una profunda depresión.

codicia capitalismo

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Seguramente, el nuevo Engels, sería quien diera a conocer a la humanidad la forma en que Marx pensaba terminar con el "Empresaurius Rex". El meteorito. El puto meteorito.

* En La casa de mi tía por gentileza de Álvaro Felipe Hernández