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viernes, 19 de abril de 2024 17:14h.

Guaguas Municipales de las Palmas y el fin de año - por Nicolás Guerra Aguiar

 

FRASE AGUIAR

Guaguas Municipales de las Palmas y el fin de año - por Nicolás Guerra Aguiar *

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, frustrada candidata para la elección de Capital Europea de la Cultura en 2016 (se le otorgó a Donostia / San Sebastián), tiene mucho que aprender de bastantes ciudades del Viejo Continente en lo relacionado con el transporte público urbano.

    Si bien es cierto que hubo influencias políticas para la designación de la ciudad vasca, también es visible el irregular y a veces desesperante servicio de Guaguas Municipales. No es caos total, en absoluto, pues determinadas líneas (la 12, por ejemplo) funcionan a la perfección. Pero otras podrían ser doblemente reforzadas en momentos concretos (fin de año, las dos de la tarde en Tomás Morales cuando cientos de alumnos salen de los institutos…).  

   Una ciudad adelantada, civilizada y turística no puede limitar su oferta solo a monumentos de siglos anteriores, calles peatonales y comerciales o programas culturales (las más de las veces restringidos a minorías por sus altos precios)… Ni al número de restaurantes, algunos de los cuales podrían reflexionar con sosiego y desapasionamientos sobre sus amplísimas cartas de entrantes, primeros y segundos platos “con recetas de la abuela” (¿qué abuelas canarias las practicaron con el salmón como protagonista o trataron solomillos -bichillos en mi infancia galdense- en sus distintas variedades?). Acaso fuera sensato, frente a la prodigalidad, cuidar más la esencia del acabado.

panel guagua   Una ciudad hecha a la europea debe ofrecer, también, ágiles servicios públicos de transportes sin guaguas pachorrientas, tosedoras o excesivamente ruidosas en su interior. Y otros requisitos básicos como refrigeración, mayor frecuencia o exhaustiva información para los diarios usuarios y miles de chonis que las utilizan (el gráfico de recorridos y paradas debe estar visible para los pasajeros, por ejemplo). Incluyo a quienes viven noches especiales en Las Canteras y pretenden regresar el 1 de enero una vez terminados los fuegos artificiales.

   Así, parada guagüera frente al castillo de Mata en torno al mediodía del 31. Casi desequilibradas existencialmente, varias personas -viven en barrios no céntricos- deciden coger taxis (6,50 euros frente a los 0,85 de la tarjeta amarilla), pues algunas llevan veinticinco minutos esperando (la cronología siempre es aproximada). Dos de ellas, incluso, se impactaron mutuamente tras larguísimos paliqueos. Se les notó por sus relajantes miradas, ajenas al paso del tiempo: sospéchase enlace parejil. Dios las junta en lugares inverosímiles. Enraladitas estaban, angelitos de Dios.

   Una hora y algo después, viaje de vuelta: parada frente al centro comercial La Ballena. A la espera de las correspondientes para bajar, nueva desesperanza. El ritmo cardíaco se acelera. La desestructuración psicológica va disparatada: ni Freud se hubiera atrevido al más arriesgado tratamiento de urgencia. Por tanto, nuevo taxi, recuento de los euros monediles guardados en el pañuelo con nudo como algunas mujeres hacían en Gáldar con el cambio tras la compra en la recova. Seis cincuenta euros para arriba y seis cincuenta para abajo en otro taxi hacen (¡la madre que me parió, dito sea Dios!) 13 euros. Más 14 del supermercado, suman 27. ¡Había subido para ahorrar tres… y se gastó -bóbilis bóbilis- 12,15! ¡Tolete, sanaca, guanajo! (“Mejor en guagua”, dicen: ¡Mal rayo los parta!) El malejón se le subía por el pecho parriba. (De allí para el ambulatorio, ¡seguro! ¡En taxi!)

   Terminados los fuegos en Las Canteras la noche del 31 coincidimos muchas personas en la parada del parque Santa Catalina diez minutos después. Para empezar, las pantallas informativas no informaban. Bien es cierto que tampoco sonreían con coñona pose o jeringón posicionamiento de la mano izquierda sobre el antebrazo de la derecha, todo sea dicho en honor a la verdad. (Humanizado detalle de la empresa, mismamente. A fin de cuentas la ausencia de mensajes horarios traduce un bienintencionado deseo de invitarnos a caminar, actividad propicia para combatir jodelonas alteraciones de ácidos úricos, glucosas, sodios… E incluso colesteroles en sus variantes HDl / LDL.

   ¿Por qué no funcionaban las pantallas? Pues, acaso, fueron víctimas de malévolas nocturnidades, sirocos, mal de ojos, conjuros, sajumerios, bloqueos tecnológicos causados por espías enemigos… o quizás desdén, indiferencia; acaso apatía. La imaginación, no obstante, permite llegar mucho más allá en los tales considerandos. Lo cual nos llevaría, es un decir, a la falsa sospecha de algo más preocupante como, por ejemplo, “¡Búsquese la vida!”. (Si no fuera incierto, rotundamente incierto, podría temer una recomendación de Guaguas Municipales: “¡Haberse quedado en su casa, karajo!”. Pero no. Me salió en plan mala leche mi condición de humano imperfecto. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa).

   Entiendo, ante tal situación desinformativa al máximo, la nocturna perplejidad de tantísimos chonis -no precisamente de Erasmus- al ver la impotencia de los propios nativos (“¡la puuuuta guagua de los…!”, radiaba un pollillo por el móvil a su cabreadísima piba). Si la situación era de absoluto desconcierto, ¿cómo iban ellos, sin hablar español ni conocer las calles, a desplazarse hasta sus hoteles, apartamentos o estación de Global? Preguntaban en inglés a las decenas de jóvenes allí apiñados: nadie podía dar explicaciones ni, muchísimo menos, esperanzas. (Por cierto: hasta el mismo programa de Guaguas Municipales instalado en móviles no daba razón de ser.)

   Tras muchos minutos de espera echamos a andar. Veinte hasta la parada de Alcaravaneras (Casa del Coño): ninguna guagua nos adelantó. Dos señoras se quejan, pues llevan media hora allí sentadas. Una de ellas pretende llegar hasta San Cristóbal (vana ilusión, angelical criatura, dolor de mis entrañas y sentimientos, camarada proletaria…).

guagua nocturna   Lloré de emoción interna cuando al fin llegó la guagua. Y liberé mis demonios: a la manera del señor Aznar, el dedo corazón de la mano derecha se enhiestó por sí mismo y ascendió a los cielos. Llegamos a casa en el coche de san Fernando, pero me ahorré dos viajes y quemamos 261,32 kilocalorías. Todo, gracias a Guaguas Municipales. En los descansos acerales inicié la campaña para proponer a Guaguas como Empresa Europea contra la Hipertensión. La tal noche recogí 326 firmas. ¡Vengaré el desprecio europeo de 2011!

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA