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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

No, no hablamos de la misma libertad - por Nicolás Guerra Aguiar 

 

FRASE GUERRA AGUIAR

 

No, no hablamos de la misma libertad - por Nicolás Guerra Aguiar 

 

 A veces ciertas palabras documentadas dejan de ser estructuras llenas de contenidos y se convierten -las convierten- en simples grafías perfectamente combinadas. Y si usamos la lengua oral solo reconocemos en ellas cadencias fonéticas, intensidades, tonos y timbres. Acaso hasta el cloquío (el idiolecto del doctor Salvador Caja) pero más nada.

   Así, una vez escritas o vociferadas por determinados usuarios ya no son lo que siempre fueron: íntima conjunción con el ser humano y sus ansias de romper cadenas de esclavitud o yugos impuestos por la fuerza de sinrazones y barbaries. Nada  dicen tras mutaciones y adaptaciones, como si se tratara de caprichosos neologismos conocidos exclusivamente por su inventor o creador. Es lo que le sucede, estos días, a la voz libertad.

   Esta palabra, definida por el Diccionario (5.ª acepción) como ‘En los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas’ es el ADN de la poesía social, la comprometida (recubierta con frecuencia por metáforas o símbolos). Con ella el poeta no solo denuncia flagrantes situaciones ajenas: incluso las hace suyas. A fin de cuentas es también víctima directa, está atrapado como hombre en la injusta sociedad. 

  Por tales causas reclama libertad y pacíficas revoluciones de la estructura social. No obstante, las más de las veces es poesía pasajera, caduca: muchos poetas la relegan, la sustituyen por intimidades amorosas, sensaciones... que extravierten en sus versos o cantan a Marilyn Monroe, el jazz, el arte, la filosofía... (Así, “los novísimos”, inmediatamente posteriores a la poesía social española.) 

   Algo extraño sucede hoy (mediados de mayo): en boca de personas que reclaman libertad (claro desafío a normas vitales ante una gravísima crisis sanitaria), el término se muestra absolutamente ajeno a su etimología (del latin libertas, -ātis). Y también a su amplio campo de voces de la misma familia: entre liberación y liberto el Diccionario ordena alfabéticamente al menos quince variantes relacionadas entre sí no solo por la raíz. Pero desde hace días han enmarañado su más pura esencia, pues las alían en contubernio con liberticida (‘que mata la libertad, que la destruye’). 

  La poesía social también reclama la libertad frente a injusticias, forzados exilios interiores y sanciones o encarcelamientos por cuestiones ideológicas. Por tales razones, adelanté más arriba, se ven forzados los poetas a envolver sus denuncias en lenguajes figurados, lo cual dificulta muchas veces la comprensión del mensaje (“Da pena decirlo, / pero apenas si nos leen / los obreros en la fábricas”, escribió Gabriel Celaya). 

   Agustín Millares es uno de estos poetas radicalmente convencidos de su compromiso  contra la realidad que les tocó vivir: la dictadura franquista. Y lo hizo desde 1947 en Antología Cercada con otros cuatro autores canarios: son los primeros poetas sociales de la España de posguerra. Con ellos fluye a chorros la palabra arriba definida por el Diccionario. Así, La libertad se ha muerto en podredumbre. / Y el hombre, bestia con cadenas, luce / más libre, pero cierto es que se pudre (Ventura Doreste, mi exprofesor); y los labios del hombre maduros cantaban / la libertad del brazo, su palabra desnuda... (José María Millares); Hay […] / y playas sin arenas y mares sin bonanzas, / un cielo sin estrellas / prendido en cuatro rayos de sol carbonizado (Ángel Johan); Se prohíben los sueños a deshora; para soñar ya hay decretadas fechas (Pedro Lezcano).

   Y cuando (“Como todas las cosas”) Agustín escribe Creando estoy un mundo donde el hombre / goce la libertad que no se cierra, usa la palabra exactamente con el mismo significado que en los anteriores: su ausencia. Porque el gramatical presente de subjuntivo (“goce”) no indica, precisamente, que la acción de gozar se está realizando en el momento. Muy al contrario: tiene valor de futuro, acción no realizada pero, eso sí, permanece la esperanza. 

  En los otros, más de lo mismo: para Doreste está muerta; José María denuncia el asesinato de Lorca; Johan certifica la destrucción de la simbólica naturaleza (española) por quienes cortan su natural libertad y eliminan arenas, bonanzas, estrellas, soles refulgentes. Y Lezcano (“Edicto”) denuncia la reglamentación de la vida ciudadana: edicto es mandato, decreto, la militarización.

   Esta es, pues, la opresión que los poetas de Antología Cercada denuncian. Y como tienen contraída con la libertad la gran deuda de su conciencia ética usaron el verso para recriminar a la dictadura franquista secuestros, violaciones y muertes. (Observemos un detalle: no reclaman la democratización del país... sino la libertad. Porque solo el hombre libre podrá poner en funcionamiento instituciones al servicio de la sociedad.)

   Sin embargo, a causa de las restricciones impuestas -con bastante retraso- por el Gobierno español para la desesperante lucha contra la covid-19, ciertos sectores sociales reclaman -legitimo derecho- la dimisión del presidente señor Sánchez. Pero también libertad, sin que logren definir cuál sería el contenido de esta palabra: ¿acaso el relacionado con los poetas sociales? ¿Tal vez el derecho a la libre determinación en estos excepcionales días? 

   Sospecho su absoluta indiferencia ante el primero. Por tanto, ¿libertad para aceptar o rechazar las normas básicas y excepcionales marcadas por el Gobierno ante la situación de emergencia a causa de la covid-19 y ratificadas por la representación ciudadana que es el Congreso de los Diputados? ¿Acaso no reside en esta institución  la soberanía popular, tal como pregonan sus guías espirituales? ¿O quizás conocen sovietizados planes del actual Gobierno para implantar la dictadura del proletariado y permanecer en el omnímodo poder cuarenta años?

   ¿Libertad para asistir a misa durante la cuarentena, pues “La misa virtual no nos sirve: nos lleva al protestantismo o, peor, al gnosticismo”? (digital Hispanidad, 16 de mayo). ¿Pero no lleva decenas de años la televisión pública de este país (por cierto: constitucionalmente aconfesional -16.3.-) transmitiéndola (“El Día del Señor”) domingo tras domingo ante el sepulcral silencio de todos, incluidos agnósticos y ateos? ¿O reclaman sus celebraciones sin elementalidades sanitarias a pesar de los 231 606 casos confirmados en España (66 302 solo en Madrid) y los 27 709 fallecidos?

   No, no hablamos de la misma libertad. 

 * La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA

MANCHETA 21