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sábado, 20 de abril de 2024 07:05h.

Historia de un represaliado del franquismo – (XXI) Demasiado bueno, para ser verdad - por Ramón Armando León Rodríguez

ramón armandoEn el franquismo la mili era obligatoria y cuando a un joven con antecedentes políticos de izquierda le tocaba hacer el servicio militar, era como una “oveja en medio de una manada de lobos”.

Historia de un represaliado del franquismo – (XXI) Demasiado bueno, para ser verdad - por Ramón Armando León Rodríguez

En el franquismo la mili era obligatoria y cuando a un joven con antecedentes políticos de izquierda le tocaba hacer el servicio militar, era como una “oveja en medio de una manada de lobos”.

Mi situación como soldado no mejoraba, se me destinó a un pelotón de morteros. Como era de esperar, me asignaron la placa de un mortero de 81 mm. El peso de esa placa era de siete kilos y medio. El transporte se hacía en un jeep; y una vez se llegaba al lugar de las maniobras, había que saltar con el vehículo en marcha, descargar el mortero y seguir a pie.

mortero 81 mm

A mi me tocaba cargar con la placa sobre la espalda. La primera media hora ibas bien, pero a medida que pasaba el tiempo, parecía que la placa pesaba más y más. Claro que cuando parábamos para hacer las maniobras de tiro me sentía aliviado. Los pelotones de mortero íbamos armados con pistola, en una ocasión, haciendo prácticas de tiro la pistola se me encasquilló y no se me ocurrió otra cosa que llamar al teniente y decirle que la pistola no funcionaba, pero mientras le decía esto le apuntaba con el arma, el teniente me gritó, apunte el arma hacia el suelo, al mismo tiempo que me gritaba corría hacia mí, me quitó la pistola de la mano y me preguntó; ¿Usted está loco? No le contesté, pero la verdad es que en esos momentos estaba un poco loco.

gobierno militar lpgcA partir de ese día el teniente me trató con más amabilidad. Un día llegó un nuevo sargento a la compañía, era el responsable de seleccionar a los soldados para la realización de cursos, viendo que había una posibilidad de salir de Fuerteventura, me apunté a un curso de electricidad, me sorprendió que a los pocos días me comunicaran que me habían aceptado al curso. Preparé mis bártulos y partí para Gran Canaria. La formación se daba en el Gobierno Militar situado en las Palmas de Gran Canaria, en el edificio frente al parque San Telmo.

Todo iba bien, demasiado bien, para ser cierto, esta sensación de bienestar duró muy poco, al día siguiente me comunicaron que tenía que volver a Fuerteventura. Me armé de valor y me fui a ver al capitán de la brigada, pero en ese momento no se encontraba en el pabellón militar, pregunté por su domicilio particular y me persone en su casa. Me recibió de buenos modales, escuchó mis quejas y con mucha educación, me dijo; las órdenes vienen de arriba, lo siento, pero no puedo hacer nada.

 

Capítulos anteriores:

Historia de un represaliado del franquismo – (I) Mi primera detención

Historia de un represaliado del franquismo – (II) Barranco Seco

Historia de un represaliado del franquismo – (III) Juicio y apelación

Historia de un represaliado del franquismo – (IV) Actividad política

Historia de un represaliado del franquismo – (V) La Caída de Sardina

Historia de un represaliado del franquismo – (VI) Consejo de Guerra sumarísimo

* En La casa de mi tía por gentileza de Ramón Armando León Rodríguez