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jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

El idealismo de Aguado - por Erasmo Quintana

Conozco a Antonio Aguado desde la década de los años 70 del siglo pasado. De entonces a hoy siempre lo he visto el mismo, con su talante abierto, sincero (en él no hay doblez), comprometido con las causas que cree justas, y se implica en su defensa....

El idealismo de Aguado - polr Erasmo Quintana

Conozco a Antonio Aguado desde la década de los años 70 del siglo pasado. De entonces a hoy siempre lo he visto el mismo, con su talante abierto, sincero (en él no hay doblez), comprometido con las causas que cree justas, y se implica en su defensa. Las mudadizas ideas, tan al uso de otros, en él no caben. Es el Antonio de siempre en estado puro. Sus inamovibles postulados progresistas, la justicia social, su lucha vecinal, sindical o de partido hizo que lo viéramos allá por el año 78 con Felipe Martos (CC OO) organizando la huelga de hostelería en la lucha por el convenio colectivo del sector; en la lucha vecinal por el agua en los barrios altos de la ciudad; fue concejal de Deportes con el alcalde Juan Rodríguez Doreste, y autor de ideas brillantes, que la cicatería y la extraviada miopía ideológica de su partido arrumbaron, entre las que se halla un documentado estudio, con sus soluciones, al problema sanitario de esta Comunidad hace 18 años, vigente en la actualidad. A él se debe la idea de poner el nombre Dr. Negrín al Hospital de Gran Canaria; el homenaje al exalcalde Fernando Ortiz Wiot y su nombre a una plaza en el paseo de Las Canteras. Es proverbial su afán de participar en las causas perdidas, su apoyo desinteresado a quienes le solicitan, junto a su nobleza de trato y amigable compromiso, son rasgos marcadamente distintivos de Antonio. Milité junto a él en Izquierda Socialista, tan necesaria entonces como lo es ahora.

Antonio Aguado Suárez

En las postrimerías de 1991 un grupo de amigos con las mismas inquietudes políticas, sociales y culturales nos dimos cita en el despacho de un notario de la calle Los Balcones, en Vegueta, para inscribir la Fundación Juan Negrín. El grupo estaba compuesto por, entre otros, Agustín Millares, Antonio Aguado, Alfredo Herrera Piqué, Óscar Bergasa, Cristóbal García del Rosario, Rafael Esparza y los ya fallecidos Felito Monzón Geara, Carmen Llopis, Salustiano García y el arquitecto Antonio Cabral. El 16 de enero de 1992 la Fundación se vestía de largo en el cine Avellaneda, actual teatro Guiniguada, con la asistencia de Santiago Carrillo y Alfonso Guerra. Su primer presidente fue Agustín Millares, le sucedió Eligio Hernández, al que sucedería José Medina, actual responsable, Eligio quedó vicepresidente y Antonio Aguado secretario de Organización.

Logros importantes de éstos han sido levantar de los archivos consistoriales el calificativo de hijo espurio a Negrín, que le dieron los adictos del Régimen victorioso; la devolución del carné del partido que le fue arrebatado por los compañeros al considerarlo único responsable y chivo expiatorio de la derrota final. Uno de esos logros más importantes: la llegada desde Niza de la ingente cantidad de documentos históricos del archivo personal de Juan Negrín cedidos por sus nietos Juan y Carmen Negrín. Asimismo la cesión por el Cabildo del edificio conocido como Caja de Reclutas, en pleno corazón de Vegueta, custodio del Archivo y sede oficial de la Fundación.

Doctor don Juan Negrín y López

De todo, Antonio ha sido el animador principal, y en el orden de las ideas, creer que la acción política mal entendida lleva al culto a la personalidad, que su práctica solo conduce al poder personal, hipotecando el interés que entraña la misión de un partido. No entiende la política una profesión de por vida, sino como una puntual dedicación vocacional de servicio a la comunidad. Para él, el líder cesarista, caudillista, puede ser el principio del fin de la credibilidad, y la metamorfosis en dirección a lugares burgueses su consecuencia, pues todo queda supeditado al exclusivo interés de éste, no del grupo. Está convencido, como yo, de que Dios creó (si es que Él se mete en estas cosas) la diferenciación de clases: con la mano derecha a la nobleza, los dueños del capital y los detentadores del poder para que brillen y ejerzan sus dotes de mando, y con la mano izquierda el grueso del pueblo llano, para que sufra a los primeros, ser mandados por ellos y soportar estoicamente su estatus. Aguado y yo siempre hemos coincidido en esa ágora espaciosa del humanismo que nos llevó a participar del movimiento sindical y de partido, espoleados por la misma inquietud. Es muy respetado y querido, pero también cuestionado por otros a quienes molesta su inquebrantable integridad personal. Su problema ha sido, y casi con seguridad también el mío, hallarse en regiones que no son de este mundo, no comprender que ambición, codicia, envidia, venganza, odios y rencores son rasgos inseparables de todo grupo que tiene que ver con el hombre.