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viernes, 19 de abril de 2024 17:51h.

Ignacio Sotelo, amigo de IZQUIERDA SOCIALISTA - por Antonio García Santesmases

 

FRASE GARCÍA SANTESMASES

Ignacio Sotelo, amigo de IZQUIERDA SOCIALISTA - por Antonio García Santesmases -  ARGUMENTOS SOCIALISTAS

ignacio soteloIgnacio Sotelo defendió un PSOE de masas, donde pudieran convivir socialistas y socialdemócratas, y con un proyecto diferenciado de otras fuerzas de izquierda. Era muy partidario de la democracia interna, y por ello del pluralismo ideológico. Eso le llevó a distanciarse de las prácticas autoritarias en el Partido, y vincularse a Izquierda Socialista. Defendió la alianza entre el partido y el sindicato, sin subordinaciones de este segundo, sino en posiciones reivindicativas. También se opuso a la corrupción 

IZQUIERDA SOCIALISTA

Ante la desaparición de una personalidad tan relevante como Ignacio Sotelo, se han sucedido los comentarios sobre su trayectoria política. Algunos comentaristas han señalado su pertenencia a Izquierda Socialista (Jorge de Esteban); otros han mencionado su vinculación al pablismo (Antonio Carmona). Pero me parece que la mejor caracterización es la que realizó Vicent Garcés al definir su trayectoria con la palabra amistad. Efectivamente, Sotelo no fue miembro, no fue portavoz; ni siquiera fue aliado de Izquierda Socialista, pero sí fue, como dice bien Vicent, amigo de Izquierda Socialista. 

Si recordamos el inicio de Izquierda socialista, Sotelo no apoyó los planteamientos del sector crítico en 1979. No apoyó los dos puntos esenciales de aquel proyecto, pero sí coincidió en un tercer punto decisivo. Sotelo no apoyó la defensa de una definición marxista del socialismo. La consideraba excluyente y contraproducente; suya es la afirmación de que “somos socialistas antes que marxistas”. Los viejos del lugar recordarán que fue la frase elegida por Felipe González para proclamar su incompatibilidad con la resolución aprobada por los delegados del 28 congreso y su decisión de no presentarse a la reelección como secretario general. Recordemos que muchos delegados querían el imposible de seguir siendo marxistas y seguir teniendo a Felipe González como secretario general. 

Tampoco coincidía Sotelo con la defensa de una política de alianzas que favoreciera la unidad de izquierdas. Era un firme partidario de la autonomía del proyecto socialista, de aspirar a una mayoría de gobierno sin relación con otras fuerzas de izquierda. De nuevo aquí había una gran coincidencia con la repulsa de Felipe Gónzalez a lo que éste llamaba frentepopulismo. En aquel verano del 79 hay una entrevista de Felipe con Fernando Claudín en el no 20 de la revista Zona Abierta donde cita en varias ocasiones elogiosamente a Ignacio, suscribiendo muchos de sus planteamientos. Fruto de aquella sintonía fue su incorporación a la ejecutiva de González como Secretario de Cultura en el Congreso de septiembre del 79. 

Donde había una clara discrepancia con la mayoría socialista y una clara simpatía con la minoría, era en el aprecio de Sotelo por la democracia interna dentro del partido. Ignacio era un firme defensor del pluralismo ideológico interno, del respeto a las minorías, de las ejecutivas donde pudieran compartir responsabilidades las distintas sensibilidades dentro de la organización. 

Así pues, propugnaba un partido de gobierno, de amplias mayorías electorales, que apostara por el éxito electoral (otra de sus frases célebres fue: la izquierda no puede seguir soñando el futuro mientras permite que la derecha gestiona el presente); un partido sin conexiones, ataduras y complicidades con otras fuerzas de izquierda, pero –y aquí estaba la diferencia– un partido democrático con distintas sensibilidades, donde no se ahogue el papel de las minorías y todo quede supeditado a obedecer y secundar la voluntad del líder. 

Al retirarse en 1981 de la política institucional, esta reivindicación fue unida al acompañamiento crítico a todo lo ocurrido en los catorce años de gobierno del PSOE. Y es aquí donde esta apuesta por la democracia interna se complementa con dos elementos decisivos en aquellos años ochenta y principio de los noventa. Sotelo se incorpora al Comité 

Federal del Partido en el 31 Congreso, en el invierno de 1988. Accede al Comité Federal en la lista de Izquierda Socialista. A muchos les sorprendió su decisión por las posiciones que había mantenido en el pasado. Pero justamente esa evolución le dio más relevancia en los debates posteriores. 

A partir de este momento, dos son los temas donde su brillantez y su audacia, su valentía y su rigor, van a sobresalir. Sotelo fue un firme defensor de la alianza entre partido y sindicato, y en apoyar el papel decisivo de los sindicatos en un proyecto socialista. Fiel el modelo alemán, que él había estudiado y vivido, consideraba que la estrategia de la UGT de aquellos años era imprescindible para lograr un contrapeso al poder económico privado y al sometimiento de las élites políticas gubernamentales a los dictados del liberalismo económico. Son muchos los escritos y las intervenciones en aquellos momentos que se pueden encontrar en su obra El desplome de la izquierda. 

Hay que tener en cuenta que el éxito de la huelga del 14 de diciembre del 88 había significado la primera 

derrota del proyecto felipista. La unidad de acción entre UGT y CCOO fue combatida por los grandes medios de comunicación, singularmente por el diario El País. La apuesta de Nicolás Redondo por la unidad de acción de los grandes sindicatos y su defensa de la autonomía sindical, fue objeto de la crítica más acerba por todos aquellos que secundaban la línea del gobierno. En esta circunstancia de polarización el que un intelectual, que había avalado la línea felipista, y que publicaba asiduamente en el diario El País, se manifestara nítidamente a favor de las propuestas sindicales, fue enormemente positivo para los sindicatos. El que los portavoces de Izquierda Socialista apoyáramos a la UGT “estaba en el guión” (a fin de cuentas éramos herederos de una derrota orgánica dentro del partido), pero que lo hiciera un socialdemócrata insigne causaba sorpresa en algunos sectores intelectuales, hostilidad en medios gubernamentales y agradecimiento en los cuadros sindicales. 

El segundo tema donde la posición crítica de Sotelo provocaba estupor e indignación en los circuitos gubernamentales, a la par que admiración y respeto en muchos sectores de la opinión pública, era en su crítica a los casos de corrupción y su exigencia de depurar las responsabilidades políticas sin esperar a la resolución de los jueces. Una cosa era la responsabilidad política y otra la responsabilidad penal. Sotelo escribió muchísimos artículos sobre el caso Juan Guerra, la financiación irregular de los partidos y especialmente en contra del terrorismo de Estado. Su voz fue esencial para reivindicar el Estado de derecho frente a la Razón de Estado. Son quizás aquellos artículos duros, contundentes, implacables, los que hacen que muchos le asocien con Izquierda Socialista, porque era nuestra corriente la que reivindicaba el combate contra la corrupción y la exigencia de no mezclar la política con la justicia en aquellas reuniones del comité federal, donde llegamos a proponer que el PSOE cambiara de candidato a la Presidencia del Gobierno y sustituyera a Felipe Gónzalez. 

Al producirse la llegada de una nueva generación con Zapatero, muchas de aquellas batallas quedaban muy atrás. Ya no se hablaba de renovadores ni de guerristas. Era una nueva época que coincidió con una inflexión en el mundo internacional. Sotelo ya no era miembro del Comité Federal desde 1990. El nuevo contexto internacional va a concentrar sus energías como espectador y como analista. Asiste a la caída del muro, a la unificación alemana, al fin del comunismo, al acercamiento entre Francia y Alemania, a las distintas encrucijadas por las que pasa el proceso europeo. 

En esa circunstancia acude, siempre que le llamamos, a los encuentros que organiza Izquierda Socialista. Es un tiempo donde, alejado de cuestiones coyunturales, se centra en una reflexión que trata de superar la tiranía del instante. Es así como los problemas de la globalización, del capitalismo financiero, del futuro del trabajo, del declive de los sindicatos llenan páginas y páginas de su obra y se sintetizan en su gran libro sobre EL ESTADO SOCIAL. 

Para terminar, quisiera referirme a un tema menos conocido sobre el que quisiera llamar la atención, un tema de especial relevancia en estos momentos; me refiero a la tensión entre memoria e historia. En sus artículos, Sotelo volvía una y otra vez a los orígenes de la Transición, al papel del antifranquismo, y lo hacía para recordar dos cosas muy importantes. La primera era el aislamiento de muchos antifranquistas durante años dentro de la sociedad española. En este punto era especialmente cuidadoso en recordar, rememorar y reivindicar a aquellos intelectuales y políticos que habían roto con el franquismo y habían ayudado a los jóvenes estudiantes desde 1956. Era muy consciente de que no habían sido reconocidos por la transición. Algunos habían muerto, como su maestro Dionisio Ridruejo, o no obtuvieron representación electoral, como Ruiz Giménez. Sotelo se vivía deudor del magisterio de Aranguren o de Pedro Laín, y siempre estuvo dispuesto a reivindicarlos. 

Pero era igualmente consciente de que el respeto y reconocimiento a los vencedores que tuvieron el valor de romper con el franquismo, no podía hacernos olvidar la deuda con los vencidos, con aquellos que quedaron sepultados en el olvido al producirse la Transición. Por ello percibió que la animadversión que provocaba Zapatero en el mundo de la derecha mediática, era fruto de que no podían perdonar que reivindicara la memoria de los vencidos, de los republicanos fusilados, como su abuelo. Al ser un tema que sigue suscitando pasiones encontradas, me permitirá el lector que concluya este artículo con las propias palabras del amigo desaparecido. En el artículo La hora de los vencidos (El País 19 febrero 2007), afirma: “El riesgo que los vencedores perciben en la memoria histórica es que una reivindicación de la República y una condena de los golpistas que provocaron una terrible guerra civil y 40 años de feroz dictadura, replantee una transición que se llevó a cabo con una España vencida, todavía aterrorizada. Lo que a Zapatero no perdonan los que hicieron la transición, desde el régimen o desde la oposición, es que haya llegado a Presidente de Gobierno el nieto de un fusilado por los nacionales que se ha atrevido a reivindicar su memoria, anunciando que había llegado la hora de los vencidos”. 

He elegido este texto porque no puedo olvidar que cogí el teléfono y le llamé, como en tantas ocasiones; pero en esta ocasión era distinto, y por ello le dije “Tantos años peleándonos, pero hoy te llamo para decirte que estoy completamente de acuerdo”. Quisiera mostrar con este recuerdo mi agradecimiento al amigo de Izquierda Socialista que tanto nos hizo pensar, con el que tanto discutimos, y del que tanto aprendimos. 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Antonio García Santesmases y la colaboración de Antonio Aguado

 

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