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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

¿Ilusiones ilusas? - por Ramón Trujillo

   ¿Y si, en vez de cambiar al poder, es el poder el que nos cambia? ¿Y si la luz al final del túnel es un tren que viene lanzado a arrollar los derechos que nos quedan? ¿Y si hay un ilusionismo que nos hace albergar ilusiones ilusas? ¿Y si se trata de que todo cambie para que no cambie nada? ¿Y si el optimismo es la estrategia del inmovilismo?

¿Ilusiones ilusas? - por Ramón Trujillo, coordinador y candidato de IUC *

   ¿Y si, en vez de cambiar al poder, es el poder el que nos cambia? ¿Y si la luz al final del túnel es un tren que viene lanzado a arrollar los derechos que nos quedan? ¿Y si hay un ilusionismo que nos hace albergar ilusiones ilusas? ¿Y si se trata de que todo cambie para que no cambie nada? ¿Y si el optimismo es la estrategia del inmovilismo?

   Seamos claros: estamos viviendo un intento de neutralizar el cambio político que necesitan nuestro país y nuestras Islas. Y los pies de barro de los deseos de cambio se hallan en el hecho de que el espacio político público se ha privatizado. Esto es así porque difícilmente encontraremos algo más importante hoy, en la socialización política, que los platós de televisión. Sus dueños deciden quiénes y de qué manera aparecen a diario y a quiénes se silencia.

   Durante los meses transcurridos desde noviembre, los grandes medios de comunicación han sacado a Ciudadanos del anonimato político estatal y lo han convertido en un actor político importante. Han lanzado con fuerza una marca que ayude a garantizar la continuidad de las políticas económicas del PP. Y se han aprovechado de que Podemos renunció a definirse en el eje izquierda-derecha, porque prefirió ubicarse en los ejes viejo-nuevo y arriba-abajo. También Ciudadanos se presenta fuera del eje ideológico tradicional, pero con una propuesta característica de la derecha económica, con caras nuevas y jóvenes y se ubica en el eje viejo-nuevo.

   Con anterioridad, el poder mediático había promocionado a Podemos, probablemente para dividir el espacio de la izquierda y para debilitar a Izquierda Unida, una organización de ámbito estatal, razonablemente cohesionada y sin los defectos suficientes para poder ser instrumentalizada por el poder económico. Ante la inevitabilidad  de un escenario de cambio, la reacción de los grupos de poder ha sido inducir condiciones para generar un cambio que no cambie nada sustancial.

   Y ha habido una estética política y un empaquetamiento de los mensajes que han sido muy útiles para articular la necesaria confusión. Así, por ejemplo, la idea de cambio es tan amplia y difusa que cualquiera puede proyectar en ella anhelos incompatibles con los que proyecten otras personas. La exaltación de lo nuevo por ser nuevo –y el descrédito de lo que tiene trayectoria por tener trayectoria- premia caras y etiquetas nuevas y traslada la solución de los dilemas políticos al terreno de la identificación emotiva, en detrimento del análisis racional. De modo que, ante condiciones similares, una formación política es mejor si es nueva y peor si es vieja. Un dirigente político es mejor si no tiene trayectoria y peor si la tiene. Incluso hay quienes presumen de ser ciudadanos, como si hubiera alguien que no lo fuera, y así evocan al personaje de Molière fascinado por haber descubierto que hablaba en prosa.

   Como lo de la izquierda y la derecha es algo viejo, se renuncia a la autoconciencia ideológica en aras de un eje arriba-abajo, más próximo al ámbito conceptual de Barrio Sésamo. Sin embargo, así se abona el terreno para el escenario que hace ya muchos años identificó Marcuse: la negación del debate ideológico conlleva el éxito de la ideología dominante, más dominante aún cuando logra no ser vista como ideología.

   Por su parte, el PSOE quiere que olvidemos sus responsabilidades en la gestión antisocial de la crisis proyectando un líder nuevo y joven. El PP se suma al deseo de cambio y regeneración planteando cambiar (a peor) los parlamentos autonómicos. En Canarias quieren reducir el número de escaños de 60 a 50, en Galicia de 75 a 61, en las Cortes Valencianas de 99 a 79 y en Castilla-La Mancha ya rebajaron la horquilla de escaños en el Estatuto de 47-59 a 25-35. El deseo de la ciudadanía de limpiar la política y regenerar la democracia se torna en lo que el Consejo de Europa describió como una “grave limitación de la representatividad democrática”.

   En este escenario se produce el relevo en la jefatura del Estado y se usa una cara joven para remozar a la institución más vieja y más casposa que tenemos. Asimismo, el silenciamiento del debate entre monarquía y república va en paralelo al debilitamiento inducido contra Izquierda Unida y coincide con una reducción de la movilización callejera que, probablemente, está motivada por el aumento de la represión, la mayor efectividad de la propaganda de los grupos dominantes y por las mayores expectativas electorales de cambio político que, entre otras cosas, confunden llegar al Gobierno con llegar al poder.

   En mi opinión, los grupos dominantes intentan que en España ocurra igual que en Italia. Allí Beppe Grillo y su Movimiento 5 Estrellas recibieron el voto de millones de descontentos gracias a la promoción mediática recibida. Las divergencias internas de la formación de Grillo y la incapacidad de plasmar en la realidad cambios reales han servido para que resucite el bipartidismo y se blinde con una nueva ley electoral. Ahora, para acceder al Parlamento, los partidos necesitan alcanzar el 8% de los votos y las coaliciones el 12% y, además, a quien supere el 37% del voto, se le regala hasta el 15% del Parlamento de Italia. Y, como después de 2017 queda prohibida la financiación pública de los partidos, se garantiza que serán meras sucursales de las empresas privadas que los financien. Hay que reconocer que la neutralización del cambio político en Italia ha sido magistral.

   Hoy la ciudadanía progresista debe estar muy atenta al ilusionismo político inducido por los grupos de poder. Quieren que haya un viaje al centro político y, aún más, que cuando se produzca ese viaje no quede nada a la izquierda. Por eso, hoy la izquierda debe reivindicarse a sí misma y evitar que el ilusionismo político acabe dejando como ilusas a tantísimas ilusiones honestas. La izquierda debe reivindicarse a sí misma para que la luz al final del túnel no resulte ser un espejismo. La izquierda tiene memoria y debe oponerse al olvido, no sea que éste acabe por incluirla. Ramón Trujillo, candidato de Izquierda Unida-Los Verdes-Canarias Decide al Parlamento de Canarias y al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

@RamonTrujilloIU

* Publicado con autorización del autor