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jueves, 18 de abril de 2024 23:26h.

La izquierda en su laberinto - por Ramón Trujillo

 Cuando a Margaret Thatcher, la ex primera ministra conservadora británica, le preguntaron cuál había sido el logro más importante de su etapa de gobierno respondió que el Nuevo Laborismo. Es decir, en opinión de Thatcher, el mayor logro de la derecha era haber rediseñado la izquierda. De modo que, en Gran Bretaña, se había dado paso a una alternancia bipartidista que convertía las opciones neoliberales en una suerte de consenso de estado.

La izquierda en su laberinto - por Ramón Trujillo, coordinador de Izquierda Unida Canaria y concejal en Santa Cruz de Tenerife. @RamonTrujilloIU

   Cuando a Margaret Thatcher, la ex primera ministra conservadora británica, le preguntaron cuál había sido el logro más importante de su etapa de gobierno respondió que el Nuevo Laborismo. Es decir, en opinión de Thatcher, el mayor logro de la derecha era haber rediseñado la izquierda. De modo que, en Gran Bretaña, se había dado paso a una alternancia bipartidista que convertía las opciones neoliberales en una suerte de consenso de estado.

   En mi opinión, en España se está dando un proceso similar en el que la derecha trata de rediseñar a la izquierda. La derecha económica y mediática controla los principales espacios de socialización política en nuestro país: los platós de las grandes cadenas de televisión. Unas pocas empresas privadas gestionan el pluralismo y deciden a qué actores políticos promueven, a cuáles silencian y qué perspectiva de cada actor político va a conocer la ciudadanía. Hoy está privatizado el más decisivo espacio de socialización política.

   Y, por supuesto, las grandes cadenas de televisión han sido las grandes protagonistas de una cierta domesticación de la voluntad de cambio en nuestro país. Pues, más importante que lo que pasa, es cómo se cuenta lo que pasa y ahí es donde el poder mediático es decisivo. Hoy se ha desmovilizado la calle, se ha producido un cambio de reyes que ha orillado el debate sobre monarquía o república y se han generado expectativas electorales en gran medida ilusorias.

   Algunas grandes cadenas de televisión dieron espacios muy amplios a actores políticos de la izquierda para, probablemente, inducir la división a la izquierda del PSOE. Estimularon un discurso que, en parte, bebía de la antipolítica y, por ello, metía en el mismo saco a todas las formaciones que tenían trayectoria y pasado y, al mismo tiempo, exaltaban lo nuevo por el mero hecho de ser nuevo. Mejor era una cara nueva en política que una cara con pasado.

   Asimismo, el nuevo enfoque comunicativo promovió la disolución de la autoconciencia ideológica y rechazó situar su discurso y sus propuestas en el eje izquierda-derecha, prefiriendo el más aséptico eje arriba-abajo. Conceptos como “cambio” o “casta”, junto con la aspiración a ubicarse en “la centralidad del tablero”, consolidaron unos referentes conceptuales que no eran sólidos, ni líquidos, sino, más bien, gaseosos… Cada cual proyectaba sus deseos y frustraciones en el reproche a la “casta” y en el anhelo de “cambio”. Son términos lo suficientemente ambiguos para que personas de distinta perspectiva ideológica creyeran estar hablando de lo mismo.

   Es cierto que el nuevo discurso político, promocionado muy masivamente por las grandes empresas de comunicación, llegó con mucho éxito a un público muy amplio. Pero también es cierto que su ambigüedad lo hacía reapropiable por adversarios políticos que también contaran con el apoyo intensivo de medios de comunicación de masas. De modo que, llegado el momento, las grandes cadenas de televisión decidieron volver a jugar con los significantes equívocos para refundar el Partido Popular y materializaron la transustaciación del alma del PP en Ciudadanos. Y transformaron una buena parte de lo que podría ser un espacio de cambio hacia la izquierda en un mero espacio de cambio de siglas, de reetiquetado de las políticas neoliberales que hicieron la crisis tan dolorosa.

   El poder económico que impulsó el Barrio Sésamo político del arriba y abajo, del viejo-nuevo y del resto de significantes vacíos demostró su capacidad para neutralizar el poder potencial del mensaje crítico, para lograr que el poder de la palabra cediera ante la palabra del poder. Cuando escuché a Albert Rivera criticando la vieja política pensé que “la vieja política” consiste en hablar de la vieja política. Se trata del mismo lenguaje “moderno” que, tanto en Italia como en Guatemala, ha conducido al estrellato político a dos cómicos muy televisados que, en ambos casos, llevan a un callejón sin salida los anhelos de cambio.

   Es más, uno se pregunta si el éxito electoral de Le Pen en Francia tiene que ver con la derechización del Partido Socialista. Si la ausencia de izquierda autoconsciente y con programa de izquierdas acaba dando poder a la extrema derecha. Uno se pregunta si después de Ciudadanos viene Le Pen.

   Y, por supuesto, la pieza que falta en el espacio político privatizado es Izquierda Unida-Unidad Popular. Y ello demuestra que los líderes del Ibex 35 tienen mejor concepto de IU que muchos de sus militantes. Ellos sí saben que no pueden controlar a la organización que tenía avanzado el diseño de una banca pública antes de ser expulsada del Gobierno de Andalucía. O que apuró el margen de juego legal para parar los desahucios expropiando el uso de vivienda vacía en manos de bancos. Por eso, IU-UP sí ha sido el enemigo a batir por el poder económico, que sí tiene mucha conciencia de clase y que practica un marxismo con los valores invertidos. Esto le diferencia de muchas de sus víctimas, que votarán a PP y Ciudadanos, porque no basta con ser de “los de abajo”, también hay que ser de izquierdas.

   Así que el poder duro, el poder que gobierna al Gobierno, se ha movilizado para que IU-UP no esté en los debates televisivos, pese a ser Izquierda Unida la tercera fuerza en el Congreso, tercera fuerza española en el Parlamento Europeo y en municipios y diputaciones. Un cambio de las reglas del juego a mitad del partido que deteriora aún más nuestra precaria cultura democrática.

   Ante todo esto la izquierda sólo puede afrontar el futuro reconociéndose heredera de la Ilustración, asumiendo valores socialistas y republicanos y, asimismo, reivindicando el conocimiento, la educación y la coherencia entre lo que se predica y lo que se hace. Y teniendo muy presente que el objetivo es transformar la sociedad y que no se debe renunciar a tal objetivo por tacticismo electoral.

* En La casa de mi tía por gentileza de Ramón Trujillo, @RamonTrujilloIU