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sábado, 20 de abril de 2024 00:21h.

Las izquierdas tienen que romper con el orden neoliberal establecido - HOJAS DE DEBATE

 

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Las izquierdas tienen que romper con el orden neoliberal establecido - HOJAS DE DEBATE

Esa ruptura, en sintonía con la clase trabajadora y capas populares, es la necesaria para hacer retroceder la deriva neoliberal actual que produce la destrucción de la sociedad y el fin de la humanidad.

Síntesis derivada del debate en la Redacción de HdD, cuya continuación proponemos, en torno al Dossier, limitado al marco europeo, del número de enero de la revista Le Monde Diplomatique titulado «Por qué pierde la izquierda».

El optimismo de la voluntad nos empuja a formular nuestra propuesta tras el análisis que el pesimismo de la razón nos dicta. La política de alianzas de la clase obrera y capas populares que sufren en sus condiciones de trabajo y de vida la depredación desenfrenada a la que les somete el capitalismo, es una tarea de la máxima necesidad e importancia.

La clase obrera solo podrá vencer si está ayudada y seguida por la gran mayoría social, para ello debe desarrollar su aptitud de dirección política, social y cultural sobre otras capas sociales, sobre el conjunto de la sociedad. Desde ese punto de vista cabe decir que la expresión de lo que fue la confluencia en las luchas sociales y políticas de la clase trabajadora y sectores de pequeña y media burguesía progresista se encuentra en situación comprometida. Es más, la adhesión de amplios sectores de la clase trabajadora y capas populares a la ideología conservadora y al abstencionismo ha sido resultado de la desmovilización provocada por las palabras y hechos de las direcciones oportunistas, socialdemócratas y eurocomunistas, así como del sindicalismo reformista o de pacto social. Lo último en este sentido tiene que ver con el saldo de incumplimientos del programa de coalición PSOE-UP y su famélico haber de logros.

Se puede constatar el cada vez menor peso relativo de obreros y asalariados, en favor  de profesionales y sectores intermedios, en las organizaciones de las izquierdas, así como en sus bases sociales y electorales lo que pone sobre aviso sobre la necesidad de recuperar la composición de clases populares de las mismas, así como que en el desarrollo de la política de alianzas es necesario impedir que las exigencias de los instrumentos organizativos, expresiones de las alianzas y acuerdos programáticos con otras representaciones sociales y clases, diluyan la convicción de la necesidad de la organización comunista, sustituyéndola por la idea del partido interclasista. Lenin al referirse a los «bloques de izquierda», planteaba su definición en función de la correlación de fuerzas y del cuadro de las posiciones de clase e insistía en la necesidad irrenunciable de que el partido comunista mantenga en ellos una posición independiente y firme respecto a la «táctica partidista consecuente» en el desarrollo de la unidad popular.

La actividad central debe ser la movilización contra la agresión incesante del gran capital y sus agentes, en todos sus frentes (por el trabajo y los salarios, las pensiones, la vivienda, contra el desmantelamiento de los servicios públicos, contra las guerras y desestabilizaciones imperialistas…). Este debe ser el eje para construir esa fuerza y hacia ella deben volcarse nuestros esfuerzos. Por otro lado nuestra acción institucional no puede disociarse de la movilización y será tanto más eficaz cuanto más se apoye en ella y la estimule. Corresponsabilizarse en la gestión de las políticas del sistema puede condenarnos al alejamiento de los sectores más combativos de la sociedad y favorecer al mismo tiempo la inconsciencia de clase… y el avance del fascismo.

Precisamente, la práctica gubernamental de las izquierdas, en el campo internacional y ahora “de nuevo” en el Estado español, ha sido muy deficiente, caracterizada por el repliegue y aplicación de las políticas que le venían inducidas o incluso impuestas por el sistema capitalista, hasta el punto de que se han aplicado políticas neoliberales perfectamente asumibles por la derecha. Existe en dicha práctica la apelación al “bloqueo estructural” que fuerza la aplicación de los “principios esenciales” del capitalismo, lo que conduce a la invocación de impotencia al justificar la traición a los compromisos adquiridos por las fuerzas políticas con sus bases. Si añadimos a lo anterior la desaparición, como tal, del llamado campo socialista, el deterioro de la relación de la clase trabajadora y capas populares con la política institucional acaba por dejarlas, además, sin expectativas y capacidad para enfrentarse al desmantelamiento industrial y resto de políticas neoliberales.

Por otro lado, es preciso añadir que no han faltado iniciativas en la búsqueda de otro enfoque, con luchas de otro tipo, horizontales, inclusivas y participativas, en el Estado español podemos citar como muy importantes la del 15M y la de las Marchas de la Dignidad, pudiéndose comprobar que “por mucha presión que se ejerza en la calle, si esa presión no tiene traducción en el sistema político se vuelve marginal. Sin organización y movilización no hay influencia, sin influencia, no hay resultados” . A lo que hay que añadir, cerrando el círculo, que aun en el caso de lograr traducción política la misma puede verse liquidada por la renuncia a proseguir desde la política institucional el desarrollo de la posición de la lucha de clases y las reivindicaciones de quienes más la necesitan.

Tampoco constituye una alternativa válida refugiarse en luchas parciales y sectoriales que “equivale a aceptar que la acción debe limitarse a los márgenes, a falta de generalizar y poder cambiar lo esencial”. Un elemento importante también es el peso del  factor de clase en estas luchas, “a menudo alentadas por jóvenes de clases medias con graduación académica, ¿conciernen de igual modo a las clases populares?”. Ocurre con el énfasis en la diversas políticas identitarias, en detrimento de las cuestiones sociales, al no integrarlas en una relación dialéctica entre lo general y lo particular.

En el marco de la actual emergencia ecológica, sanitaria, social y democrática las movilizaciones propias de una izquierda ofensiva se ven dificultadas, se puede ceder a la “política del miedo” aceptándose el repliegue lejos de la ruptura con el orden existente, cuando la propuesta de esa ruptura a cargo de la clase trabajadora y capas populares es la necesaria para hacer retroceder la deriva neoliberal actual que produce la destrucción de la sociedad y el fin de la humanidad.

Para contribuir a ello, debemos articular el más amplio acuerdo de unidad, desde el anticapitalismo, en torno a un programa común que sirva efectivamente para ir socavando la base material y política del sistema capitalista y, por tanto, de las variantes políticas que lo sostienen ya sean socialdemócratas en sus distintas expresiones, así como, de derechas a secas o de extrema derecha.

No podemos ignorar que el sistema del capital impuso el «consenso reformista parlamentario» con el preferente autoconfinamiento de las izquierdas en el parlamento frente a la estrategia transformadora. Se confirmó la desviación del movimiento socialdemócrata (socialista) de la clase obrera en el último tercio del siglo XIX, agudizándose su adaptación al capitalismo. Posteriormente, esa ha sido la tendencia dominante en el siglo XX tras lo que fue la victoria de la alianza de la clase obrera y capas populares con la Revolución de Octubre de 1917 y sus enormes transformaciones sociales y políticas, cuyos efectos influyeron y se extendieron en todo el planeta a lo largo del siglo.

No se puede olvidar que el desarrollo del “estado del bienestar” en las sociedades occidentales se produjo, en buena medida, como consecuencia del miedo al efecto contagio de la experiencia soviética. Finalmente, los intereses de la clase obrera quedaron subordinados a los del capital, tanto en el marco parlamentario como con la restricción de los sindicatos a las disputas laborales estrictamente económicas, renunciando a la fuerza política derivada del poder material del movimiento obrero para enfrentar al capital tanto en la lucha por concesiones como por un orden alternativo.

Lo mismo ocurrió con el llamado eurocomunismo que, como ejemplos, en vez de convertir en realidad la prometida «vía italiana al socialismo» llevó al Partido Comunista de Gramsci a la capitulación liberal burguesa y finalmente a su disolución. Así mismo, en el PCE el grupo eurocomunista carrillista, al acabar con la organización sectorializada y en los centros de trabajo, lo convirtió en una estructura organizada únicamente para propósitos electoralistas. El eurocomunismo no planteó ninguna “vía al socialismo”, fue una justificación para la conversión de organizaciones de naturaleza revolucionaria en organizaciones electoralistas socialdemócratas.

La clave de esta cuestión es la naturaleza del poder bajo el dominio del capital procediendo interrogarnos sobre la posibilidad de enfrentar al capital mediante la “conquista del puesto de mando” del sistema con un poder (el parlamento) realmente inexistente al estar alejado de la clase obrera y capas populares. Precisamos una estrategia general por parte de dichas clases sociales que surja de sus necesidades básicas (que las izquierdas deben incorporar) y altere las relaciones de poder materiales para transformar radicalmente el orden establecido.

Crear Poder Popular

Crear Poder Popular

Volviendo la mirada a las experiencias históricas de iniciativas que tenían este mismo objetivo, por ejemplo, la del Frente Popular de 1936, vemos que en su “acuerdo de mínimos” figuraban propuestas que cuestionaban la esfera de la reproducción material, que afectaban el poder del capital en cuanto a las funciones productivas, como “la confiscación de la tierra a la Iglesia y Grandes de España, junto a las ayudas a los parados, la disolución de las organizaciones fascistas y por la libertad de los presos políticos: tierra, pan, paz y libertad”. Y todo eso no se planteaba, por parte del PCE de José Díaz, para la simple unidad electoral, sino para la más amplia lucha de masas.

Trasladando el análisis al momento actual del Estado español, para ir socavando la base material y política del sistema, con el protagonismo de las clases populares, debemos potenciar una lucha de masas que exija la derogación, de verdad, de la reforma laboral, de la ley mordaza, de la ley 15/97 de sanidad, que acabe con los desahucios, que haga frente al desmantelamiento industrial, al paro y la precariedad, al recorte y privatización de las pensiones, que ponga freno al sometimiento a la UE y a la OTAN y que cierre las bases militares yanquis, que ponga en marcha un proceso constituyente republicano y depure de franquismo el Estado…..

Y debemos tener muy presente que ningún orden de dominación cede voluntariamente su mando sobre la sociedad (recurriendo incluso a la más violenta represión), por ello la política de alianzas debe conformar poder popular, un poder alternativo al establecido que además sirva para que la acción institucional sea consecuente con la movilización y el conflicto, espacios donde amplios sectores de la clase trabajadora y del pueblo toman conciencia de clase.

* Gracias a HOJAS DE DEBATE y a la colaboración de Arturo Borges Álamo

HOJAS DE DEBATE

https://hojasdebate.es/politica/las-izquierdas-tienen-que-romper-con-el-orden-neoliberal-establecido/

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