Buscar
miércoles, 24 de abril de 2024 15:02h.

José María Iñigo y las cacas de los perros - por Ana Beltrán

"Hace años que la gente que anda por las calles y parques de Santa Cruz tiene que ir sorteando la basura para no quedar pegada al pringue. En mi artículo pasado, que titulé  “Santa Cruz  con hedor  a estercolero”, denunciaba la desidia del gobierno municipal, en el que creo no haberme excedido ni un ápice. Pocos días después oí decir que esta ciudad, de ser una de las más limpias de España había pasado a ser la más sucia..."





 

José María  Iñigo y las cacas de los perros - por Ana Beltrán

Hace años que la gente que anda por las calles y parques de Santa Cruz tiene que ir sorteando la basura para no quedar pegada al pringue. En mi artículo pasado, que titulé  “Santa Cruz  con hedor  a estercolero”, denunciaba la desidia del gobierno municipal, en el que creo no haberme excedido ni un ápice. Pocos días después oí decir que esta ciudad, de ser una de las más limpias de España había pasado a ser la más sucia. Y para  colmo, un par de domingo atrás, desde el programa No es un día cualquiera ( se emite a escala nacional), dirigido por Pepa Fernández, esta vez desde CajaCanarias,  José María Íñigo dijo, sin cortarse un pelo, que nunca había visto un parque con tantos perros; y al preguntarle Pepa si se trataba de ese parque al que se conoce por García Sanabria, su colaborador contestó que sí, que ese mismo era, y que cuando decía que había muchos perros, todos debíamos entender a qué se refería. ¡Vaya si se entiende!...  Desde que se entra en dicho lugar hasta que se sale de él ha de hacerse con la nariz bien taponada. Ahora  toda España conoce, aunque sea a través de las ondas, no sólo el lugar donde se celebró La Magna Simultanea de Ajedrez, que con ese motivo se desplazó hasta aquí la famosa periodista, también la realidad sobre la suciedad de esta capital,  empañada y empobrecida.  Pepa y su “geriátrico” han visto en un día lo que nuestros dirigentes  no han querido  ver a lo largo de los años. ¡Pero si hasta un ciego lo puede oler!...    

Y para olor, a flores, menos mal, es el que perfumaba  los  cementerios la semana pasada, en el Día de Difuntos. El que más y el que menos (me refiero a los vivos)  anduvo  por los campos santos enramando las tumbas de aquellos familiares que les precedieron en ese viaje sin retorno.  Con  olor a flores y en loor de multitudes se despiertan esos días los muertos. Hace tiempo, en el pueblo que habitó mi infancia y primera juventud, esos días  eran los únicos  del año en que se visitaban los cementerios;  y las únicas flores con que se adornaban las tumbas eran los crisantemos y otras más humildes llamadas de invierno; en noviembre  no había otras.  Cada cual, en el patio o jardín de su casa, se encargaba de cultivarlas  expresamente con ese fin. Después, la bonanza económica permitió que cada semana acudiéramos a visitar a los finados,  a expresarles  nuestro amor con flores de invernadero, mucho más sofisticadas, venidas  incluso  de allende los mares. Ahora las costumbres del pasado andan llamando a la puerta,  y lo hacen por necesidad; ya no habrá flores semanales para los muertos porque ahora los vivos no se  pueden permitir tales dispendios; la hipoteca los tiene al borde mismo de la asfixia. Por lo menos a ellos, a los muertos,  no les van a quitar sus casas…  de momento. Desgraciadamente  no ocurre así con los que aún andan  en este mundo, que por esta causa, y la desesperación que conlleva, algunos  han llegado a quitarse la vida.  Parece que las conciencias de los que tienen en sus manos el poder para modificar una ley increíblemente obsoleta y terriblemente injusta, no se andan con muchas  prisas. Los que sí corren a ejecutar desahucios son los jueces. Y este es el pan de cada día. Ahora más que nunca cabe recordar una certera y acertada frase de la escritora Concepción Arenal: “La justicia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado.”