El Juan Negrín más humano, en Tenerife - por Erasmo Quintana *

El jueves de esta semana se descubrió el rótulo de una calle santacrucera con el nombre de Dr. Juan Negrín López, fruto de una buena gestión del presidente honorífico de la Fundación Juan Negrín, Eligio Hernández Gutiérrez, con la presencia, entre otros de su alcalde, José Manuel Bermúdez. A tal efecto, le envié a Eligio un texto del siguiente tenor: “Enhorabuena, querido Eligio. Lo de rotular una calle en Santa Cruz con el nombre de Juan Negrín es un hito histórico y un grandísimo mérito tuyo. A Antonio (Aguado) y a mí nos hubiese gustado estar ahí, pero no pudo ser. El tiempo va colocando a cada uno en su sitio y normalizándolo todo. Creo, como tú, que el gran estadista Negrín pertenece a todos los canarios por igual. Un fuerte abrazo. Erasmo.”

De nuestro ilustre paisano se ha escrito por documentados y prestigiosos historiadores todo lo que hay que saber del personaje; sin embargo, poco se sabe del Negrín humano. El malogrado Santiago Carrillo, de él comentó: Pocos conocen que Juan Negrín, abandonando ocasionalmente sus trabajos de investigador científico usó su propio coche (en esa época pocos tenían coche propio) para ayudar en su huída de la cárcel al comandante de aviación, Ramón Franco, donde estaba preso por conspirador republicano, garbanzo negro del golpista dictador nazi-fascista.

El Doctor en Derecho, ensayista político, Sociólogo y escritor, Francisco Ayala, dijo que Juan Negrín no había buscado el poder, ni creyó que lo deseara nunca; que una serie de azares le llevaron a su cumbre como Presidente del Consejo de Ministros. A la hora en que España se preparaba al cambio de régimen abandonando la Monarquía, él, como tantos intelectuales del momento, se afilió al Partido Socialista, por lo que fue incorporado inmediatamente en sus listas, porque su nombre prestigiaba las candidaturas de este partido. Pero donde se ve más hondamente y claro el lado humano del estadista es en la pluma de su nieta Carmen Negrín, cuando se refiere a su abuelo juntamente con su hermano Juan. Del texto tan detallado entresaco, a modo de ejemplo, lo siguiente: El abuelo nos impregnó desde niños de conceptos tan fundamentales como justicia, fraternidad, respeto, fidelidad, osadía; y así, nos invitó a contribuir, con nuestros modestos medios, a mejorar la vida de nuestros congéneres y mirar hacia adelante.

El Juan Negrín serio y coherente, mantuvo siempre su convicción de que el ejercicio de la política es un acto altruista de servicio a los demás. Ésto, cuando único lo hemos visto practicado fue en los albores de nuestra democracia (hoy imperfecta), en época de la transición del sistema político, en que casi todos nos movíamos con resortes cargados de romanticismo, una vez acabada en la lejanía la contienda fratricida. El ambiente lo había creado un criminal genocida, que consiguió la “paz” sembrando el terror (firmó hasta el final de sus días innumerables penas de muerte, la mayoría a garrote vil, aquí tenemos ejemplo en El Corredera, y palizas indiscriminadas en cuarteles de la Guardia Civil y comisarías de Policía). 

Juan García El Corredera, el criminal que lo asesinó y la Comisaría de la calle Luís Antúnez en LPGC

A partir de aquí, en política se ha ido metiendo mucho conseguidor del bienestar propio, de modo que el noble deseo de servicio desinteresado a la sociedad por un tiempo razonable, lejos de la tentación de perpetuarse, no acompaña por lo general al aspirante a un cargo público: por el contrario, la fuerza que lo impele es medrar, solucionando, si lo dejan, por completo su vida.

La realidad se halla lejos del paradigma Negrinista, por lo que la ciudadanía está hasta las narices de tanta mentira y mamoneo que afecta a la clase política y a todas las capas sociales, desde éstos a la alta alcurnia, no habiendo estamento que esté libre de toda razonable sospecha. Ello está marcado por la fatalidad, que es una constante en la nación española, a lo que Claudio Sánchez-Albornoz llamó falta de talante y talento de sus gobernantes para defender siempre la irrenunciable dignidad del hombre.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana