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viernes, 19 de abril de 2024 17:14h.

La pesadilla y el naufragio de España - por Eduardo Luque Guerrero, comenta Javier Caso

(…)Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;

Agilitó su brazo, acreditó su brío;

Dejó como un espejo bruñida su armadura

y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío.»

  Y es hoy aquel mañana de ayer… Y España toda,

con sucios oropeles de Carnaval vestida

aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda (…)

“Una España joven”

 Antonio Machado, 1914
La máscara es de Juan de Mairena en machadoencollioure.blogspot.com.es/       

Eduardo Luque Guerrero.

Profesor de la Universidad de Barcelona.  es miembro de XSUC Y DE SOCIALISMO21

(…)Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;

Agilitó su brazo, acreditó su brío;

Dejó como un espejo bruñida su armadura

y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío.»

  Y es hoy aquel mañana de ayer… Y España toda,

con sucios oropeles de Carnaval vestida

aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda (…)

“Una España joven”

 Antonio Machado, 1914

Ya hace casi cien años Antonio Machado reflexionaba sobre la condición social de una España que se acodaba en el balcón de un nuevo siglo. Un país que vivía la pujanza de movimientos sociales cada vez más fuertes y una enorme masa de población, “devota de Frascuelo y de María…” como cantaría en otro de sus geniales versos. Una sociedad enfrentada a la pesadilla de un Imperio desaparecido que se contemplaba en el espejo de sus propias miserias. Hoy como ayer, aquel triunfalismo autocomplaciente deja paso a la visión descarnada de nuestras limitaciones. La política española, despiadada con los más pobres, dirigida por políticos corruptos, mezquinos y mediocres, se apresta a recrear y profundizar las fuentes de la exclusión.

Los años de euforia nos transformaron. Dejamos de definirnos por lo que hacíamos y nos afirmamos en lo que éramos capaces de consumir. La ética del esfuerzo fue secuestrada, banalizada por la televisión, y nos fue devuelta como una ética para el consumo. El modelo social era el éxito fácil; el ladrillo creaba y recreaba un imaginario colectivo. Ya éramos europeos. España dejaba atrás años de atraso y tocaba con sus dedos la nueva modernidad.

La clase obrera renegó de su propia substancia: ya no éramos parados sino desempleados; no éramos obreros sino clase media. Una fantasía hecha de fragmentos de explotación, de pobreza cultural, de bajos salarios, de políticas sociales mezquinas. Han sido años de crecimiento ininterrumpido sobre una falsa verdad: el ladrillo que no tenía fin.  La especulación y la corrupción eran vistas como parte integrante de este cuadro. Los políticos corruptos se eternizaban en el poder, aupados por sucesivas mayorías absolutas. El electorado no castigaba la corrupción, la comprendía; el “Si yo pudiera, haría lo mismo”  era el triste verso de este sainete. Poco importaba que este crecimiento sostenido en el tiempo naciera de la desindustrialización del país, del cierre de astilleros, de la deslocalización…. Se nos vendió que era el precio de la nueva modernidad, la contrapartida de la integración europea, de Maastricht y el euro.

A muy pocos, terriblemente pocos, parecía preocuparles. Los ministros  de economía proclamaban que España era el país de Europa donde más fácilmente era posible enriquecerse. A esta voz corrió parte de la población. El pelotazo inmobiliario se hizo carta de naturaleza en las conversaciones, aún en las del más humilde trabajador. Ha sido la época donde los salarios se han depreciado un 8% de promedio pero el nivel de consumo ha continuado disparado al utilizar la vía del crédito fácil. El cambio de vivienda, sobre la que especulaba el banco y la constructora pero también el pequeño ahorrador, era la moneda de cambio en una espiral que parecía no tener fin. Éramos el ombligo de Europa, los nuevos ricos, capaces de adelantar a Italia y a poca distancia de la poderosa Francia. Ahora, la profundidad indiscutible de la depresión económica resitúa en el subconsciente colectivo los límites reales de nuestra propia afirmación; nos sitúa frente al espejo y nos retrata tal y como somos.

Esta sociedad ha visto convertido el despertar en pesadilla. Desaparecida la ficción del crecimiento sin fin se precisa encontrar un nuevo culpable. El costo excesivo de los beneficios sociales será el argumento. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades se dice; precisamente lo proclaman aquellos que han convertido la política y el robo en analogía. Los voceros sin escrúpulos proclaman ya la necesidad de suprimir derechos. Primero fueron los extranjeros, después los excluidos del sistema por el propio sistema, aquellos que sólo tienen derechos residuales; después, y en un ejercicio de cainismo social, enfrentar en una competición estéril a unos contra los otros. Si es preciso se atizarán realidades ficticias o imaginarias de unas comunidades contra las otras; del “Espanya ens roba” se pasará a la “mezquindad independentista catalana o vasca”. Al “seny catalán” o la “laboriosidad vasca” se le opondrá el estereotipo andaluz de la vagancia y del “saber vivir”.

En el naufragio colectivo los poderosos dibujan soluciones en horizontes inalcanzables,  ocultan así su propia responsabilidad. Poco importa, una parte de la población nuevamente abordará esos imaginarios botes salvavidas. “La independència es fàcil” decía un cartel en la última campaña electoral; querrán oír únicamente el canto de Nausica, creyendo que así  se alcanzará el país de los Feacios, cuando en realidad serán las sirenas quién los conduzca hacia las monstruosas Scila y Caribidis.  Poco importa que los parados superen de largo los 600.000 en Cataluña o que los desahucios se cuentan por miles, que la educación o la sanidad catalana entren en barrena. Se dirá…: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío.» Y, frente a ese hoy, se fantaseará con soluciones mágicas y, por ende, efímeras.

La derrota de la izquierda sindical y política

Pocas y escasas voces alertan con la coherencia necesaria de esta situación. La izquierda mayoritaria, obligada a ejercer de contrapeso ideológico frente a la realidad, ha rehuido sus obligaciones. Atenta únicamente a la última encuesta demoscópica, difumina el discurso antagónico hasta hacerlo irreconocible. Los instrumentos políticos y sindicales dejaron de ser considerados como medios para aparecer como fines; es la forma para hacerlos asumibles por el sistema. Lo real es lo posible; la institución, el objetivo. Ahuyentadas y desarboladas las ideologías y las matrices del reconocimiento colectivo sólo queda el abrazo al poder. La derrota de la izquierda tanto sindical como política ha sido el paso consiguiente. La magnitud del desastre ha permitido al enemigo imponer su visión de final de la historia. “El capitalismo es y responde a la naturaleza misma de los seres humanos”, repite el sistema. Se está imponiendo la concepción de la resignación, la aceptación de lo real como lo racional, lo existente como lo único posible. La alternancia en el gobierno (de nuevo el viejo juego lampedusiano, ”cambiarlo todo para que nada cambie”) pretende focalizar la luz sobre las marionetas, mientras se nos ocultan las manos que las dirigen.

La casi desaparición de la propuesta alternativa de izquierdas en el espectro político pide ser rellenada. Porque no hay nada más eficaz que una idea que encuentra su época

Los fragmentos de este naufragio, la izquierda existente, real o simbólica, enfrenta una premisa imprescindible: reconocer la calidad y la gravedad de esta derrota; sólo así se podrá generar una nueva síntesis alternativa. La crisis del capitalismo ha introducido variables nuevas en esta ecuación social, nos está obligando a despertar aunque no queramos. Es preciso reconstruir las fuerza alternativas. Lo alternativo sólo será necesario si sabe crear formas culturales capaces de contraponerse a lo existente; si es capaz de construir acción antagónica y propuesta. El reencuentro de los restos de este hundimiento no ha de basarse en el aislamiento ni el dogmatismo; su función es preservar el elemento que sirva de amalgama a la creación de otra realidad. El apoyo de los nuevos/viejos sujetos históricos se hace imprescindible. Se han de encontrar nexos de contacto con otras narraciones coincidentes. La nueva propuesta no se debe definir como opción abstracta sino como acción política al servicio de las necesidades colectivas; no puede ser un mero ejercicio académico o un lugar de identificación simbólica. La situación de orfandad de las fuerzas antagónicas sumados a los experimentos frustrados de la izquierda, propician la necesidad de recrear más que refundar nuevos marcos de acción. Debemos pues recalificar la política desde la suma y la contaminación de las ideas, las nuevas y las viejas. Desde una nueva síntesis generadora, que abarque, que englobe y que sistematice. La casi desaparición de la propuesta alternativa de izquierdas en el espectro político pide ser rellenada. Porque no hay nada más eficaz que una idea que encuentra su época.

Todos temíamos y adivinábamos que, en los recovecos de nuestros sueños, nos esperaba un iceberg que hundiría  este modelo, que no es sino un Titánic de cartón piedra. Todos lo temíamos, presumíamos  su existencia, aunque ninguno quería despertar de este sueño porque adivinábamos que la pesadilla no era sino un naufragio.


También en:

http://www.cronicapopular.es/2013/01/la-pesadilla-y-el-naufragio-de-espana/

Sobre el artículo de Eduardo Luque, comenta Javier Caso:

Los fragmentos de este naufragio, la izquierda existente, real o simbólica, enfrenta una premisa imprescindible: reconocer la calidad y la gravedad de esta derrota; sólo así se podrá generar una nueva síntesis alternativa. La crisis del capitalismoha introducido variables nuevas en esta ecuación social, nos está obligando a despertar aunque no queramos. Es preciso reconstruir las fuerza alternativas. Lo alternativo sólo será necesario si sabe crear formas culturales capaces de contraponerse a lo existente; si es capaz de construir acción antagónica y propuesta. El reencuentro de los restos de este hundimiento no ha de basarse en el aislamiento ni el dogmatismo; su función es preservar el elemento que sirva de amalgama a la creación de otra realidad. El apoyo de los nuevos/viejos sujetos históricos se hace imprescindible. Se han de encontrar nexos de contacto con otras narraciones coincidentes. La nueva propuesta no se debe definir como opción abstracta sino como acción política al servicio de las necesidades colectivas; no puede ser un mero ejercicio académico o un lugar de identificación simbólica. La situación de orfandad de las fuerzas antagónicas sumados a los experimentos frustrados de la izquierda, propician la necesidad de recrear más que refundar nuevos marcos de acción.Debemos pues recalificar la política desde la suma y la contaminación de las ideas, las nuevas y las viejas. Desde una nueva síntesis generadora, que abarque, que englobe y que sistematice. La casi desaparición de la propuesta alternativa de izquierdas en el espectro político pide ser rellenada. Porque no hay nada más eficaz que una idea que encuentra su época.