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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

La soberanía financiera, reto para la izquierda europea - por Franci Xavier Muñoz

  
Decía Baltasar Garzón, en la presentación de “El libro rojo de Llamazares”, que la izquierda europea estaba perdida y que muchos de sus líderes no saben hacer otra cosa más que lamentarse, contribuyendo aún más a esa ausencia de la izquierda. Decía, además, el exjuez que observaba en Latinoamérica un pulso rebelde juvenil que echa en falta en Europa. 


 

La soberanía financiera, reto para la izquierda europea - por Franci Xavier Muñoz, Miembro promotor de Iniciativa Socialista de Madrid y de Construyendo La Izquierda

     Decía Baltasar Garzón, en la presentación de “El libro rojo de Llamazares”, que la izquierda europea estaba perdida y que muchos de sus líderes no saben hacer otra cosa más que lamentarse, contribuyendo aún más a esa ausencia de la izquierda. Decía, además, el exjuez que observaba en Latinoamérica un pulso rebelde juvenil que echa en falta en Europa. 

    Ciertamente, la situación de la izquierda comunitaria (Unión Europea) es desoladora. Y más, especialmente, en esos países que los mercados financieros llaman PIIGS o GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia). Me refiero, por supuesto, a esa izquierda que está a la izquierda de los partidos supuestamente socialdemócratas, es decir, a toda esa izquierda que en el Parlamento Europeo se organiza en el Grupo de Los Verdes y en el Grupo de la Izquierda Unitaria. Estos dos grupos parlamentarios suman en total el 12,3% de los escaños (90), frente a un 25% de escaños socialdemócratas (184) y un 59% de escaños derechistas (435), en todas sus versiones (liberales, conservadores y extremistas).

    El reto para esa izquierda comunitaria que cuenta solo con 90 eurodiputados debería ser conformar una alianza europea bien visible en todos los países de la Unión, que no solo ofreciera en cada país miembro una opción política alternativa, real y creíble –es decir, un frente de izquierdas anti-neoliberal- a los partidos del sistema capitalista (liberales, conservadores y socialdemócratas) sino que ofreciera, ante todo, una solución comunitaria al gravísimo problema que está resquebrajando las democracias representativas -sobre todo en el sur de Europa- y que no es otro que la sustitución de la soberanía popular por la soberanía financiera.

    La solución a este serio problema no puede venir de la mano de un solo país ni de, por tanto, una o unas pocas fuerzas políticas. La solución a este trascendental problema solo puede encontrarse en una decidida acción política comunitaria que implique a cuantos países lo están padeciendo y a sus respectivas formaciones políticas de izquierda. Creo que la percepción de este peligroso problema es lo que está alejando de la política a un gran número de ciudadanos europeos que, sufragio tras sufragio, van sumando cada vez más adeptos a la abstención. Estos ciudadanos no perciben en la izquierda que se dice alternativa y transformadora un frente común europeo, cohesionado y decidido, que afronte de una vez por todas la cuestión que está generando la desafección política, que no es otra que la supeditación de los poderes representativos nacionales (ejecutivos y legislativos) a los poderes financieros y a los gobiernos propios y ajenos que los representan.

    Mientras los líderes de toda esa izquierda comunitaria (Los Verdes, Syriza, Die Linke, Front de Gauche, Izquierda Unida, Bloco de Esquerda, etc., etc.) no aparquen sus propias ambiciones personales y partidistas y no ofrezcan una alternativa viable al actual omnímodo poder financiero -una propuesta conjunta y contundente- sus partidos no obtendrán el voto de millones de europeos que se encuentran ahora perdidos, pues esos millones de europeos saben que el debate no es otro que el de la soberanía y que ésta hoy ya no es popular sino financiera y que, además, ya no la ejercen ni gobiernos ni parlamentos sino entes de poder corporativos y no representativos. Y esos ciudadanos europeos saben también que lo demás son zarandajas con las que mantener entretenido al personal y sacarlo a la calle de vez en cuando para que se desahogue. Esos europeos, seguramente, seguirán en la calle pero el riesgo es que, de seguir así la izquierda alternativa -sin ofrecer un frente comunitario-, cuando llegue la hora de votar, se quedarán en casa.


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