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viernes, 29 de marzo de 2024 06:55h.

La unción casi divina del elegido - por Nicolás Guerra Aguiar

Aunque cabe la posibilidad de que todo sea una muy organizada estrategia para desviar la atención ante el aparente desajuste interno del PP por el tema de los sobres (por cierto: ¿lo denunció algún político?), el señor Aznar tiene derecho a volver a la actividad política...

La unción casi divina del elegido - por Nicolás Guerra Aguiar

Aunque cabe la posibilidad de que todo sea una muy organizada estrategia para desviar la atención ante el aparente desajuste interno del PP por el tema de los sobres (por cierto: ¿lo denunció algún político?), el señor Aznar tiene derecho a volver a la actividad política. Otra cosa bien distinta es si será conveniente para el país en cuanto que el hipotético retornador parece que ya no es de este mundo, situación de casi divinidad reservada a muy pocos mortales. Porque escucharlo, atender a sus mensajes, comentarios, incluso a teatralizaciones y poses, crean la duda de que aquel ser humano esté asentado en la realidad.

Dice el señor Aznar que él nunca ha eludido su responsabilidad. Por tanto, cumplirá con ella, y de paso será fiel a su conciencia, a su partido y a su país con todas las consecuencias. (¿Cuáles? ¿A quién advierte?). O lo que es lo mismo, si el país lo necesita no declinará el compromiso que con España tiene. De paso, lamenta el profundo retroceso de la clase media (cierto), la más castigada en esta situación, ya que en sus manos se encuentra la mayor parte del aparato productivo. Y tal debacle tiene un nombre: la agobiante subida de impuestos con que el Gobierno la ha castigado, por más que algunas de sus voces críticas actuales contra el señor Aznar estuvieron con él en etapas anteriores, cuando “una reforma fiscal bajó los impuestos con muy buenos resultados”, aunque por aquellos años empezó a inflarse la llamada burbuja inmobiliaria, causa primera de la actual situación.  

Está absolutamente convencido el señor Aznar de que su retorno es necesario. E incluso imprescindible, tal es la modestísima consideración que tiene de sí mismo. La realidad española exige la figura de un salvador, de un estratega capaz de enfrentarse al caos reinante y reconducir al país. Es decir, España lo necesita para que la recupere, pues aquella reclamación que hace –“le pido a mi partido que actúe”- traduce sin metáforas ni retruécanos una visión negativa sobre el actual presidente en cuanto que actuar significa ejercer la función propia del cargo que se tiene. Y la conclusión es elemental: si le pide al partido (¡no al Gobierno!) que actúe, lo está invitando a que exija responsabilidades, reclame diligencias, demande el cumplimiento del programa electoral. Y si el señor Rajoy es incapaz, ahí está él para asumir la responsabilidad y salvar a España.

Sin embargo, y con todos mis respetos para quien llega a creerse imprescindible en la sociedad –con peligro para la misma sociedad- y está ciegamente convencido de que un soplo divino guía sus pasos, me parece que se confunde. Porque, para empezar, la racionalización de las cosas me lleva a concluir que no puede haber milagros en cuanto que estos no están al alcance de nadie, ni tan siquiera de un iluminado cuya personalidad egocéntrica trasciende las limitaciones humanas.

Lo que España necesita, estimo, son tres mil juzgados que se dediquen las veinticuatro horas del día a eso, a juzgar a tanto sinvergüenza que ha usado las relaciones con el poder para medrar, robar, enriquecerse, desfalcar sin conciencia alguna, sin elemental ética en el más absoluto desprecio a la sociedad. Tres mil juzgados por los que pasen con elástica celeridad –siempre en el rigor de los derechos- esa caterva de políticos miserables que encontraron en sus cargos los tesoros del rey Salomón y se apropiaron de ellos con descaro, prepotencia, miseria humana.     

Tres mil juzgados que ventilen de una vez los ya apergaminados folios que se escribieron hace cinco, diez, quince años y que afectan a centenares de políticos de cuya honestidad no puede dudarse, en absoluto, pero sí apuntan a hipotéticas incorrecciones en la defensa de lo público. Casos hay –no es menester salir de la Gran Canaria- cuyos expedientes han pasado por varios jueces, y eso retrasa las vistas, es un volver a empezar cada vez que el legajo cae en manos de una nueva señoría.

No, no necesita España a un iluminado. Reclama el país que se piense en los ciudadanos, en sus cada vez más limitadas defensas sanitarias, de educación, de subsistencia, de condición humana digna. Necesita España una política económica que no se dirija exclusivamente a fortalecer a la banca privada con milmillonarios préstamos europeos que no son gratuitos, pues tienen intereses. Y ese dinero no revierte en las pequeñas y medianas empresas, no se presta para fortalecer, ampliar, desarrollar las actividades de aquellos empresarios capaces de crear empleo.

No, no necesita España de iluminados que viven embriagados por su otro yo, el mayestático. Ni tampoco de políticos que bajo la excusa del ahorro defienden la reducción de representantes democráticamente elegidos –peligroso planteamiento- cuando, en realidad, la cosa es más fácil: reduzcan disparatados sueldos (el noventa por ciento de los políticos actuales no cobrarían en la empresa privada lo que perciben en la cosa pública, ni de coña, pues en aquella exigen capacidades); eliminen insultantes dietas por acudir al trabajo; arrinconen enchufes, gabinetes de amigotes; sean rigurosos con las licitaciones públicas; prescindan de portavoces adjuntos, secretarios segundo, tercero, con coche oficial; exijan responsabilidades sobre obras millonarias y que permanecen cerradas o inacabadas; desechen megalómanas obras que caminan sobre raíles; exijan competencias, seriedad, rigor, honestidad, a quienes entran en las listas; que estas sean abiertas; prohíban que la política sea una profesión in aeternum; denuncien y endurezcan las penas para quienes desde el poder delinquen o ayudan a delincuentes...

No, el problema no son las imprescindibles instituciones, ni tres consejeros del Cabildo, ni dos diputados. Sí lo son despilfarros (por ejemplo: los dieciséis electos consejeros cabildicios del PP y dos más tienen dedicación exclusiva; Telde tiene varios asesores; el Senado no sirve para nada…); sumemos mediocridades, corrupciones, silencios, inmorales indultos, despilfarros sin responsabilidades penales, sobresueldos…

Por tanto, con ser humanos pudorosos, instruidos y trabajadores es suficiente. Para iluminados ya hubo con el 18 de julio de 1936.

También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=302037

http://www.teldeactualidad.com/articulo/opinion/2013/05/28/8652.html