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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Los tres cerditos - por Paco Déniz

No hace mucho que mi hija de tres años me preguntó si nuestra casa era de paja. Le dije que no. Luego, que si era de madera. Tampoco caí, aunque ya empecé a hilvanar.

El almendrero de Nicolás

Los tres cerditos - por Paco Déniz

 

No hace mucho que mi hija de tres años me preguntó si nuestra casa era de paja. Le dije que no. Luego, que si era de madera. Tampoco caí, aunque ya empecé a hilvanar. La vi un poco asustada. Inmediatamente me preguntó si el lobo soplando la podría tirar. ¡Yassh coño! Exclamé. ¿Pero todavía andan contando ese cuento? Total, que el lobo era más malo que Los Hermanos Malasombra y no hubo manera de convencerla de lo contrario. A mi generación, que somos de la escuela de Félix Rodríguez de La Fuente y Jack London, criados con lobos como Mowgli en el Libro de la selva, que estuvimos a punto de formar guerrillas contra cazadores y furtivos, ¡a mí me vienen con esas! Pues bien, en el transcurso de su niñez he tenido que contar algunos cuentos posthispánicos , y no le veo la gracia. Entre lobos chungos, princesas sosas, pobres que se hacen ricos, y cochinos parranderos que no cotizan, me he pasado algunas noches de narrativa pensando en la reforma educativa y moral. Y creo que muchos aspectos de la innovación educativa no se han asumido socialmente.

Lo increíble es la cuestión de los siete baifos. Va y me pregunta cuántos baifos puede comerse un lobo. En fin, para no cansarles, que la comprensiva cabra terminó cociéndole la barriga al lobo secuestrador y violador de menores. ¡Cámbate! Pero no queda ahí la cosa, también sigue viva Caperucita. Y entre lobos y princesas anda el cuento oficial. Y el lobo lo tiene muy jodido, no hay quien lo quiera. Así está, debatiéndose en la extinción.

Por más que le insisto en que Blancanieves no es una princesa, no hay manera. Y después del lobo, la madrastra es lo peor. ¡Dios mío! pero si el mundo está lleno de madrastras y padrastros. Pues nada, cuarenta años más tarde, hemos de concluir que lo esencial no ha cambiado.

Y no hablemos de la traducción, tengo que traducirle al canario todas las composiciones verbales y lexicográficas en un esfuerzo agotador. Menos mal que hay alternativas muy loables en las librerías. Lo que me jeringa es el daño que nos ha hecho Walt Disney y el dominio de los clásicos, que no se cura ni con el cuento de la vida ficcionada de un padre en apuros.

 

                                    Paco Déniz